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28 de marzo de 2024

Fernando García de Cortázar

Fernando García de Cortázar

Diez pensadores ilustres sobre la España de ayer y de hoy

Fernando García de Cortázar: «Hay demasiada miseria moral donde la Transición se revive como una mentira descomunal»

El historiador y escritor asegura que la sociedad española está sufriendo una crisis radical, «difícilmente reversible», en la que se han instalado el escepticismo y la frivolidad donde antes habitaban las ideas y las creencias

Fernando García de Cortázar (Bilbao, 4 de septiembre de 1942) es sacerdote jesuita, catedrático de Historia Contemporánea por la Universidad de Deusto y director de la Fundación Vocento. Su último libro se titula Paisajes de la Historia de España (Espasa), un viaje sobre las huellas de los que vivieron en muchos de sus pueblos y ciudades. La conformación, pieza por pieza, de «el puzle de nuestra historia», como dice la sinopsis de la obra, que a buen seguro estas preguntas sobre la España de hoy le han empujado, con creces, a volver a recorrer.
–Cómo ha cambiado España a su juicio en los últimos 50 años?
–Las naciones cambian. La Inglaterra de Shakespeare es muy diferente a la de Dickens. La España de Quevedo tiene muy poco que ver con la de Jovellanos, pese a que apenas cien años separan una de la otra. España, por otra parte, es uno de los países europeos que más ha cambiado en el último siglo. Yo he conocido, por lo menos, tres de sus variantes. La España de finales de los años 40 y principios de los 50. La España de los Planes de Desarrollo y la legitimación de Franco en el exterior, en la que el rechazo a la dictadura dio lugar a un brillante florecimiento artístico y literario. Y la España de la democracia, que cuarenta y cinco años después de la muerte de Franco se ha convertido en un país completamente distinto.
Sin pecar de pesimista debo reconocer que la sociedad española está sufriendo una crisis radical , difícilmente reversible, de lo que en otra época entendía por jerarquía del saber, por liderazgo del pensamiento, por hegemonía cultural. Los sistemas educativos que antes buscaban la excelencia han sustituido el conocimiento humanístico y científico por la mera adquisición de habilidades lingüísticas y técnicas. Donde habitaban las ideas y las creencias, se han instalado el escepticismo y la frivolidad.

La Transición no fue un pacto de silencio ni un manto del olvido sino el mejor de nuestros episodios nacionales

–¿Qué caracteriza a un intelectual español, si es que existe hoy tal figura?
–Es difícil que llegue a precisarse cuál sea la función de un intelectual español en un mundo que ha dejado de tomarse en serio a los intelectuales. Porque, un tiempo que ya no busca la verdad, o que ha llegado a afirmar que esta ni siquiera existe; un mundo que confunde la tolerancia con el relativismo, difícilmente prestará atención a lo que algunos consideramos una dolorosa ausencia. Algo parecido podría decir si me preguntara por un intelectual cristiano. Por otra parte, no creo que lo que resta aún de intelectualidad liberal, marxista o conservadora esté en mejores condiciones frente a la hegemonía de opinadores superficiales y gesticulantes demagogos de nuestra desgraciada actualidad cultural, tertulianos convertidos en «intelectuales orgánicos» a los que se pregunta de todo y se obliga a responder de todo.
–¿Cuál es la mayor diferencia entre los políticos de la Transición y los actuales?
–Los políticos de la Transición miraban al pasado con responsabilidad. Tuvieron claro que la guerra civil era ya historia y que debía entregarse a los historiadores y nunca su recuerdo debía servir para dividir a los españoles. La Transición no fue un pacto de silencio ni un manto del olvido sino el mejor de nuestros episodios nacionales, donde los salvadores de la patria o los demagogos siempre dispuestos a escarmentar en sangre ajena dieron paso a hombres y mujeres que tuvieron la mezcla de imaginación política y templanza necesaria para creer en la viabilidad de un sistema democrático en el que hubiera sitio para todos.
Creo que hay demasiada miseria moral y escasa densidad cívica en aquellos ambientes en los que la Transición se revive como una mentira descomunal que arrebata a nuestros jóvenes esa parte indispensable de nuestra historia. Es un verdadero saqueo cultural con consecuencias trágicas que tiñen de guerracivilismo la vida pública.

