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El ayuno intermitente tiene numerosos beneficios para la salud

Viernes Santo, una oportunidad para iniciarse en el ayuno intermitente

Realizada de manera responsable tiene numerosos beneficios para la salud

Este 29 de marzo, Viernes Santo, es día de procesiones, ayuno y abstinencia. Algunas de las recomendaciones que para los católicos recoge 'la ley del ayuno' son abstenerse de carne y alimentos de origen animal, consumir únicamente líquidos o realizar una comida más dos tomas pequeñas que sumadas no sobrepasen la comida principal en cantidad.
Esta pauta, similar al ayuno intermitente, realizada de manera responsable tiene numerosos beneficios para la salud, recuerdan desde el Instituto Médico Europeo de la Obesidad (IMEO). Ayuda a regular los niveles de azúcar en sangre, favorece la reducción de resistencia a la insulina y mejora los procesos inflamatorios. Contribuye a disminuir la presión arterial y la frecuencia cardiaca en reposo y conlleva una serie de efectos bioquímicos en nuestro cerebro que a nivel mental potencian el ejercicio de reflexión e introspección.
«Cuando una persona está enferma, no come; es una forma instintiva de activar un mecanismo interno filogenético que nos obliga a dejar descansar el sistema digestivo para así poder emplear todas las energías para combatir la enfermedad», explica Rubén Bravo, portavoz del Instituto y dietista especializado en el ayuno intermitente.
Algo similar sucede durante el período de ayuno que se realiza en Semana Santa. «Nuestro cuerpo destina todos los recursos que suele utilizar para los procesos de digestión y metabolización de nutrientes en funciones como la reparación celular, la eliminación de células disfuncionales o para la creación de nuevas células madre que se daría a partir de las 20 horas de ayuno», afirma.

Mejora los procesos cognitivos

«Publicaciones recientes, como la realizada por el Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King´s College de Londres, indican que el ayuno mejora los procesos cognitivos y la generación de nuevas neuronas en el hipocampo, una parte de nuestro cerebro vinculada con la memoria y la regulación emocional, provocando una sensación de ligereza, plenitud y relajación», subraya Bravo. No obstante, avisa, el ayuno de este Viernes Santo debe ser realizado de manera responsable con el fin de evitar algunos efectos secundarios comunes, como mareos, dolor de cabeza, bajadas de azúcar o problemas digestivos. Está desaconsejado a diabéticos, embarazadas, hipertensos, niños y mayores de 59 años.

Capacidad de concentración

Durante la práctica del ayuno se manifiestan una serie de efectos bioquímicos en el cerebro. Uno de ellos radica en el notable aumento de la capacidad de concentración: «La ciencia lo explica con la mayor producción de orexina en el hipotálamo, una hormona implicada en el control del apetito que favorece el equilibrio saludable de la glucosa, a la que suman su acción otros neurotransmisores como la noradrenalina que, a su vez, nos impulsa a la acción», indica Carmen Escalada, nutricionista clínica del IMEO.
También se observa un aumento en la neuroplasticidad que es la capacidad del cerebro de recuperarse y adaptarse a nuevas situaciones: «Se debe a la necesidad de buscar diferentes fuentes de energía a las habituales y es fundamental, porque mejora el aprendizaje y la capacidad memorística», añade.
Además, el hecho de pasar bastantes horas sin comer y reducir la copiosidad de cada toma favorece la producción de una proteína conocida como Factor Neurotrófico derivado del Cerebro (BDNF) cuyos niveles bajos mantenidos en el tiempo se relacionan con el desarrollo de ciertas enfermedades como la depresión y, de tipo neurodegenerativo, como el Alzheimer.
El descanso del sistema digestivo también provoca la activación del sistema nervioso simpático que prepara nuestro cuerpo para la acción en momentos de estrés. Esto se traduce en una bajada de insulina, reduciendo la ansiedad por comer dulce. Los alimentos frescos y sanos deben ser la base de nuestra alimentación diaria, incluida la jornada de ayuno.
Es importante evitar los ultra-procesados, porque contienen algunos componentes en dosis elevadas, como azúcares sencillos, harinas refinadas, grasas saturadas o trans, que «actúan sobre el centro del placer localizado en el cerebro, generando adicción y, por tanto, ansiedad, irritabilidad y estrés, si no se continúan consumiendo».
Un consumo abusivo y reiterado, especialmente de aquellos alimentos ricos en azúcar, favorece la producción de citoquinas proinflamatorias que se han asociado con un mayor riesgo para el desarrollo de la diabetes tipo 2 y la depresión. Puesto que este tipo de alimentación hace imposible alcanzar la sensación de calma, estabilidad y autocontrol necesarios para el crecimiento personal y espiritual, es esencial reducir su consumo al máximo.
Tener un horario estable para las comidas y que estas sean pequeñas, nos ayudará a evitar la sensación de hambre marcada que se pueda ligar a la ansiedad. Por último, «hay que comer despacio y masticar, procurando disfrutar plenamente del sabor del alimento, dando más importancia a sus características organolépticas y quitándoselo a lo plenamente material, la cantidad», aconseja Escalada.
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