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Árbol de Navidad artificialGetty Images

¿Qué árbol de Navidad es más ecológico: natural o artificial?

Cada año, a la hora de decorar los hogares, muchos se preguntan cuál de las dos opciones es más respetuosa con el medio ambiente

A las puertas del fin de semana previo a la Navidad, las calles y los hogares españoles ya respiran ambiente festivo. El alumbrado navideño lleva semanas encendido en la mayoría de las ciudades y los escaparates, balcones y salones se han llenado de luces, belenes y adornos típicos de estas fechas. Municipios como Madrid, Barcelona, Sevilla o Málaga activaron su iluminación hace semanas, sumándose a otros que fueron aún más tempraneros, como Vigo, Jerez de la Frontera o Badalona. Con la cuenta atrás para el 25 de diciembre en marcha, muchas familias ultiman ahora uno de los elementos más simbólicos de la decoración: el árbol de Navidad.

Aunque tradicionalmente el momento elegido para sacar los adornos del trastero coincidía con el puente de la Constitución y la Inmaculada, el adelanto del alumbrado público y las campañas comerciales ha empujado a decorar las casas cada vez antes. En este contexto, se repite cada año una pregunta que va más allá de lo estético: ¿es más sostenible optar por un árbol de Navidad natural o por uno artificial?

Ambas opciones presentan ventajas e inconvenientes. Entre los aspectos menos prácticos de los árboles naturales se encuentran la caída de las hojas, la necesidad de limpieza constante y el hecho de que, una vez pasadas las fiestas, acaban secándose y deben retirarse. Sin embargo, el debate más relevante no es doméstico, sino ambiental.

En la actualidad, el uso de árboles artificiales está muy extendido. Por un precio asequible, el consumidor adquiere un producto que puede reutilizar durante varios años, evitando así comprar uno nuevo cada Navidad. A primera vista, esta opción parece más respetuosa con el medio ambiente, ya que no implica la tala anual de árboles naturales. No obstante, el árbol artificial también tiene una cara menos visible.

La mayoría de estos árboles están fabricados con plásticos y otros materiales contaminantes, como PVC, acero o cobre, cuya reciclabilidad es limitada. A ello se suma que gran parte de la producción se realiza en países lejanos, principalmente en Asia, lo que implica un elevado coste ambiental asociado al transporte y a las emisiones generadas durante su fabricación y distribución.

En el caso de los árboles naturales, persiste la creencia de que fomentan la deforestación, aunque esta idea no se ajusta del todo a la realidad. La inmensa mayoría de los abetos y pinos navideños no procede de bosques naturales, sino de plantaciones específicas, gestionadas de forma similar a otros cultivos agrícolas. Cuando se corta un árbol, que tarda entre dos y tres años en alcanzar aproximadamente un metro de altura, se planta otro en su lugar. «Ese árbol no viene del bosque, sino que es cultivado, y su producción es comparable a la de cualquier otro cultivo agrícola», explicaba a la agencia Efe Eduardo Rojas, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes.

Una vez finalizadas las fiestas, estos árboles no deberían acabar en el vertedero. Los ayuntamientos suelen habilitar puntos de recogida para transformarlos en biomasa o en sustratos orgánicos, dándoles así una segunda vida. Además, en los últimos años ha ganado popularidad el alquiler de árboles naturales, una alternativa que permite utilizarlos durante la Navidad y devolverlos después para que sean replantados.

Según datos de los Cultivadores de Árboles de Navidad Asociados de Cataluña (CANAC), el 90 % de los abetos naturales comercializados en la Península Ibérica procede del macizo del Montseny-Guillerías, entre las provincias de Barcelona y Gerona. Esta zona se ha convertido en el principal proveedor del sur de Europa y alberga unas treinta empresas dedicadas al cultivo de abetos de forma ecológica y bajo prácticas respetuosas con el medio ambiente.

Huella de carbono de cada opción

El impacto ambiental de cada tipo de árbol depende en gran medida de su uso y de su destino final. Según cálculos de la plataforma CarbonCredits, la huella de carbono de un árbol artificial ronda los 40 kilos de CO₂ equivalente, frente a los 3,5 kilos de un árbol natural que se recicla adecuadamente en forma de astillas. Con estos datos, un árbol artificial debería utilizarse al menos durante 12 años para igualar el impacto de uno natural bien gestionado.

Sin embargo, si el árbol natural acaba en un vertedero, su huella se eleva hasta los 16 kilos de CO₂ equivalente. En ese caso, bastarían unos tres años de reutilización de un árbol artificial para compensar el impacto ambiental.

La balanza, por tanto, no se inclina claramente hacia una única opción. Utilizar un árbol artificial durante muchos años puede ser una elección razonable, mientras que optar por un árbol natural reciclado correctamente contribuye a la economía local, genera empleo rural y permite cerrar el ciclo con un aprovechamiento energético o agrícola. La clave está menos en el tipo de árbol y más en el uso responsable que se haga de él.