Fundado en 1910

03 de mayo de 2024

El escritor Arcadi Espada

El escritor Arcadi EspadaGTRES

Entrevista

Arcadi Espada: «La democracia en España no se conquistó, se donó»

El escritor realiza en Vida de Arcadio (Península, Planeta) una tarea de periodismo y literatura con su yo de cuando murió Franco y el gobierno se democratizó

El barcelonés Arcadi Espada (1957) es uno de los varios periodistas y escritores españoles cuyo pensamiento y forma de expresión no pasan desapercibidos. A sus más de dos docenas de libros se une ahora Vida de Arcadio (Península, Planeta), en que cuenta en segunda persona cómo vivió la Transición. Distanciándose de aquel que fue, dialogando con él –la literatura en la que el «tú» no es el lector siempre será un recurso impactante–, y rebuscando en archivos y en conversaciones, aparece una época, una geografía, unas calles, mucha política, bastante sexo –Wilhem Reich ha sido un profeta mucho más influyente de lo que puedan imaginarse quienes niegan la existencia del marxismo cultural– y personajes abundantes.
–Al comienzo de este libro se dice que las informaciones contenidas proceden de «documentos públicos y privados y de testimonios de algunos de sus protagonistas». ¿Todo cuando aquí se cuenta es verdad?
–Sí, naturalmente. Esos son los términos del contrato que uno extiende con el lector y que uno puede traicionar, como en el caso paradigmático de Truman Capote y A sangre fría, o que uno puede respetar, como es mi caso.

Yo no soy Arcadio. Él tuvo una pulsión coleccionista respecto de su vida muy sorprendente

–¿El motivo para escribir este libro es una catarsis, necesidad de confrontación, ajustar cuentas?
–Pues no, lo siento, pero no es nada de eso. Este libro lo único que pretende, aparte de ganar dinero, es cumplir con el sentido que tiene mi escritura, que es dar, en la medida de mis posibilidades, un testimonio de la vida que me ha tocado vivir. Esa es la cuestión fundamental.
–Llama la atención la cantidad de referencias a billetes, anotaciones, carpetas, archivos. ¿Usted ya guardaba todo eso en aquel entonces?
–Lo guardó Arcadio. Yo no soy Arcadio. Él tuvo una pulsión coleccionista respecto de su vida muy sorprendente. Podía guardar un billete de un autobús que cogió cuando fue a entrevistar a un flamenco en Morón de la Frontera. Y yo he tenido la inmensa fortuna de poder acceder a su archivo y, naturalmente, eso ha sido decisivo a la hora de confrontar los recuerdos que yo guardo de nuestras conversaciones con la realidad documental que está en su archivo.

La Transición era una donación de las élites

–El libro habla, evidentemente y como dice el título, de la vida de Arcadio, pero también de un lugar, básicamente Cataluña, y de una época, que es la Transición. ¿En aquella Cataluña ya estaba la actual, la de la declaración de independencia de 2017, la de la inmersión lingüística, la de una TV3 donde los castellanoparlantes son los catetos?
–No, esa Cataluña no estaba ahí, porque entonces Arcadio andaba en sus primeros años de juventud. Este libro va del 75 al 81 y todo esto estaba, digamos, en ciernes. Yo tengo un libro que se llama Contra Cataluña, donde explico todo ese proceso de una manera mucho más precisa. Evidentemente, Arcadio tuvo relaciones con el nacionalismo. En el libro se explican cuáles fueron, y también algo que es muy característico de su vida. Y es que él jamás tuvo problemas con el nacionalismo, porque nunca el nacionalismo se manifestó del modo agobiante en que Arcadi ha tenido que sufrirlo.

Hay dos tipos de escritores. Uno se dedica a la literatura de imaginación, y otro se dedica a la literatura de los hechos. Yo me dedico a esa literatura

–Al elaborar este libro, usted ha retornado a muchas personas o a los hijos de algunos de los protagonistas. De Ramón, uno de sus antiguos amigos, usted no sabía nada, y se enteró buscando en Google de que había muerto. Este recorrido ¿cómo ha cambiado o ha afectado a Arcadi?
–Eso es uno de los aspectos más interesantes de la producción del libro. Hay dos tipos de escritores. Uno se dedica a la literatura de imaginación, y otro se dedica a la literatura de los hechos. Yo me dedico a esa literatura. Y esa literatura tiene algunas características muy singulares. Una de ellas es que, al interactuar con lo real, nunca sabes muy bien —y de verdad no lo sabes, no como los novelistas, que fingen no saberlo— adónde te va a llevar el libro, porque interactúas con personas vivas o con personas que han existido. Este libro tiene una pequeña trama, que se trata de buscar a aquellos compañeros de Arcadio que coincidieron con él en aquel campamento comunista, y, al salir a buscarlos, me he llevado grandes sorpresas. Una de ellas es que no todo el mundo tiene la misma relación con el pasado. Eso era algo que ya sabía, pero comprobarlo en carne propia ha sido un asunto bastante conmocionante. Y otro aspecto conmocionante es que algunos de los personajes de mi libro se me han muerto mientras estaba escribiéndolo.

