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Bob Dylan

Timothée Chalamet es Bob Dylan en A Complete Unknown

Crítica de cine  'A Complete Unknown': el mejor verso de Bob Dylan es él mismo

Una oda a su música que vibra, no desafina y compone el logro más difícil, pero satisfactorio de su vida: convertirse en leyenda

En retrospectiva, es extraño pensar que se armase tanto revuelo porque Bob Dylan sacase una guitarra eléctrica en el Newport Folk Festival de 1965. Mucha consternación por una elección que no hace más que reflejar la evolución musical de un artista que abrazó el cambio en una década de movimiento político, social y demográfico. Para muchos, una profunda traición a ese folk en el que rasgueó sus primeros acordes. Para otros, una revolución cultural transformadora que dio paso al folk-rock como género musical y a él como icono de una generación —si es que no lo era ya— aunque, eso sí, en constante huida.

La fotografía de A Complete Unknown refuerza esta visión. Aunque no hacemos más que ver al prodigio por antonomasia alcanzando metas con las que cualquier cantautor soñaría, la puesta en escena marca siempre una distancia. Comedida, pero intencional. Segura, pero autodestructiva. Siempre hay alguien que le está viendo partir, ya sean sus intereses amorosos o platónicos —o su propia música. Él siempre se está yendo, dando el siguiente paso, buscando el siguiente nivel.

El propio Bob Dylan se reconoce así, como una constante en movimiento. «¿Cómo sienta estar sin un hogar, como un completo desconocido, como un trotamundos?», que diría en Like a Rolling Stone. Ha coqueteado con el folk, el rock, con ambos; con el country, el blues o el góspel. Es su propio Mr. Tambourine Man, alguien que se reinventa a sí mismo sin seguir un rumbo preestablecido. Lo muestra en uno de los diálogos claramente marcados al principio de la película. Habla con su novia Sylvie Russo (Elle Fanning en un papel basado en su pareja real en ese momento, Suze Rotolo) de La extraña pasajera, el melodrama de 1947 en el que Bette Davis lucha por volver a empezar.

«Ella simplemente se convirtió en algo diferente… lo que quería ser en ese momento», reflexiona el cantante, que, para entonces, había reescrito su propio origen. Ya no era Robert Allen Zimmerman, el hijo mayor de una familia judía de Minnesota, sino Bob Dylan, el músico que había llegado a Nueva York en un tren de carga después de haber sido artista ambulante en un circo. A los pocos minutos de su conversación en el cine, Sylvie tiene la oportunidad de resumir su experiencia vital junto a él en una sola frase: «Te voy a extrañar», dice, aunque reconoce: «Me doy cuenta de que no te conozco».

Nosotros, al terminar la película, quizás tampoco lo hagamos por completo, pero parece no importarle. «Hoy, mañana, y ayer también (...) Contengo multitudes», diría parafraseando al Walt Whitman de Canto a mí mismo. «¿Cuántos caminos debe recorrer un hombre antes de que puedas llamarle hombre?», escribiría en Blowing In The Wind. Muestra tantas caras como canciones y pseudónimos. Y en esas multitudes —facetas, apariencias, personalidades— es imposible no sentir cierta cercanía a sus perfectas disonancias.

Bob Dylan A complete Unknown

Timothée Chalamet estuvo cinco años preparándose para el papel del músico

Hay quien podría afirmar que su vida daría para muchos biopics, tantos como sus discos —más de cincuenta—. Este en concreto es una oda a sus inicios. Aún no ha escrito el espléndido y desgarrador Blood on the tracks ni se ha convertido en la única persona en ganar el Oscar, el Grammy, el Pulitzer y el Nobel —de literatura, no de música—. Todavía es Bobby y muestra parte de su vulnerabilidad construyendo un fuerte con diferentes capas superpuestas en sus versos. ¿Es posible conocer realmente a una estrella que se esconde de forma deliberada en su mata de pelo rebelde, su cigarrillo entre las manos y sus míticas Wayfarer negras? Parece no querer ser más allá de su música y el filme lo utiliza a su favor.

No es un fallo en la actuación de Timothée Chalamet, sino una elección deliberada de James Mangold, su director, con el propio título como manifiesto. A Complete Unknown habla más del Dylan como fenómeno que del Dylan como hombre; una imagen que mira la leyenda popular a través de la lente distorsionada de la fama y el culto de los fans. El arte brinda libertad, pero también impone límites a su creador.

Trailer A complete unknown

Chalamet, que aprendió a tocar la guitarra y la armónica y a cantar como él a lo largo de cinco años y medio, ofrece una interpretación comprometida que logra capturar qué hay detrás de ello: su innegable talento, su quisquillosidad, su voluntario distanciamiento y su ambición silenciosa. El Dylan de Chalamet —su nominación al Oscar como mejor actor es una de las 8 que tiene la película—, fuma tan fervientemente sus cigarrillos que es como si estuviera respirando el aire de los héroes musicales que vinieron antes que él. Irradia un carisma despreocupado, canaliza la música con su propio cuerpo y lo hace siempre con un pie en su Triumph Bonneville T100 del 64, dejando todo atrás, manifestando no desear un hogar fijo.

Al menos, no uno convencional. Él lo encuentra en las guitarras acústicas pulsadas, en las armónicas tocadas con la fluidez propia del esfuerzo nato y en esas canciones/poemas/versos líricos con música que muestran que, en las manos adecuadas, pueden ser un arma. Si hay una forma de poder conocerle es escuchándole. Aunque él ya ronda los 84, por su música no pasa el tiempo. «Sigue siendo la misma historia de siempre», como en As Time Goes By, y, a la vez, la señal de cambio de The Times They Are A-Changin'. Himnos como Knockin' on Heaven's door o Don't Think Twice, It's All Right continúan tan presentes como entonces, pero con una nueva mirada sobre ellos. Como sucede con tantos y tantos otros: Sing to Woody, Girl From the North Country, Fixin' to Die; It's All Over Now, Baby Blue... por mencionar algunos.

Bob Dylan

Timothée Chalamet está nominado al Oscar por su interpretaciónDisney Studios

Casi todos suenan en la película en su preciso momento mientras un halo de eternidad se doblega ante él como un tributo a su increíble creatividad como escritor, por un lado, y como músico, por otro. No existe el uno sin el otro como tampoco lo haría la película sin su música. A Complete Unknown logra no desafinar, salir bien parada en su conjunto y componer los versos más ásperos de su vida basándose en el libro Dylan Goes Electric!, de Elijah Wald. Publicado en 2015, nos sitúa en 1961, siguiendo a un Bob Dylan de 19 años que llega a la ciudad de Nueva York con su guitarra y forja relaciones con iconos musicales de la talla de Peete Seeger, que encumbra su ascenso meteórico.

Edward Norton, en el papel de este último, y Monica Barbaro, como Joan Baez, también resuenan con fuerza, dedicación y precisión. Sin embargo, una única voz se oye por encima de todas las demás. Esa que «lo cuenta, lo dice, lo piensa, lo respira», como explicaba en A Hard Rain’s A-Gonna Fall, considerada por la revista Rolling Stone «la mejor canción protesta de la historia». Por suerte para nosotros, lleva haciéndolo –el contar, decir, pensar, respirar– más de seis décadas. Y siempre siendo, nada más y nada menos, que él mismo, Bob Dylan... un verso propio en todas y cada una de sus versiones, con todo lo que eso significa.

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