España ha perdido enjundia cultural , ha sufrido quizás como ningún otro país de Europa la liquidación del saber

–¿Le quita el sueño algún aspecto de la España presente?
– Como historiador debo luchar contra la gran manipulación que sufre la Historia en nuestro país y contra las maquinaciones que padece el idioma común de todos los españoles. «Normalización», es la terrible y amenazadora palabra empleada por los gestores de las comunidades bilingües para que la lengua autóctona ocupe todos los ámbitos de la vida oficial y social de la región, relegando al español a un papel secundario.  
Le diré que contemplo esta existencia mía, sin jactancia alguna, pero con plena seguridad de que, en otro tiempo, incluso no hace demasiado, se disponía de unos recursos culturales hoy abandonados. Y esto sí me duele por lo que supone de desvalimiento de los españoles.
¡Cuánto se echa de menos aquella forma de los intelectuales de comienzos del siglo XX de hablar para España no en voz alta, sino con palabras de altura! Hoy los intelectuales están desaparecidos.
–¿Es la cultura española actual mejor o peor que la que había hace 50 años?
–España ha perdido enjundia cultural , ha sufrido quizás como ningún otro país de Europa la liquidación del saber. Voy a ponerle un ejemplo. Jorge Semprún, Juan Marsé y Vázquez Montalbán ganaron el Premio Planeta en 1977, 1978 y 1979 respectivamente, con un admirable ejercicio de inteligencia narrativa, que nos lleva a un momento concreto de la historia de España mediante unos personajes que sobreviven al tiempo y siguen respirando en la actualidad. ¿Qué escritores han sido premiados en los diez últimos años? Recuerde la Barcelona de los años sesenta y primeros setenta que arropó la irrupción literaria de tantísimos escritores; una ciudad múltiple, diversa, polifacética...Y piense en la Cataluña actual víctima del nacionalismo identitario y de la bipolaridad despiadada impuesta por el independentismo, rota la cohesión social, ridiculizada la inteligencia y enfangada la moral y con una imagen violentamente supremacista.
¿Cuántos leemos hoy a Azorín, gran maestro del estilo literario ? ¿Y cuántos a Cela, que como suele decir Juan Manuel de Prada representa la escritura total, la escritura insomne, indeclinable y pugnaz? Aquí se ha producido una quiebra cultural enorme. Y eso hay que decirlo. No puede ignorarse tampoco que las empresas editoriales –quizá por instinto de supervivencia –se han adaptado a la trivialidad ambiental y rebajado sensiblemente sus niveles de exigencia literaria.

Nos ha ido muy bien con la monarquía parlamentaria y sería suicida tratar de removerla

–¿Cree que los jóvenes seguirán viviendo en una España unida y en forma de monarquía parlamentaria?
– Yo desearía a las generaciones más jóvenes que vivieran en una España unida y sin graves tensiones entre sus territorios que la debilitan en el concierto internacional.
Como el principal campo de fabulación nacionalista es la historia urge recuperar en la escuela y en la calle la Historia de España que no por ser plural debe dejar de ser común. Desde 1975 hemos asistido a un proceso político e intelectual en el que se ha exaltado machaconamente la diversidad de los componentes territoriales y culturales de España hasta llegar incluso a negar la existencia de esa comunidad nacional que llamamos nación española. 
Habrá que librar a la ciudadanía de las insidias interesadas de los nacionalistas que se refieren a la artificiosidad de España como nación. Nos ha ido muy bien con la monarquía parlamentaria y sería suicida tratar de removerla.
–¿Qué tres figuras culturales españolas de hoy cree que sobrevivirán al paso del tiempo?
–En estos tiempos convulsos resulta difícil contestar a su pregunta porque sabemos que no hay nada ganado firmemente. Aunque sea como entretenimiento periodístico y pensando en el legado que permanece vivo aunque el artista haya desaparecido hace unos años mencionaré esas tres figuras culturales. Todos son de «mi» tiempo. Cristóbal Balenciaga, el modisto más influyente y admirado de la historia, creador de vestidos icónicos para media mundo de la realeza y el cine; el escultor Eduardo Chillida ,obsesionado con dar vida al espacio; Antonio López, el pintor que ha convertido Madrid en obra de arte. Me gustaría también ,ya que me apasiona la literatura, que sobreviviera Juan Marsé del que he aprendido que no hay escritor sin memoria, sin imaginación y sin infancia.

