El viento susurrante
En virtud de las devoluciones de tierras a los aborígenes al final del siglo XX, el jefe supremo Mahrdei cedió a su hijo Simon los derechos de caza de una concesión de 1.500.000 hectáreas

El autor junto a Simón Kyle-Little, pescando tiburones en el golfo de Carpentaria
Hoy vamos a ver un viaje que empezando por un librito nos llevó a cazar al otro extremo del mundo. Lectura que nos permitió conocer uno de los destinos más apasionantes y exóticos que existen: el territorio norte de Australia.
Hace años fui, como muchos otros, a la convención del Safari Club Internacional, en la ciudad de Las Vegas, en el Estado de Nevada, en USA. Visité los diversos stands que hay en ella, siempre buscando nuevos destinos. En uno conocí a un cazador profesional de mirada sincera y modales educados y absolutamente británicos.
Me habló de las cacerías que organizaba en la tierra de Arnhem, las tierras sagradas de los aborígenes del territorio Norte de Australia. Me regaló un librito, escrito por su padre ya anciano, que rápidamente empecé a leer. No lo pude dejar ni un momento. Y cuando regrese a España, ya lo había terminado.
El librito publicado en Londres en 1955, tenía el título en Inglés de Wishpering Wind , algo así como «El viento susurrante». Contaba las exploraciones y aventuras de un valiente oficial del ejército Australiano, el teniente coronel Syd Kyle-Little, en fecha tan cercana como 1949. Este oficial fue encomendado por el gobierno Australiano para la exploración y pacificación del entonces casi desconocida tierra de Arnhem. También conocida como o «tierra sagrada de los aborígenes» en el extremo norte de Australia.A lo largo de sus páginas nos cuenta las patrullas que realizó en la década de 1950 en la selva tropical del norte de Australia. Encomendado por la oficina de Asuntos Nativos de Darwin, abrió el interior de la de la tierra de Arnhem, aproximadamente del tamaño de España. Estableció las relaciones con los aborígenes que, en tan cercana época, todavía se encontraban en la edad de piedra.

El Teniente Coronel Syd Kyle-Little con sus guías y ayudantes, en una de sus expediciones por el territorio Norte de Australia.
Cada exploración, duraba varios meses, en compañía solo de sus fieles colaboradores Oondabund y Narleba. Además solo dos o teres porteadores que ayudaban a remar y mover su escaso equipo, pues no existían caminos para moverse. En estas patrullas partia de la misión de Milinginbi junto al mar y casi en parte mas al norte del país. A veces estaba a más de 20 días de camino a pie o en barca del puesto civilizado más cercano.
Siempre fue como amigo y trató a los aborígenes con respeto y consideración. Estableció una enorme amistad con el jefe supremo Mahrdei. En virtud de las devoluciones de tierras a los aborígenes al final del siglo XX, Mahrdei cedió a su hijo Simon – el que me regaló el libro en Las Vegas- los derechos de caza de una concesión de 1.500.000 hectáreas.
Tenían la funesta costumbre de lancear el ganado domestico, pues no entendían el concepto de propiedad
Cuando Keylle-Little llegaba a las aldeas muchas veces los aborígenes huían aterrados. Tenían la funesta costumbre de lancear el ganado doméstico, pues no entendían el concepto de propiedad. Esto les valió el odio y la guerra a muerte por parte del gobierno Británico primero desde 1690 y australiano desde 1901 hasta bien entrado el siglo XX.
Las condiciones en que realizó sus patrullas fueron durísimas, totalmente a pie y viviendo en gran parte de la pesca y sus escasas provisiones. En una ocasión, tuvo que permanecer durante un mes en un chozo de hojas de eucalipto, con un pie atravesado por una espina. En otra con la cara tumefacta, debido al picotazo de una de las numerosísimas arañas venenosas que adornan la selva australiana.

Iniciando una de sus patrullas por el rio Walker en el golfo de Carpentaria
Además, el Gobierno le encargo un estudio de la fauna y su estado de conservación en la zona. Tristemente vio que los cocodrilos de agua salada, los más grandes del mundo, estaban al límite de la extinción. Simplemente mataban a hembras, jóvenes y crías por su piel más fina. Los furtivos blancos locales las vendían a precios muy altos para convertirla en bolsos y cinturones para las tiendas de lujo de EE.UU. y Europa.
Tambien observó que se había declarado una guerra a muerte contra los búfalos de agua. Los ganaderos no querían que pudieran transferir la Glosopeda o fiebre aftosa a sus vacas. El objetivo era exterminar la totalidad de la población. Los dingo o perros salvajes Australianos, también estaban al borde del exterminio por comer las ovejas en las Granjas de todo el continente.
A su regreso a Darwin, capital del Territorio Norte, en sus informes explicó que o se tomaban medidas de control de esos exterminios o en unos años esas matanzas, podían acabar con la fauna salvaje del continente. El Gobierno prohibió totalmente, lo cual sigue vigente hoy, la matanza de cocodrilos. Y dispuso una caza controlada de Dingos y Búfalos bajo cupos razonables. Estableció grandes reservas solo para caza deportiva y controlada.
Asimismo recomendó que se parase la lucha a muerte con los aborígenes. El Gobierno de Sídney ordenó que se suspendiera esa guerra y concedió a los aborígenes la ciudanía Australiana, con los mismos derechos que cualquier ciudadano blanco del país. Sid Kille Little fue considerado un semidios, por los aborígenes y estableció una amistad íntima con el jefe Mahrdei. Este jefe asignó a sus hijos la concesión de caza del río Walker, en la cual he tenido el privilegio de conducir algunas cacerías deportivas.
Toda la vida de Kyle-Little fue una auténtica aventura, pues fue hijo y nieto de oficiales del ejército australiano. Luchó en la Segunda Guerra Mundial contra los japoneses, al mando de un pelotón de Gurkas Nepalies en las selvas de Nueva Guinea y Borneo. En la descolonización de Malasia defendió a los asentamientos malayos y chinos de las masacres a las que los sometían las hordas comunistas del revolucionario Ching Pen.
Fue nombrado miembro de la Real Sociedad Antropológica de Gran Bretaña e Irlanda como experto en tribus Australianas. Cuando a principios del siglo XXI falleció, todos los aborígenes de la tierra de Arnhem mantuvieron un mes de luto. Y los búfalos de agua, dingos y cocodrilos seguro que también le agradecieron que por sus esfuerzos y expediciones, y por la caza controlada y deportiva que logró imponer, los salvara de la extinción.
- Roque Armada es director de Armada Expediciones y de las Escuelas de Tiro de Trofeo e Iberalia TV