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Una persona recibe la vacuna contra el COVID-19

Una persona recibe la vacuna contra la covid+EP

Los expertos buscan el modo de curar el cáncer con la técnica de las vacunas contra la covid

Estas vacunas «entrenan» al sistema inmunológico para que detecte y ataque las células cancerosas a partir de los neoantígenos

El ARN mensajero se convirtió en un término ampliamente conocido durante la pandemia del coronavirus, al asociarse con las vacunas que marcaron un punto de inflexión en la lucha contra el virus. Hoy en día, esta tecnología se extiende a un amplio campo de investigación, que abarca desde el tratamiento del cáncer hasta diversas enfermedades infecciosas.

El ARN mensajero (ARNm), o ácido ribonucleico mensajero, es una molécula encargada de transportar la información genética necesaria para que las células produzcan las proteínas esenciales para la vida.

Las terapias basadas en ARNm permiten que las propias células generen proteínas capaces de estimular el sistema inmunológico para prevenir o combatir enfermedades. Como explica Pedro Berraondo, investigador del Cima Universidad de Navarra: «El cuerpo fabrica su propio medicamento».

Las vacunas contra el coronavirus desarrolladas por Pfizer-BioNTech y Moderna son el ejemplo más conocido de esta tecnología. Estas contienen instrucciones para que el organismo genere una proteína similar a la spike, la cual el virus del coronavirus usa para invadir las células humanas. Esto permite al sistema inmunológico reconocer la amenaza y producir anticuerpos que actuarán en caso de infección.

Estas vacunas salvaron millones de vidas y fueron desarrolladas en un tiempo récord, un logro posible gracias a décadas de investigación sobre el ARNm. Científicos como Katalin Karikó y Drew Weissman, fundamentales en este avance, han sido galardonados con premios prestigiosos, incluyendo el Nobel y el Princesa de Asturias.

Un impulso a la investigación

Incluso antes de la pandemia, en 2016, el Cima Universidad de Navarra ya colaboraba con la empresa biotecnológica Moderna en estudios preclínicos sobre terapias de ARNm para la porfiria aguda intermitente, una enfermedad genética rara de origen hepático, según recuerda Berraondo.

La crisis sanitaria aceleró la investigación en este campo, demostrando en poco tiempo que la tecnología era efectiva, segura y viable a gran escala.

El proceso consiste en diseñar nanopartículas lipídicas que contienen secuencias sintéticas de ARNm. Al ingresar en las células, estas instrucciones permiten «la producción de proteínas específicas que desencadenan una respuesta inmune», explica Montserrat Plana, investigadora del Instituto de Investigaciones Biomédicas August Pi i Sunyer (Idebaps).

Cinco años después del inicio de la pandemia, los esfuerzos científicos se concentran en dos grandes áreas. Una de ellas es el desarrollo de vacunas contra enfermedades infecciosas como la gripe (incluidas combinaciones con la vacuna de la covid), el Zika, la malaria y el virus respiratorio sincitial, con estudios en distintas fases.

En el caso del virus respiratorio sincitial, tanto la Agencia Europea del Medicamento como la FDA de Estados Unidos han aprobado una vacuna para mayores de 60 años.

Plana, especializada en inmunología del VIH, trabaja en el desarrollo de un inmunógeno basado en ARNm como primer paso hacia una vacuna terapéutica contra esta enfermedad.

Vacunas personalizadas contra el cáncer

El otro gran ámbito de investigación es el de las vacunas terapéuticas personalizadas para tratar el cáncer. En este campo, se han logrado avances importantes en el tratamiento del melanoma y el cáncer de páncreas, y actualmente se están realizando ensayos para el cáncer de pulmón y de colon.

Uno de los desarrollos más prometedores es el uso de estas vacunas como tratamiento adyuvante tras la extirpación de un tumor, con el objetivo de prevenir su reaparición. Según Berraondo, este es el ámbito donde se están obteniendo mejores resultados y donde se espera que pronto haya aprobaciones regulatorias.

Estas vacunas «entrenan» al sistema inmunológico para que detecte y ataque las células cancerosas a partir de los neoantígenos, proteínas específicas de cada tumor, permitiendo una terapia personalizada, explica Plana.

En este contexto, Berraondo lidera el proyecto Arnmune, enfocado en la investigación preclínica de inmunoterapias contra el cáncer basadas en ARNm. El objetivo es diseñar moléculas capaces de activar el sistema inmune y ayudarlo a combatir los tumores. «El sistema inmunológico del paciente no reconoce bien el tumor y no lo ataca, nuestra tarea es enseñarle a identificarlo como una amenaza», señala el investigador.

Otras aplicaciones y retos

Las enfermedades raras también están en el foco de estudio, con investigaciones en marcha para tratar la fibrosis quística, la distrofia muscular de Duchenne y la acidemia propiónica.

Los expertos destacan la versatilidad y el alto perfil de seguridad del ARNm, ya que no se integra en el ADN de los pacientes y, por lo tanto, no altera su información genética. Sin embargo, como cualquier medicamento, no está exento de posibles efectos secundarios.

Otra ventaja es la rapidez con la que se pueden desarrollar fármacos personalizados, acelerando el proceso de diseño, síntesis y producción.

No obstante, el ARNm presenta desafíos, ya que es una molécula inestable. Por ello, las vacunas contra la covid debían conservarse a temperaturas extremadamente bajas, y los tratamientos basados en esta tecnología requieren administración por inyección.

Uno de los retos actuales es estabilizar la molécula para que pueda ser utilizada en distintos tipos de tratamientos. En este sentido, el uso de ARNm modificado ha permitido avances significativos.

Además, la expresión del ARNm en el organismo es temporal, lo que implica que, en el caso de una vacuna, se pueden administrar dosis de refuerzo. Sin embargo, para enfermedades genéticas, será necesario aplicar el tratamiento de forma recurrente, lo que supone una posible limitación frente a otras estrategias de terapia génica.

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