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28 de abril de 2024

Más de la mitad de los encuestados asegura que utiliza las redes sociales más que el año pasado

Más de la mitad de los encuestados asegura que utiliza las redes sociales más que el año pasado

20 años de redes sociales: de conectar al mundo a someter a los jóvenes

En dos décadas las aplicaciones que nacieron para compartir imágenes o reflexiones se han convertido en un problema grave de salud mental

Nueva York sigue en su cruzada contra las redes sociales. «Muchas redes sociales terminan poniendo en peligro la salud mental de los niños, promueven adicciones y animan a comportamientos insanos», comentó su alcalde el mismo día que anunciaba una denuncia formal contra cinco de las mayores redes sociales –TikTok, Instagram, Facebook, Snapchat y YouTube– por «alentar una crisis de salud mental entre los menores en toda la nación».
Una ciudad que gasta 100 millones de dólares al año en programas de tratamiento de salud mental de la juventud y que quiere erradicar esas aplicaciones de los móviles, al menos, de aquellos que no pueden controlarlas.

Muchas redes sociales terminan poniendo en peligro la salud mental de los niños, promueven adicciones y animan a comportamientos insanosEric AdamsAlcalde de Nueva York

En febrero de 2004, Mark Zuckerberg puso en marcha Facebook como una red social que trataba de conectar a gente más o menos conocida o cercana. El crecimiento fue exponencial hasta conseguir 2.960 millones de usuarios en todo el mundo.

Nueva generación

Dos décadas después y con una nueva generación nacida con un móvil entre las manos, el descontrol ha sido total. Ya no hablamos de que Estados Unidos evitó limitar el poder de estas plataformas para favorecer sus ingresos, el problema son aquellos chicos que no conocen otra forma de relacionarse entre sí que no sea con un móvil, una foto y un like.
Aquella primera generación de Facebook había pasado un proceso de aprendizaje social en primera persona. Sabía relacionarse físicamente y controlar sus comentarios o sus impulsos porque enfrente tenían a otra persona.

Aquella primera generación de Facebook había pasado un proceso de aprendizaje social en primera persona

Veinte años después esas relaciones entre los jóvenes, muchos de ellos menores entre 13 y 18, no han tenido una base analógica y se ha llevado a un perfil en Instagram, Snapchat o Threads. A esto hay que añadir que el lugar de reunión ya no es un banco en la calle o el patio del colegio, ahora es un móvil donde siguen o les siguen, pueden hablar en un chat o recibir comentarios de las fotos que cuelgan porque vender su intimidad es la moneda de cambio para estar dentro.

Colgar fotos

Cuando la primera generación de Facebook colgaba fotos, la respuesta era un like o un comentario sin más pretensiones. Ahora, colgar una foto es obligado y estar preparado para recibir críticas, insultos o bromas es parte del precio que hay que pagar ya seas el vecino del quinto o el propio Rafa Nadal.
Una generación que no está preparada para dominar procesos de frustración y que tiene todo lo que pide, no puede gestionar que a alguien no le gusten sus fotos o que un desconocido se resguarde en el anonimato y suelte amenazas sin que nadie pueda hacer nada. O casi, porque la Policía vela por que estos hechos no queden impunes pero el océano es demasiado grande.

Una generación que no está preparada para dominar procesos de frustración y que tiene todo lo que pide

La salud mental de una generación se ha puesto en peligro por la obsesión de TikTok, Meta o Sanpchat de tener seguidores a toda costa y a cualquier precio. Hace unas semanas Zuckerberg sufrió el escarnio público en el Senado de Estados Unidos por un caso de abuso sexual derivado del uso de Facebook al que solo pudo responder con un «lo siento».

Control parental

Los controles parentales ayudan, pero el control emocional no se puede medir en minutos viendo TikTok, la droga dura de ver vídeos en bucle ha entrado en muchas mentes que prefieren eso a leer, igual que sus padres prefieren la tele a un buen libro o a pasar un rato en familia.
Poner un móvil o un iPad en manos de un niño conlleva la responsabilidad de enseñarle a utilizarlo y a controlar cómo, cuándo y para qué lo utiliza; no podemos pretender que escriban en piedra y se queden fuera de la sociedad. Pero el arma digital es tan peligrosa como una de fuego.
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