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Imagen aérea del Delta del Ebro

Imagen aérea del Delta del EbroNASA

Medio ambiente

De la corriente al continente: qué son y cómo se forman los deltas

Desempeñan un papel fundamental en el mantenimiento de hábitats para una gran variedad de especies, entre ellas aves migratorias, peces y numerosas plantas adaptadas a entornos acuáticos

Allí donde el río se entrega al mar, surge un ecosistema lleno de vida. Los deltas, con su característica forma de abanico en las desembocaduras fluviales, no son simples accidentes del paisaje, sino que representan zonas de altísimo valor ecológico, auténticos santuarios de biodiversidad y piezas clave en el equilibrio ambiental del planeta.

Su origen es el resultado de un proceso natural, lento pero constante, en el que el río deposita sedimentos al llegar al mar, dando forma a un terreno fértil donde conviven agua dulce, tierra y salinidad marina. Junto con los estuarios, constituyen las dos formas principales de desembocadura de los ríos en los mares, océanos, lagos o en otros ríos más grandes y su importancia medioambiental es mayúscula al albergar un ecosistema muy rico.

Flamencos en el delta del Ebro

Flamencos en el delta del EbroEuropa Press

Los sedimentos que arrastra el río forman un abanico o una serie de brazos de tierra que se extienden hacia el mar. Con su característica forma triangular, están compuestos por una red de canales, ríos y estuarios y se diferencia de una desembocadura en que esta se refiere simplemente al punto donde finaliza el curso del río y este fluye hacia otro cuerpo de agua.

La formación de un delta es el resultado de una compleja interacción entre procesos de deposición, erosión y redistribución de sedimentos, influenciada por factores como la cantidad de agua y sedimentos que transporta el río, las características del cuerpo de agua receptor y las condiciones climáticas y topográficas del entorno. Estos elementos determinan la forma y evolución del delta a lo largo del tiempo.

Existen principalmente tres tipos de deltas, según el agente dominante en su modelado: los deltas dominados por la acción del mar, donde los sedimentos parecen ausentes a simple vista pero se organizan en barras alargadas bajo el agua a lo largo del estuario; los deltas influenciados por las olas, donde la energía del oleaje redistribuye los sedimentos formando estructuras triangulares; y los deltas controlados por la acción del propio río, que al dividirse en varios brazos en su desembocadura, deposita los sedimentos siguiendo ese patrón ramificado.

Los deltas desempeñan un papel fundamental en el mantenimiento de hábitats para una gran variedad de especies, entre ellas aves migratorias, peces y numerosas plantas adaptadas a entornos acuáticos. Su alta productividad natural los convierte en zonas de gran valor ecológico, proporcionando beneficios esenciales como la purificación del agua, la regulación del clima y el sustento de ecosistemas ricos y diversos.

Tipos de delta

Los deltas pueden clasificarse según la densidad del agua del río en comparación con la del cuerpo de agua donde desemboca. En función de esta relación, se distinguen tres tipos principales:

Delta de flujo hipopícnico: se produce cuando el agua del río es menos densa que la del lago o mar al que llega. Esta diferencia de densidad hace que el agua fluvial permanezca en la superficie, mientras que los sedimentos que transporta se van depositando lentamente en el fondo a través de un proceso de decantación. Es el tipo de delta más común cuando confluyen aguas con distintas densidades.

Delta de flujo hiperpícnico: ocurre cuando el agua del río es más densa que la del cuerpo receptor. Esto provoca que fluya por el fondo desde el primer momento, arrastrando los sedimentos que se depositan inicialmente con rapidez, aunque la consolidación definitiva en capas sólidas es lenta debido a la turbulencia del agua y a la fricción con el lecho. Es un fenómeno poco frecuente.

Delta de flujo homopícnico: en este caso, las aguas del río y del cuerpo receptor tienen densidades similares, lo que favorece una mezcla inmediata. Como resultado, los sedimentos se depositan de forma rápida y directa.

En España, el delta más importante y conocido es el Delta del Ebro, situado en la provincia de Tarragona, Cataluña. Fue declarado parque natural en 1983 y cuenta con una extensión de 7736 hectáreas. Los sedimentos son arrastrados por el río Ebro, el más caudaloso de España, y provienen de los Pirineos, el sistema Ibérico y la cordillera Cantábrica, lugares de donde nace el río.

El Delta del Ebro es la mayor zona húmeda de Cataluña y una de las más relevantes de Europa Occidental, solo por detrás del parque regional de la Camarga, en Francia, y del parque nacional de Doñana, en el sur de España. Una de sus características más importantes es la cohabitación humana con el ecosistema natural característico de la zona. De esta manera, podemos encontrar huertos, frutales y arrozales, a la vez que dunas, lagunas, playas, marismas y demás vegetación autóctona.

El mayor desarrollo del delta del Ebro se produjo entre los siglos XIV y XV, impulsado por la intensa deforestación de la cuenca del Ebro. Esta tala masiva respondió a la demanda de madera para la construcción naval, en un contexto previo al descubrimiento de América. Desde entonces, la desembocadura del río ha ido cambiando de posición hasta adoptar la forma actual. El lóbulo principal, correspondiente a la Isla de Buda, se consolidó entre 1750 y 1850 debido a la regresión de los otros dos lóbulos, lo que hace improbable la aparición de nuevas islas. El contorno redondeado del frente deltaico es resultado de la acción del mar y del sistema de transporte de arena: la erosión de las playas genera sedimentos que las corrientes marinas arrastran y depositan en las puntas del Fangar y del Cuerno, dando forma al perfil característico del delta.

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