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03 de mayo de 2024

Golpe de suerte, la nueva película de Woody Allen, se estrena este viernes en los cines

Golpe de suerte, la nueva película de Woody Allen, se estrena este viernes en los cinesWanda Visión

Crítica de cine

'Golpe de suerte': Woody Allen revisita los grandes temas de 'Match Point'

La nueva película del cineasta no se separa ni un milímetro de su estilo tan personal

Woody Allen, a punto de cumplir 88 años, sigue fiel a su cita anual con sus seguidores, que cada vez son menos por razones obvias. Van desapareciendo y no hay repuesto en las jóvenes generaciones que ya no saben ni quién es. Pero lo sepan o no, en cualquier manual de historia del cine Woody Allen tiene ya su propio capítulo, como un autor inconfundible, con personalidad propia, que ha hecho universales los complejos y enredos de la burguesía neoyorquina a través de una mirada crítica, a veces cáustica, pero siempre moderadamente tierna.
A través de sus más de 50 películas ha dado vueltas sobre determinados temas, pero últimamente parece obsesionado por la dialéctica entre el azar y el destino, entre la libertad y la suerte, burlándose de la vana ilusión del burgués de poder controlar su vida. Sin duda, Match Point ha sido su mejor película sobre esta temática, y Golpe de suerte, más ligerita, sigue la misma senda.
Que la vida no se puede controlar lo sabe bien Woody Allen que, víctima del movimiento MeToo y de los delirios de Mia Farrow, ha visto cómo el público americano le cerraba las puertas y los inversores le daban la espalda. Su anterior película, Rifkin´s Festival, ya se vino a hacerla a España con dinero de MediaPro. Golpe de suerte la ha rodado en Francia, en francés y con actores y capital galos.

Sinopsis de 'Golpe de suerte'

Fanny (Lou de Laâge) es una mujer joven y atractiva, casada con el adinerado Jean Fournier (Melvil Poupaud). Un día, por azar -¡cómo no!-, Fanny se encuentra por las calles de Paris a Alain (Niels Schneider), un antiguo compañero de colegio que, tomando un café, le confiesa que ella fue su primer amor nunca declarado. Ese halago toca la fibra sentimental de Fanny, que se va a ir dejando seducir para acabar teniendo un romance adúltero con su antiguo compañero, que por cierto, es escritor -de nuevo ¡cómo no!-. Pero Jean Fournier, que todo lo controla y nada se le escapa, va a enterarse de la infidelidad y decide actuar conforme a su filosofía.
La película no se separa un milímetro del estilo de su autor: desde los títulos de crédito, pasando por el omnipresente jazz, y con esa cámara ligera que registra conversaciones sin fin, como si de un Eric Rohmer neoyorquino se tratara. Repite fotografía con el maestro Storaro, que fuerza el cromatismo como hiciera en Rifkin´s Festival, de modo que ni San Sebastián parecía San Sebastián, ni París parece París. Esa opción estética le da un carácter de cuento nostálgico y mediterráneo a esas dos ciudades norteñas.
En la película pesa ese desencanto existencial de Allen, que se refiere a la realidad de la vida como algo frustrante y aburrido. Por ello cualquier aventura que dé un poco de color al gris de la vida la considera legítima. El ateísmo de Allen le da todo el poder al azar, la casualidad, la suerte… y por ello la frágil libertad del ser humano naufraga en los caprichos del destino. La cinta tiene sus dosis de intriga, de romanticismo y de humor -este más bien escaso-. Y el resultado es el mismo que en las últimas películas: se ve con agrado, se disfruta y se olvida. Que es seguramente lo que busca Woody Allen. Y que una película dé lo que promete es siempre de agradecer.
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