
El Papa Francisco, en la basílica de San Pedro, el pasado 26 de enero de 2025
El Papa critica que las relaciones afectivas de hoy son «superficiales» y «precarias»
Francisco advirtió que esta mentalidad genera actitudes de superficialidad, egocentrismo y hedonismo, debilitando el compromiso en las relaciones humanas
El Papa Francisco alertó este sábado 1 de febrero sobre cómo el mundo moderno está marcado por «formas distorsionadas de afectividad», lo que conduce a relaciones inmaduras, precarias o superficiales. Así lo expresó durante la celebración de las Primeras Vísperas de la Fiesta de la Presentación del Señor en la basílica de San Pedro.
Durante la misa en el Vaticano, el Pontífice señaló que en la sociedad actual predomina el principio de «lo que a mí me gusta», lo que lleva a muchas personas a buscar en los demás solo la satisfacción de sus propias necesidades, en lugar de fomentar encuentros auténticos y fecundos.
Francisco advirtió que esta mentalidad genera actitudes de superficialidad, egocentrismo y hedonismo, debilitando el compromiso en las relaciones humanas. «El esposo y la esposa de toda la vida se sustituyen por el 'compañero o compañera' del momento», lamentó. Además, criticó que los hijos, en lugar de ser acogidos como un don, sean considerados un «derecho» o incluso eliminados como un «estorbo».
Sus palabras fueron pronunciadas en el marco de la celebración de la Fiesta de la Presentación del Señor, que conmemora la presentación de Jesucristo en el Templo de Jerusalén, 40 días después de Navidad. Este año, la festividad coincidió con la víspera de la XXIX Jornada Mundial de la Vida Consagrada, que se celebra cada 2 de febrero.
Ante esta realidad, el Papa destacó la importancia de la castidad consagrada como un camino de sanación frente al aislamiento y la fragmentación de las relaciones humanas. «Es una manera de amar libre y liberadora, que acoge y respeta a todos, sin obligar ni rechazar a nadie», explicó.
Asimismo, subrayó la necesidad de fortalecer el crecimiento espiritual y afectivo en las comunidades religiosas, tanto en la formación inicial como en la permanente, para que la castidad revele «la belleza del amor que se entrega». También alertó sobre el peligro de «dobles vidas» entre las personas más frágiles.
Por último, el Pontífice destacó «la obediencia consagrada» como un antídoto contra el individualismo, ya que promueve «un modelo de relación basado en la escucha efectiva», fortaleciendo los lazos entre los individuos y sus comunidades.