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04 de mayo de 2024

Apollinaire y su esposa Jacqueline, en la terraza de su apartamento en el número 202 del Bulevar Saint-Germain, en mayo o junio de 1918, a penas unos meses antes de morir el poeta

Apollinaire y su esposa, Jacqueline, en la terraza de su apartamento en París, en mayo o junio de 1918, apenas unos meses antes de morir el poeta

Apollinaire, el poeta que dio nombre al surrealismo después de vivir en él durante toda su vida

De origen polaco, nació en Roma un 26 de agosto de 1880. Fue ideólogo de las vanguardias del siglo XX e íntimo de Picasso, junto a quien fue detenido tras el robo de La Gioconda

Se podría decir que Guillaume Apollinaire, cuyo nombre real era Wilhem Albert Wlodzimierz Apolinary Kostrowitzcky, además de inventar la palabra surrealismo, realmente lo vivió desde que salió del vientre de su madre polaca, casi la única certeza de una existencia que él mismo se encargó de enrevesar como si verdaderamente hubiera nacido surrealista sin saberlo casi hasta el final de sus días.
A los seis años se trasladó a Francia desde Mónaco en una suerte de invisible arraigo que expresó en sus primeros poemas con evidente obsesión por la melancolía y el recuerdo, en una mezcla surrealista, siempre surrealista, con el erotismo y el amor. No es de extrañar que la vanguardia artística acabara por salir de semejante cuadro.

El robo de 'La Gioconda'

Casi predestinado vivió en París tocado por el dadaísmo, el futurismo o el cubismo del que fue principal elemento su amigo Pablo Picasso (con quien navegó en el Bateau Lavoir de Montmartre), ambos detenidos como sospechosos del robo de La Gioconda. Resultó que cuatro años antes del robo por el que el público acudía en masa al Louvre para ver el hueco en la pared dejado por el ladrón, Picasso compró por 50 francos unas estatuillas robadas del gran Museo parisino con la intermediación de Apollinaire.
Caricatura de Apollinaire, por Picasso

Caricatura de Apollinaire, por Picasso©KORPA

Poco después los jóvenes quisieron deshacerse de ellas, pero el poeta intentó venderlas y le descubrió la policía. Esos antecedentes pesaron tras el robo de la Mona Lisa. Dicen que hubo un interrogatorio en el que el malagueño dijo delante de su amigo que no lo había visto nunca. Picasso habló de aquello en una entrevista medio siglo después y confesó que todavía estaba avergonzado.
Fue este un episodio surrealista de juventud en la surrealista vida de Apollinaire, que marchó a Alemania para trabajar como inopinado tutor de la hija de una vizcondesa y luego volvió a París para hacerse contable y también crítico de arte en una, por supuesto, surrealista trayectoria laboral en cuya última parte encontró una mediana «estabilidad», una sola mención de una palabra que debió de producirle la suficiente incomodidad como para idear los caligramas, una suerte de poesía y tipografía.
Caligrama de Apollinaire

Caligrama de Apollinaire

Poesía visual que buscaba tender puentes, casi unir como si construyese ciudades, todos los géneros del arte. Todo el surrealismo artístico y vital de Apollinaire (nombre de la corriente que creó oficialmente en 1917 en una carta al poeta Paul Vermeé al calificar su propia obra Las Tetas de Tiresias de «drama surrealista») fue nada más y nada menos que la única forma que tenía de ver la vida.
Un ideólogo, cuentan que de gran vitalidad y optimismo, que influyó en todos los que le rodearon, a partir de lo cual nació buena parte del nuevo arte y la modernidad del siglo XX que comenzaba. Nómada real e íntimo, se alistó en el ejército francés para conseguir una nacionalidad surrealista que se le concedió en 1916, solo dos años antes de morir, justo después de ser herido en la cabeza por un trozo de metralla en la Guerra.

«A bas Guillaume!»

Su trascendencia fue reconocida tras su muerte por Picasso, Chagall y otros artistas, los mismos que le dieron sepultura inmortal en el cementerio de Pére Lachaise, muy cerca de la de Marcel Proust, otro francés, al fin, como él.
Un surrealismo que continuó y terminó con su fin, el del polaco de origen (dicen que italiano por parte de padre), que se crio en Mónaco, vivió en Francia sin saber de dónde era y donde se hizo francés para terminar muriendo en 1918 (un día que la gente en París gritaba por la calle: "A Bas Guillaume! (¡Abajo Guillermo!), y en su delirio el poeta creía que se lo decían a él en vez de al Káiser Guillermo) de gripe española.
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