Todo comienza en el verbo, todo arranca de la palabra. También la arrogancia impostada, el populismo desmelenado

–Vivimos en la era de una gran batalla cultural: la corrección política, la cancelación, el lenguaje inclusivo… ¿Un avance o una nueva forma de censura?
–Un retroceso, sin duda. Una especie de nueva Inquisición, con funcionarios del poder que actúan de policías del pensamiento y redoblan la capacidad de esperpento de la política española. Y tenemos que seguir dando la razón al evangelista San Juan: todo comienza en el verbo, todo arranca de la palabra. También el desbarajuste doctrinal, la arrogancia impostada, el populismo desmelenado. Pocos podían suponer que la violencia más atroz contra los principios de una civilización, se realizara, precisamente usurpando el significado de las palabras, golpeándolas hasta dejarlas sin sentido. Todos los proyectos totalitarios se han dotado de su propio idioma, de un curioso lenguaje, en el que la libertad, la democracia y la igualdad designaron, paradójicamente, lo que siempre hemos tomado por tiranía o exclusión. 
–Mirando el recorrido de su vida ¿Le queda algo por cumplir?
–Ninguna vida humana logra realizar lo que está contenido en potencia en el espíritu y siempre nos quedan planes, proyectos, esperanzas, algo por cumplir como usted dice. De todas formas debo confesarle que no concibo mi existencia como una mera acumulación de méritos contables, ni me pregunto qué es lo que voy a dejar a la posteridad –qué solemne me pongo– como historiador. ¡Oh, no, ya estoy muy agradecido a mis lectores actuales como para pensar que sus nietos me van a mantener en sus bibliotecas! Mi condición de creyente en la vida eterna me ahorra esas preocupaciones. Quiero seguir esforzándome en ser testigo del mensaje del Evangelio y en la predicación de la buena nueva de que Jesús es nuestra esperanza. ¡Qué bien lo dijo el grandísimo místico y grandísimo poeta Juan de la Cruz: «en el atardecer de la vida seremos juzgados en el amor» !

Miembro de una familia de doce hermanos, he recibido de mis padres un enorme sentido de la Providencia de Dios

–¿Qué nos espera después de la muerte? ¿Se definiría como una persona de fe?
–Aunque mi religiosidad es culturalmente distinta de la del discípulo de Freud, K. Jung, me identifico con la respuesta dada por él , en una famosa entrevista realizada poco antes de morir, a la pregunta de ¿Cree en Dios? «No necesito creer. Lo sé», dijo. Tal es la fortaleza de mi creencia, gracias a Él, que me permito manifestarla con la contundencia de una verdad matemática. Miembro de una familia de doce hermanos,  he recibido de mis padres un enorme sentido de la Providencia de Dios y de la necesidad de la oración como un latido vivencial con el Creador, un Jesús nada domesticado que mueve y conmueve ante el cual se pudiera bailar de gozo o blasfemar de desolación como decía el teólogo luterano Bonhoeffer.
–¿Se atreve a contarnos algo que no haya referido jamás en una entrevista?
–No me provoque, no me provoque para sacarme información puesto que sabe que a lo largo de mi vida he sido escoltado doce años por amenazas de ETA y tuve mis manifiestas divergencias y desencuentros con la jerarquía de la Iglesia en el País Vasco. Pero acepto su provocación y le respondo con algo más amable. Mi amigo, el alcalde por antonomasia de España, el histórico socialista coruñés Paco Vázquez, me dijo que el ayuntamiento de Salamanca me debería hacer hijo adoptivo de su hermosísima ciudad por la difusión de lo que he llamado «patriotismo cultural», siempre poniendo como ejemplo la historia, el arte y el pensamiento de la urbe de Fray Luis de León y Unamuno. En la próxima entrevista, otra confidencia.
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