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29 de marzo de 2024

Retrato fotográfico de la reina de Isabel II de España por J. Laurent

Retrato fotográfico de la reina de Isabel II de España por J. Laurent

La olvidada entrevista de Benito Pérez Galdós a Isabel II, 'La de los tristes destinos'

Durante el exilio parisino la Reina recibió la visita de uno de los mejores cronistas en la historia de España concediéndole una entrevista. Recopilamos algunas de las declaraciones más impactantes

Todo en la vida de la Reina Isabel II de España fue demasiado rápido: fue heredera con tres años, mayor de edad con trece y sin educación formal desde entonces, se casó a los 16 años y estuvo exiliada con 38 años, en París, donde el tiempo le dio una tregua. Durante su exilio, tuvo la oportunidad de entablar una amistad con el embajador español en París, Fernando León y Castillo. Este resaltaría de la Reina su chispa, encanto y simpatía.
Las numerosas relaciones extramatrimoniales y la concepción política de Isabel II le llevaron a ser la Reina más difamada de su tiempo, tanto dentro como fuera del país. Lo cierto es que solo el paso de los años puede determinar si los errores de su caótico reinado fueron culpa suya o de sus irresponsables cortesanos y líderes políticos. Benito Pérez Galdós publicó un reportaje en el diario El Liberal de Madrid el 12 de abril de 1904, en donde incluye la entrevista que realizó a Isabel II en 1902 en París. Aquel extenso artículo significó un cambio en el tratamiento del personaje histórico, pues rompe con el estereotipo de la «pérfida Isabel» creado por la prensa liberal y republicana del Sexenio Democrático. Galdós aportó una visión de la soberana totalmente imparcial que años más tarde le servirían para retratarla en La de los tristes destinos, su décima y última novela de la cuarta serie de los Episodios nacionales.
La publicación del diálogo entre ambos ayudó a dar una imagen muy distinta de una Reina que a su muerte seguía siendo una desconocida para los españoles, a pesar de todas las leyendas y calumnias que se contaron sobre ella.
«Te contaré muchas cosas, muchas, unas para que las escribas…, otras para que las sepas», fueron las palabras de Isabel II a Galdós.
El escritor describiría a la soberana como «generosa, olvidó las injurias, hizo todo lo bien que pudo en la concesión de mercedes y beneficios materiales, se reveló por un altruismo desenfrenado, y llevaba en el fondo de su espíritu un germen de compasión impulsiva» Estas son algunas de las declaraciones más impactantes de la entrevista entre Galdós y «la de los tristes destinos»:
Benito Pérez Galdós en el retrato que cuelga en su casa museo

Benito Pérez Galdós en el retrato que cuelga en su casa museo

Autocrítica

  • «Yo tengo todos los defectos de mi raza, lo reconozco; pero también alguna de sus virtudes».
  • «Sé que lo he hecho muy mal; no quiero ni debo rebelarme contra las críticas acerbas de mi reinado… Pero no ha sido mía toda la culpa; no ha sido mía…».

Malas compañías

La infancia de Isabel II estuvo enmarcada en una lucha entre moderados, progresistas y absolutistas, así como de los hombres de su madre, la regente María Cristina, por moldear en su beneficio a la futuro Reina de España. Entre todos consiguieron aturdir y provocar a la niña graves carencias afectivas.
«Los que podían hacerlo [guiarla] no sabían una palabra de Gobierno constitucional; eran cortesanos que solo entendían de etiqueta, y como se tratara de política, no había quien los sacara del absolutismo. Los que eran ilustrados y sabían de constituciones y de todas estas cosas, no me aleccionaban sino en los casos que pudieran serles favorables., dejándome a oscuras si se trataba de algo en que mi buen conocimiento pudiera favorecer al contrario.
¿Qué había de hacer yo, tan jovencilla, reina a los catorce años, sin ningún freno en mi voluntad, con todo el dinero a mano para mis antojos y para darme al gusto de favorecer a los necesitados; no viendo a mi lado más que personas que se doblaban como cañas, ni oyendo más que voces de adulación que me aturdían? ¿Qué debía hacer yo?... Póngase en mi caso».

Laberinto político

«Pónganse ustedes en mi caso. Metida en un laberinto, por el cual tenía que andar palpando las paredes, pues no había luz que me guiara. Si alguno me encendía una luz, venía otro y me la apagaba...».
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