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02 de mayo de 2024

Mondeño en 1966

Mondeño en 1966GTRES

Mondeño, el niño que fue torero para no ser pobre, fraile para huir de sí mismo y mundano para vivir y acabar sus días

El matador gaditano murió el pasado día de Reyes a los 89 años en Sanlúcar la Mayor después de una vida de miseria, luces, dinero y calma

Que Juan García Jiménez quería evitarse desde que tuvo uso de razón es casi un hecho científico si no se estuviera hablando de toros y de vida más allá de la biología. Primero una abuela anticlerical le tapó los deseos misioneros, así que, como era pobre, tanto como el Niño Jesús nacido en un pesebre de Belén (Juan lo hizo en una choza a medio camino entre Puerto Real y Medina Sidonia), se hizo torero para escaparse de sí de otro modo y, ya de paso, hacerse rico.
El estatismo que le caracterizó fue la imagen clara de su huida íntima. La contradicción entre el correr exterior y el permanecer interior, casi como si quisiera que un toro se lo llevara por delante o al menos como si, si no quisiera, que le diera igual la proximidad de la muerte que a su vez le dio su virtud torera. Fue como si en la huida invisible encontrara la personalidad en una profesión que también le era ajena, a pesar de ser figura.

Dos años como dominico

Novillero estrella, también lo fue como matador. Millonario y famoso y herido con frecuencia en su quietud casi suicida, terminó por no encontrarse en los ruedos por donde había salido y salía y decidió meterse en un convento dominico para seguir saliendo. Dos años estuvo huyendo de este modo y dicen que no aguantó más por la dificultad de las letras, que se le hicieron tan cuesta arriba que acabaron dándole la vuelta como a un avión que se invierte en el cielo y luego vuelve a su posición inicial sin más alternativas.
Mondeño con los hábitos de fraile dominico

Mondeño con los hábitos de fraile dominicoGTRES

Un nuevo despegue no tan exitoso, pero sí fructífero porque era gran torero y además famoso por sus idas y venidas transmitidas en el NO-DO. Apenas tres años más y al final la despedida absoluta de las plazas y del mundo taurino y de la fama y de España para hallar en París durante tres décadas la vida de mundanidad con la que se quedó gracias a su negocio de coches de lujo. Coches de lujo y vida de lujo. El anonimato y el ser de los que había carecido que fueron el triunfo de la búsqueda vital que terminó el pasado día de Reyes en su último retiro sevillano.
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