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Las diez declaraciones más impactantes de Benedicto XVI

Las palabras contundentes del Papa emérito Benedicto XVI provocaron, en ocasiones, duros ataques por parte de los medios de comunicación

El pontificado del Papa alemán pasará a la historia, entre otras cosas, por el enorme impacto de algunas de sus declaraciones. Estas son las que más impacto tuvieron entre la opinión pública mundial.
Sin duda menos hábil lidiando con los medios de comunicación que su predecesor san Juan Pablo II o su sucesor Francisco, el Papa Benedicto XVI ha encontrado en ocasiones las palabras para denunciar las carencias de las sociedades contemporáneas o de la Iglesia.
Sus palabras también han provocado a veces duros ataques por parte de los medios de comunicación. Estas son diez declaraciones contundentes del Papa alemán que han marcado su pontificado.

Un pedófilo no puede ser sacerdote

Muchos reconocen hoy la actitud de Benedicto XVI ante el escándalo de la pederastia en la Iglesia, una lacra que el Papa se esforzó en denunciar. Preguntado por los abusos sexuales cometidos por algunos sacerdotes estadounidenses en el avión que le llevaba a Washington, en abril de 2008, confesó que se sentía «profundamente avergonzado» por estos actos. «Excluiremos totalmente a los pedófilos del ministerio sagrado», afirmó, provocando grandes titulares entre los medios informativos.

El Papa Benedicto XVI y el patriarca bartolomeos, en 2008.GTRES

¿Silencio de Dios?

«En un lugar como este, se queda uno sin palabras; en el fondo solo se puede guardar un silencio de estupor, un silencio que es un grito interior dirigido a Dios: ¿Por qué, Señor, callaste? ¿Por qué toleraste todo esto?».
Estas palabras fueron pronunciadas por Benedicto XVI en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau (Polonia). Llegó hasta allí, «como hijo del pueblo alemán», para elevar una oración, el 28 de mayo de 2006. Esta visita, al igual que las numerosas muestras de diálogo dirigidas a la comunidad judía, colocaron a Benedicto XVI en continuidad con Juan Pablo II. Además, debido a su alistamiento contra su voluntad en las Juventudes Hitlerianas, este viaje dejaría huella entre la opinión pública.

La dictadura del relativismo

«Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última medida solo el propio yo y sus antojos».
El cardenal Joseph Ratzinger pronunció esta frase durante la homilía de la misa de oración por la elección del romano pontífice, pocas horas antes del cónclave que le elegiría Papa con el nombre de Benedicto XVI. Estas palabras provocaron un espontáneo aplauso entre los cardenales. Incluso antes de su elección, marcó el tono de su pontificado: el de un «cooperador de la verdad», su lema episcopal. La lucha contra el relativismo caracterizaría muchos de sus futuros discursos.

Sida y preservativos

«No se puede superar este problema del sida [...] distribuyendo preservativos; al contrario, aumentan el problema».
Esta declaración del pontífice alemán, pronunciada en una rueda de prensa concedida en el avión que le llevaba a Yaundé (Camerún) el 17 de marzo de 2009, provocó durísimas críticas por parte de numerosos medios de comunicación.
Muchos de esos medios informativos no ofrecieron la declaración completa. El Papa explicó que, ante el sida, «la solución solo puede ser doble: la primera, una humanización de la sexualidad, es decir, una renovación espiritual y humana que conlleve una nueva forma de comportarse el uno con el otro; y la segunda, una verdadera amistad también y sobre todo con las personas que sufren; una disponibilidad, aun a costa de sacrificios, con renuncias personales, a estar con los que sufren».

Benedicto XVI junto al cardenal Rouco, en Australia (2008)GTRES

El auténtico desarrollo

«El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se asegura solo con el progreso técnico [...], sino con la fuerza del amor que vence al mal con el bien».
En momentos económicos dramáticos, el pontífice publicó su encíclica Caritas in Veritate (El amor en la verdad), el 7 de julio de 2009. Cuarenta años después de la Populorum Progressio, en la que Pablo VI reflexionaba, entre otras cosas, sobre las consecuencias de la globalización en el desarrollo humano, Benedicto XVI actualizó el discurso de la Iglesia sobre el mundo de la economía, especialmente marcado por la crisis financiera de 2008. En particular, abrió los ojos de quienes le prestaron atención ante el carácter primordial del amor en el corazón de la economía, iluminado por el prisma de la razón.

