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29 de marzo de 2024

Paisaje de la Edad de Hielo en el norte de la Península ibérica

Representación gráfica del Pleistoceno en el norte de la Península ibéricaMauricio Antón

Ciencia

La Península Ibérica fue el refugio de los humanos modernos durante la Edad de Hielo

Dos investigaciones reconstruyen los movimientos de los humanos modernos en el continente europeo y reescriben la historia genética de nuestros antepasados

La Península Ibérica fue «el único sitio de Europa donde las poblaciones aguantaron el máximo glacial; su refugio».
Así resume el genetista del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) Carles Lalueza-Fox el contenido de dos investigaciones publicadas este miércoles que han permitido reconstruir los movimientos de los humanos modernos y reescribir la historia genética de nuestros antepasados.
Los cazadores-recolectores llegaron a Europa hace 45.000 años y sobrevivieron a épocas tan difíciles como el Último Máximo Glacial, el periodo más frío de la Edad de Hielo (hace entre 25.000 y 19.000 años), cuando el hielo cubría casi todo el continente.
Hasta ahora, las herramientas y objetos encontrados por los arqueólogos han ayudado a determinar las culturas que vivieron en esa época, pero la falta de fósiles humanos impedía saber más sobre sus migraciones e interactuaciones.
Pero ambos artículos, basados en el estudio del genoma de más de 356 cazadores-recolectores de Europa occidental y central hace entre 35.000 y 5.000 años, han supuesto un avance.
El primero, publicado en Nature y liderado por Cosimo Costh, de la Universidad de Tübingen (Alemania), revisa 30.000 años de historia genética europea, desde el Paleolítico Superior (con el desarrollo de las primeras culturas de Homo Sapiens en el continente) hasta el inicio del Neolítico (llega la agricultura), y concluye que la evolución humana fue más compleja de lo que se pensaba.

Estabilidad y grandes desplazamientos

Durante el Paleolítico Superior, Europa fue habitada por cuatro culturas diferenciadas por su industria lítica: Auriñaciense, Gravetiense, Solutrense y Magdaleniense.
Hasta ahora se creía que unos grupos fueron reemplazando a otros pero el estudio concluye que hubo heterogeneidades dentro de un mismo complejo o cultura, como el Gravetiense, que contaba con dos poblaciones en Europa que compartían industria pero que eran genéticamente distintas.
Una vivió en el oeste y sur del continente (actuales Francia y Península Ibérica) y otra en el centro y sur de Europa (actuales República Checa e Italia).
Además, el linaje genético de las poblaciones gravetienses de Europa occidental se mantuvo durante al menos 20.000 años y sus descendientes –que evolucionaron a la cultura solutrense– permanecieron en el suroeste de Europa (Península Ibérica) durante el periodo más frío de la última Edad de Hielo; después volvieron a expandirse al resto de Europa diseminando la cultura Magdaleniense.
«Con estos hallazgos, podemos apoyar por primera vez la hipótesis de que durante el último máximo glaciar los humanos se refugiaron en la región climáticamente más favorable del continente, el suroeste de Europa», sostiene Costh.
Pero la estabilidad genética encontrada en los individuos del oeste y sur del continente difiere del panorama genético en centro Europa: «El periodo más frío de la Edad de Hielo se correlaciona con grandes desplazamientos y reemplazamientos de poblaciones en Europa central, pero este no parece ser el caso de la Península Ibérica», apunta a Efe la investigadora del Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig y coautora del estudio, Vanessa Villalba-Mouco.
Las conclusiones de este estudio se ven reforzadas por otro artículo publicado en Nature Ecology & Evolution, en el que Lalueza-Fox presenta datos genómicos de otros 16 individuos del sur de España.
Uno de ellos es un varón que hace 23.000 años vivió en la Cueva del Malalmuerzo (Granada) y que está asociado a la industria solutrense, que habitó en la Península Ibérica y Francia durante el máximo glacial y de la que hasta ahora no había datos genómicos. Este genoma prueba la persistencia de algunos linajes en la Península y demuestra su carácter aislante.
Además, el estudio no ha encontrado conexiones genéticas con el norte de África a través del Estrecho de Gibraltar, que separa ambos continentes en solo 13 kilómetros de distancia.
«Pese a que durante el Último Máximo Glacial el nivel del mar llegó a bajar 160 metros en el Estrecho, no vemos que haya paso de gente del norte de África a Europa o al revés, lo que da una idea de la magnitud de la barrera geográfica que supuso el Estrecho para la evolución humana», añade el paleogenetista.

Fin de la era glacial

Por último, respecto al final de la era glacial, hace unos 14.000 años, el estudio explica que las condiciones climáticas empezaron a mejorar, lo que produjo un nuevo reemplazo de la población en Centroeuropa, probablemente de una población procedente de los Balcanes que avanzó primero por Italia y se expandió después por el resto de Europa sustituyendo el acervo genético de los magdalenienses.
Los investigadores creen que esta sustitución genética a gran escala pudo deberse al rápido calentamiento del clima que extendió los bosques por todo el continente y permitió que muchas poblaciones regresaran al norte recolonizando Europa al final del último máximo glacial.
«Sin embargo, de nuevo, la Península Ibérica se ve menos influenciada por estas nuevas olas migratorias y vemos cómo sus habitantes siguen conservando unos rasgos genéticos más similares a aquellas poblaciones que alcanzaron la Península Ibérica durante el Paleolítico superior», apunta Villalba-Mouco.
Para la investigadora estos estudios demuestran «que la historia de la humanidad está llena de éxitos y fracasos evolutivos, y que muchos de ellos dependieron directamente de las condiciones climáticas del momento y la capacidad en la que los humanos se adaptaron al medio».

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