El cambio de hora puede afectar levemente la salud de las personas más vulnerables

El cambio de hora puede afectar levemente la salud de las personas más vulnerables

Por qué los científicos defienden mantener el horario de invierno todo el año

Un horario de invierno permanente prevendría miles de ictus y reduciría la obesidad, según Stanford

La madrugada del 25 al 26 de octubre los relojes volverán al conocido como 'horario de invierno', algo que no solo se notará en anocheceres más tempranos, sino en el propio ritmo circadiano de las personas. El doctor Fernando Baixauli, pediatra y especialista en salud del sueño de los hospitales Vithas, explica: «Cada uno de nosotros posee un reloj biológico que se encuentra ubicado en el centro del cerebro y que se ajusta con los cambios de luz solar, incluso con algunos estímulos del entorno conectados con la alimentación y las rutinas diarias. Este reloj interno regula un ciclo diario que afecta a los niveles de las hormonas y cuando cambia el ritmo de la luz externa puede afectar al organismo».

A pesar de que encuestas recientes aseguraban que un 70 por ciento de los españoles sería partidario de adoptar el horario de verano, la ciencia opina de forma diferente.

Un nuevo estudio de Stanford Medicine revela que los riesgos van más allá del corto plazo y que existen alternativas más saludables.

Tres políticas horarias

Los investigadores compararon tres posibles políticas horarias:

  1. Horario estándar permanente (el de invierno)
  2. Horario de verano permanente
  3. Cambio estacional bianual

Los resultados fueron claros: el sistema actual, con dos cambios al año, es la opción menos saludable. Tanto el horario estándar como el de verano permanentes serían mejores, aunque el horario de invierno ofrece los mayores beneficios.

Beneficios del horario de invierno

De hecho, al moderar la exposición a la luz y sus consecuencias en la salud, los investigadores estimaron que mantener el horario de invierno de forma permanente podría prevenir 300.000 accidentes cerebrovasculares anuales y reducir la obesidad en 2,6 millones de personas. El horario de verano permanente tendría un efecto positivo, aunque menor, alcanzando aproximadamente dos tercios de estos beneficios.

Una mujer que no quiere levantarse

Una de las desventajas del cambio de hora es el trastorno del sueñoFreepik

«Descubrimos que mantener el horario estándar o el horario de verano es definitivamente mejor que cambiar dos veces al año», afirmó Jamie Zeitzer, profesor de psiquiatría y ciencias del comportamiento y autor principal del estudio.

Incluso entre las personas que quieren poner fin a los cambios horarios estacionales, existe desacuerdo sobre qué política horaria adoptar: «Hay personas apasionadas en ambos lados de esto, y tienen argumentos muy diferentes», dijo Zeitzer.

Defensores del horario de verano

Quienes apoyan el horario de verano permanente afirman que una mayor iluminación nocturna podría ahorrar energía, disuadir la delincuencia y ofrecer a la gente más tiempo libre después del trabajo. Los campos de golf y los centros comerciales al aire libre son grandes defensores, afirmó Zeitzer. Sin embargo, una prueba del horario de verano permanente, iniciada en 1974, fue tan impopular que se abandonó en menos de un año. Entre quienes se oponían se encontraban padres preocupados por que sus hijos fueran a la escuela a oscuras.

Defensores del horario de invierno

En el otro bando, quienes defienden el horario estándar permanente sostienen que una mayor cantidad de luz matutina es óptima para la salud. Organizaciones como la Academia Estadounidense de Medicina del Sueño, la Fundación Nacional del Sueño y la Asociación Médica Estadounidense han respaldado el horario estándar durante todo el año.

«Se basa en la teoría de que la luz matutina es mejor para nuestra salud en general», dijo Zeitzer sobre estas recomendaciones.

Por qué es mejor el de invierno

El ciclo circadiano humano no dura exactamente 24 horas; en la mayoría de las personas se extiende unos 12 minutos más. Sin embargo, puede ajustarse gracias a la exposición a la luz.

Según explica Jamie Zeitzer, «cuando recibimos luz por la mañana, el ciclo circadiano se acelera; en cambio, la luz vespertina lo retrasa. En general, necesitamos más luz matinal y menos luz al final del día para mantener una buena sincronización con el ciclo de 24 horas».

Cuando este reloj interno se desajusta, se asocia con diversos problemas de salud. «Cuanta más luz recibimos en momentos inadecuados, más débil se vuelve el reloj circadiano. Y eso provoca que funciones vitales como el sistema inmunitario o los niveles de energía no estén bien sincronizados», añade Zeitzer.

Imagen de un amanecer en la playa

Imagen de un amanecer en la playaEl Debate

Para analizar este efecto, los investigadores desarrollaron un modelo matemático que traduce la exposición a la luz –en función de las horas locales de amanecer y atardecer– en lo que denominaron carga circadiana: la medida de cuánto debe adaptarse el reloj biológico de una persona para mantenerse alineado con un día de 24 horas.

Los resultados muestran que, a lo largo del año, la mayoría de las personas experimentarían la menor carga circadiana bajo un horario estándar permanente, que favorece la luz de la mañana. Los beneficios, no obstante, varían según la ubicación geográfica y el cronotipo individual (preferencia por madrugar, trasnochar o un punto intermedio).

De manera sorprendente, el estudio también encontró que las «alondras» matutinas –aproximadamente el 15 % de la población, con ciclos circadianos naturalmente más cortos de 24 horas– se verían más beneficiadas con un horario de verano permanente, ya que la mayor exposición a la luz vespertina ayuda a alargar sus ciclos internos acercándolos a las 24 horas.

Impacto en enfermedades

Para vincular la carga circadiana con resultados de salud específicos, los investigadores analizaron datos a nivel de condado de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades sobre la prevalencia de artritis, cáncer, enfermedad pulmonar obstructiva crónica, enfermedad cardíaca coronaria, depresión, diabetes, obesidad y accidente cerebrovascular.

El modelo incluyó datos de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) sobre enfermedades crónicas. Los resultados fueron los siguientes:

Horario de invierno permanente: reducción de la obesidad en un 0,78 % (2,6 millones de personas) y de accidentes cerebrovasculares en un 0,09 % (300.000 casos).

Horario de verano permanente: reducción de la obesidad en un 0,51 % (1,7 millones de personas) y de accidentes cerebrovasculares en un 0,04 % (220.000 casos).

En enfermedades no directamente relacionadas con el ritmo circadiano, como la artritis, no se encontraron diferencias significativas.

Los autores reconocen que sus modelos no contemplan factores como el clima, la geografía o el comportamiento humano real, que suele incluir menos tiempo al aire libre y horarios de sueño irregulares.

Aun así, el trabajo ofrece la evidencia más sólida hasta la fecha sobre las implicaciones sanitarias de cada política horaria. Según el investigador principal Jamie Zeitzer, el estudio debería inspirar futuros análisis en otros campos, como la economía o la sociología: «La posición de la Tierra respecto al Sol determina la duración de los días. Ninguna ley puede cambiar eso», concluye.

comentarios
tracking

Compartir

Herramientas