Por una laicidad abierta

«Las religiones no pueden tener miedo de una laicidad justa, de una laicidad abierta que permita a cada uno y a cada una vivir lo que cree, de acuerdo con su conciencia».
Estas palabras, Benedicto XVI las pronunció, en un videomensaje difundido el 25 de marzo de 2011 en París, el pontífice se dirigió a los cristianos franceses para hablarles de laicismo y laicidad, dado que el gobierno francés se disponía entonces a abrir un tormentoso debate sobre el tema.
«Si se trata de construir un mundo de libertad, igualdad y fraternidad, creyentes y no creyentes tienen que sentirse libres de serlo», reivindicó el Papa.

Detener la difusión de pornografía

«Ya es hora de detener de modo enérgico la prostitución, así como la amplia difusión de material de contenido erótico o pornográfico, también en Internet».
En noviembre de 2011, en un discurso dirigido al nuevo embajador de Alemania ante la Santa Sede, el Papa aclaró uno de los malentendidos más comunes entre la Iglesia y las sociedades del nuevo milenio.
Si la Iglesia interviene sobre «cuestiones fundamentales de la dignidad humana», como son los «ámbitos de la existencia prenatal del ser humano, no lo hace para imponer la fe a otros de modo indirecto, sino para defender valores que son fundamentalmente inteligibles para todos como verdades de la existencia, aunque intereses de otra índole tratan de ofuscar de varias maneras esta consideración».

Benedicto XVI en Bresanone, en 2008GTRES

El Islam y la espada

«Muéstrame lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su disposición de difundir por medio de la espada la fe que predicaba».
Esta frase, sacada totalmente de contexto por medios de comunicación internacionales, provocó una de las mayores crisis mediáticas de la historia del Vaticano.
El 12 de septiembre de 2006, Benedicto XVI fue invitado a la Universidad de Ratisbona para hablar sobre el tema «Fe, razón y universidad». En ese discurso, el Papa emérito citó las palabras que el emperador bizantino Manuel II Paleólogo dirigió a un interlocutor persa. Era una cita histórica para ilustrar un contexto. Esas palabras no reflejaban ni mucho menos su pensamiento; formaban parte de una reflexión sobre el vínculo entre religión y violencia.
Un periodista las sacó de contexto y se las puso en labios del pontífice. La información llegó manipulada a países de mayoría islámica. Y estalló la bomba mediática. Incluso minorías cristianas fueron sometidas a actos de violencia en represalia.
El portavoz de la Santa Sede, el padre Federico Lombardi, se vio obligado a publicar esta aclaración: «A propósito de las reacciones de algunos representantes musulmanes [...], es oportuno observar que, como se desprende de una atenta lectura del texto, lo que interesa al Santo Padre es un rechazo claro y radical de la motivación religiosa de la violencia».
«Desde luego, no era intención del Santo Padre llevar a cabo un estudio profundo sobre la yihad y sobre el pensamiento musulmán en ese sentido, y mucho menos ofender la sensibilidad de los creyentes musulmanes».
Por desgracia, sin embargo, en algunos países ya era demasiado tarde y ciertamente esta aclaración vaticana no se difundió.

Las palabras de renuncia

«Después de haber examinado ante Dios reiteradamente mi conciencia, he llegado a la certeza de que, por la edad avanzada, ya no tengo fuerzas para ejercer adecuadamente el ministerio petrino».
El 11 de febrero de 2013, ante los cardenales reunidos en consistorio, Benedicto XVI se convirtió en el primer Papa de la historia moderna en dimitir. Con esta frase revolucionaria, Joseph Ratzinger transformó sin duda el ministerio del Papa, según muchos observadores.

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Al final, la esperanza triunfa

«Siempre supe que, en esta barca, estaba el Señor y siempre he sabido que la barca de la Iglesia no es mía, no es nuestra, sino que es suya».
Estas fueron sus palabras pocos días después, el 27 de febrero de 2013, en su última audiencia pública.
Pocos días antes de su elección, el 25 de marzo de 2005, el entonces cardenal Joseph Ratzinger había compuesto una meditación sobre esta imagen de la barca de la Iglesia, durante el Viacrucis en el Coliseo. Sus palabras delataban su preocupación: «Tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, una barca que hace agua por todos lados», escribía, dirigiéndose directamente a Cristo.
Sus últimas palabras, en esa última audiencia general fueron de esperanza: «El Señor no deja que se hunda [su barca]; es Él quien la conduce, ciertamente también a través de los hombres que ha elegido, pues así lo ha querido. Esta ha sido y es una certeza que nada puede empañar».