Álvaro Pascual-Leone

Álvaro Pascual-LeoneEl Debate

Álvaro Pascual-Leone

«De cada año de vida que ganamos, nueve o diez meses son de discapacidad cerebral»

El prestigioso neurólogo Álvaro Pascual-Leone hace hincapié en la necesidad de la prevención y el seguimiento de la salud cerebral

En los últimos meses, la salud mental y el tratamiento de los problemas derivados de su deterioro se han instalado en la agenda pública. El aumento de enfermedades y trastornos como secuela de la COVID-19 ha provocado una visualización social de esta problemática. El prestigioso neurólogo Álvaro Pascual-Leone aborda este y otros temas con El Debate antes de pronunciar su conferencia en el Club de Encuentro Manuel Broseta de Valencia.
–¿Cuánto sabemos del estudio del cerebro?
–Sabemos mucho. Lo suficiente como para saber que hay muchas cosas que todavía no sabemos. Es importante descartar la idea que a veces tenemos de que todo nos falta por conocer. En realidad sabemos un montón sobre el cerebro y cómo funciona, cómo se alteran las funciones, cómo hacer para que funcione mejor… Lo que a veces no hacemos lo suficientemente bien es trasladar ese conocimiento a la sociedad y a la clínica, es decir, sacarle partido al conocimiento científico que tenemos para beneficio de todos nosotros.
¿Por qué se suele decir que es uno de los órganos más misteriosos a la hora de su estudio?
–Es un órgano complicado porque es una especia de diseño milagroso de la naturaleza o de Dios en el que hay una cantidad ingente de conexiones cambiando de forma continua que debería hacernos pensar que todo es inestable y, sin embargo, no lo es. Es un conjunto de aspectos muy paradójicos y notables que nos desborda. La mayor paradoja es que queremos entender un instrumento con el propio instrumento que queremos entender. Por diseño, la capacidad del ser humano de entender el cerebro nunca va a ser completa.
¿Se puede hablar de salud cerebral versus salud mental?
–Muy buena pregunta. Yo lo diferenciaría en el sentido de que el cerebro, al funcionar, da lugar a ciertas cosas como pensar, tener emociones, comportamientos, sentimientos. La salud cerebral engloba todo ello en el sentido de que un cerebro sano hace que la cabeza trabaje bien en todos esos ámbitos y te hace sentirte feliz y satisfecho de cómo estas funcionando. Salud mental se refiere solamente al aspecto de función cerebral que tiene que ver con el estado emocional. No hay salud mental sin salud cerebral.
¿Qué avances se prevén a la hora de hacer frente a la senectud?
–Hay que diferenciar como hace la Organización Mundial de la salud entre no poder vivir plenamente los años que te toquen vivir, añadir vida a los años, y simplemente añadir años. Vivir más tiempo es un reto distinto y debatible si es adecuado o no y vivir bien los años que te tocan. La gente muchas veces no es consciente de que vivimos mucho más que jamás en la Historia pero no de que cada año extra de vida que hemos ganado, nueve o diez meses son de discapacidad cerebral. En general estamos creando sufrimiento y pérdida de capacidad. Quitar eso es importante y hay avances para hacerlo realidad ya. El ochenta por cien de la discapacidad cerebral con la edad es prevenible por un diagnóstico temprano y/o prestar atención a estilos de vida modificables.
¿Y respecto a combatir las enfermedades neurodegenerativas?
–Es un poco distinto. El riesgo de padecerlas aumenta al vivir más tiempo en parte por los cambios en la edad y en parte porque no te has muerto de otra cosa. Sí es cierto que cada vez sabemos más para mantener la salud cerebral y eso significa que aumentamos la capacidad del cerebro para sobrellevar las enfermedades neurodegenerativas. Solemos pensar que si se tiene una, acarrea unas consecuencias nocivas, pero no es cierto. Una de cada cuatro personas con alzhéimer no sufre demencia y se muere sin haber tenido un impacto cognitivo. Y no es magia, sino que es la capacidad de esa persona de sobrellevar la enfermedad. Para fomentar ese aspecto hay que hace una medicina distinta: nos hacemos un chequeo del corazón, pero no del cerebro. Esperamos a que los que nos quieren nos digan que tenemos un problema y, solo entonces, vamos al médico.
Usted habla de la plasticidad del cerebro para facilitar su resiliencia. ¿Hay una predisposición genética?
–Probablemente la haya. Casi todo en el cerebro sabemos que de salida viene marcado por la genética, no entendida como lo que heredas de tus padres, sino como un conjunto de factores epigenéticos que modifican los genes en tus padres por la vida que ellos llevaron, que te los pasan y vuelven a modificarse por tu vida. Por eso, personas gemelas acaban siendo distintas. Por lo tanto, el punto de partida sí es genético, pero luego hay muchas cosas que podemos hacer cada uno de nosotros fomentar esa resiliencia y poder sobrellevar estrés, patología, insultos, daño…
¿Y cuáles son esas cosas?
–Pues son desde llevar un propósito de vida claro, pasando por proyectarse en nosotros hasta relaciones sociales, no sentirse solo, sentir que estás dando para los demás o, incluso, el ejercicio físico. Hay todo un rango de cosa y sabemos lo suficiente como para poder hacer recomendaciones personalizadas y no consejos.
Entonces, ¿desde el Sistema Nacional de Salud se podrían tomar medidas para fomentarlo?
–Desde la Educación y tienen que ser los médicos de familia, la sanidad primaria, la que haga esto y necesitamos el apoyo de políticas de salud y de tecnología porque seguir todos estos procesos es complicado. Hay que individualizarlo y personalizarlo. Por ejemplo, salir a correr está muy bien, pero no es lo mismo hacerlo en la playa que en una ciudad con mucha polución.
¿Qué tipo de tecnología haría falta?
–Este cacharrito que todos llevamos –señala su teléfono móvil- sabe más de nosotros que casi todas las personas que nos rodea. Sabe a qué velocidad andas, tu énfasis al hablar, cuándo paras, si al hablarte más rápido o más lento… Y todo eso son indicaciones de función cerebral. Además, necesitamos una tecnología que nos diga lo que tenemos que hacer y nos lo recuerde. Una especie de entrenador personal que nos apoye.
¿Qué retos se presentan en el campo de la salud cerebral?
–El más importante es darnos cuenta de que hoy en día una de cada tres personas sufre una enfermedad cerebral discapacitante. No una meningitis de la que te curas, sino un trastorno de ansiedad, depresión, demencias, párkinson… El factor de riesgo más grande es la edad. La proyección es que en los próximos veinticinco años la estadística se va a duplicar. Si no cambiamos de paradigma cómo hacer frente a ello y seguimos esperando a que se manifiesten las enfermedades con síntomas para plantearnos actuar, la sociedad no lo va a aguantar.
¿Cómo se puede concienciar socialmente de la necesidad de actuar en este aspecto?
–Un toque de atención periódico sería importante porque un solo toque no es suficiente. Espero que haya cosas que aprendamos de lo que ha sido una situación absolutamente trágica –en relación a la covid–incluidos los aspectos para fomentar la salud cerebral y mental. Si lo conseguimos, sería fantástico. Tenemos que poner en marcha mecanismos y programas que fomenten que no se nos olviden las lecciones que hemos aprendido.
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