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Recreación de la sonda Psyche de la NASA acercándose al asteroide homónimoNASA

Ciencia

Combustible en la Luna y metales en asteroides: así son los planes para explotar los recursos del espacio

La minería espacial vive un repunte de interés por sus posibilidades para la exploración y como alternativa a la finitud de materias primas en la Tierra

La pregunta se la llevan haciendo años, cuando no décadas, científicos de todo el planeta a la hora de plantear soluciones a la finitud de metales aquí, en la Tierra. Y aunque a algunos les sigue sonando a algo ilusorio, la corriente que desde hace tiempo señala al cielo como futura fuente de materias ha ido cobrando fuerza al calor de los avances tecnológicos y el auge del sector privado en el ámbito espacial.
Poco a poco, con el paso de los decenios, la minería espacial ha ido abandonando el terreno de la ciencia ficción para infiltrarse en los esquemas de agencias y empresas de nuevo cuño que ven en la Luna y los asteroides una potencial cantera. Pero las cosas del espacio van despacio, como ocurre siempre con los proyectos que conciernen a la exploración cósmica.
Las primeras misiones a objetos itinerantes se remontan a mediados de los años 80, cuando las cuatro agencias del mundo (la NASA, la ESA europea, la JAXA japonesa y la Academia de Ciencias Soviética) consiguieron en el curso de un año (de 1985 a 1986) realizar vuelos de reconocimiento a los cometas Halley y Giancobini-Zinner.
El siguiente objetivo, orbitarlos y aterrizar sobre ellos, se completó con las misiones NEAR de la NASA (2001), Hayabusa de la JAXA nipona (2005) y Rosetta, de la ESA (2014). Las primeras muestras de un cometa y un asteroide llegaron a la Tierra en 2006, con Stardust (NASA); y 2010, con Hayabusa (JAXA). Y aunque en paralelo hay en curso otras expediciones con un carácter más científico que comercial, el verdadero interés en los objetos espaciales como fuente de suministro procede del sector privado.
«La minería espacial está ahora mismo en un punto especulativo. Se sabe que hay asteroides del tamaño de montañas con una concentración de metales del grupo platino 30 veces superiores a la que tenemos en las mejores minas de la corteza terrestre. ¿Son rentables? Esa es la gran pregunta», expone desde Texas (EE.UU.), donde ejerce como profesor visitante en la Universidad de Texas A&M, Kevin Fernández-Cosials, investigador e ingeniero nuclear.
Por ahora, la respuesta es rotunda: no. Los costes superan con creces a los posibles ingresos. «Pero, ¿y si el vuelo espacial se abarata, como tiene pinta en los próximos 10 años? –se pregunta el experto–. Entonces puede que comiencen las primeras misiones reales».

Las primeras misiones para el minado de asteroides podrían comenzar en los próximos 10 años; las de extracción de agua, en cincoKevin Fernández-CosialsInvestigador e ingeniero nuclear

El sector vivió un bum de empresas emergentes entre 2012 y 2013 que finalmente quedó en nada, pero en los últimos años una nueva hornada de startups ha ido devolviendo una futurible explotación de asteroides al primer plano. Firmas como AstroForge suenan con la misma fuerza que lo hicieron hace una década otras como Planetary Resources o Deep Space Industries que finalmente se acabaron reconvirtiendo. Pero en esta ocasión, dice Fernández-Cosials, «el paradigma es distinto». «Las startups de hoy en día no tienen ningún beneficio, solo pueden sobrevivir a base de obtención de proyectos o de financiación pública o privada. Pero lo que se espera es cierto progreso en el conocimiento, no unos beneficios como los de una empresa convencional», sintetiza.
AstroForge, por ejemplo, planea realizar las primeras pruebas y acercamientos a su asteroide objetivo este año y lanzar misiones para minarlo en 2025. En paralelo, la NASA mandará en octubre una sonda a estudiar Psyché, en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. Con más de 200 kilómetros de diámetro, el valor de sus minerales –se cree que contiene níquel, oro y platino– se estima en cuatrillones de euros. La misión, en cualquier caso, no concluirá hasta la próxima década.
Distinto es el caso, subraya el investigador, del minado de agua, una meta mucho más realista y cercana que cree que tendrá lugar en un plazo de cinco años. «Hay muchos asteroides, incluso en la propia Luna, donde se sabe que hay agua en estado sólido, que es vital para sostener cualquier tipo de infraestructura con vida», prosigue.
El elevado coste de llevar H₂O al espacio –alrededor de 1.000 dólares el kilo– ha llevado a algunas empresas a esbozar planes para extraerlo de objetos cercanos o del propio satélite terrestre, pues afirman que resultaría mucho más barato. La Estación Espacial Internacional, los astronautas u otro tipo de futuras infraestructuras, como bases lunares o un hotel espacial, se surtirían de ella de una forma mucho más económica. Además, el agua podría incluso servir como combustible para naves espaciales si se separa el oxígeno del hidrógeno.

Punto de inflexión

Hasta la fecha, la JAXA japonesa apenas ha conseguido obtener algunos miligramos de materia asteroidal para su escrutinio. La NASA, por su parte, espera recibir al menos 60 gramos de la misión OSIRIS-REx, lanzada en 2016 hacia el asteroide Bennu y que llegará a la Tierra en septiembre. Pero por el momento, las iniciativas desarrolladas han tenido una finalidad más cosmológica y centrada en el estudio del Sistema Solar.
Su salto generalizado al ámbito comercial dependerá, por tanto, de dos factores: abaratamiento de la tecnología o aumento del precio de los recursos en la Tierra. Ese será, dice Fernández-Cosials, el punto de inflexión que marque el comienzo de una nueva fiebre del oro en el espacio.

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