La política tenía que entrar en la alcoba, y eso, naturalmente, es una estupidez colosal

–Hablando de la comuna en que usted vivió, y que se llamaba El Corro, ¿la revolución sexual era la manera de hacer política? Porque, al final, se trataba de lograr un cambio social.
–En el código cultural de esas personas que Arcadio conoció y con las que vivió, y de alguna parte de su generación, estaba muy grabado que la revolución no era solamente cambiar las estructuras políticas convencionales, sino que se trataba también de cambiar la vida, y, por tanto, un orgasmo podía ser un acto político, como Wilhelm Reich les enseñó en un libro fundamental para esta generación que se llamó La revolución sexual. Eso formó parte de la educación de Arcadio y de tantos como él. El hecho de que la política tenía que entrar de alguna manera en la alcoba, por así decirlo. Eso, naturalmente, es una estupidez colosal. Lo que pasa es que estas estupideces colosales, como tantas otras que se explican en el libro, Arcadio las decía desde la marginalidad de muchachito, de un periodista con influencia limitada. Y lo decía desde un rincón de la vida. El problema es que tonterías similares a estas se dicen hoy desde el Consejo de ministros.

Arcadio luchó contra los capellanes de derechas, y yo he luchado, y lucho hoy contra los capellanes de izquierdas

–O sea, que, en cierto modo, ha habido una victoria de El Corro.
–[Se ríe] Eso estaría bien. De El Corro exactamente no, porque, aun en su precariedad, era más estudioso, y cognitivamente más sólido que las personas que hoy se sientan en el Consejo de ministros. Pero es evidente que esa reflexión que usted plantea es perfectamente legítima hacerla, cuando alguien, desde una Secretaría de Estado, desde el Ministerio, dice que lo privado es político. Eso no tiene vuelta de hoja. Es verdad que España, en ese sentido, es un país especialmente pintoresco. No hay en los gobiernos europeos un Consejo de ministros como el español. De todas maneras, y aun reconociendo esta circunstancia que usted menciona, le tengo que decir que en el libro hay alguna reflexión respecto a la lucha de Arcadio contra los capellanes. Arcadio luchó contra los capellanes de derechas, por así decirlo, y yo he luchado, y lucho hoy contra los capellanes de izquierdas. La única diferencia —y no es favorable a los capellanes de hoy— es que los capellanes de derechas por lo menos sabían que lo eran y no se ocultaban. Pero estos capellanes —más bien capellanas— de izquierdas no tienen conciencia de serlo y no se muestran como lo que son, unas perfectas reaccionarias.

UCD fue un partido hecho para la ocasión, igual que lo fue el PSOE

–Uno de los personajes que aparecen en libro es Rodolfo Martín Villa. El protagonismo, durante la Transición, de políticos procedentes del franquismo que se han integrado en la democracia. ¿Ha sido una derrota de la corriente con la que se identificaba El Corro?
–El Partido Comunista, en los momentos en que Arcadio militó en él, era el partido del orden. Mientras que el Partido Socialista no existía. Fue una cosa que se hizo tan rápida como la UCD. Esta es otra de las grandes mentiras de nuestro tiempo. Se dice que la UCD fue un partido hecho para la ocasión. Pero igual lo fue el PSOE. El PSOE y la UCD comparten esa característica de ser partidos formados en función de las circunstancias, por mucho que el Partido Socialista presume de cien años de honradez… y cuarenta de vacaciones, como decían entonces. El Partido Comunista, aun fracasando evidentemente en su lucha antifranquista, era el partido que interpretó más claramente la debilidad profunda de la oposición antifranquista y el hecho de que la Transición era una donación de las élites que para nada tuvo que ver con lo que el pueblo, así considerado, quisiera. Y Martín Villa era un franquista que dejó de serlo, como tantos otros, y como tantos comunistas que dejaron de serlo. De modo que Rodolfo Martín Villa es uno de los donantes de la democracia, como lo fue Adolfo Suárez, Torcuato Fernández de Miranda, el propio rey… La democracia fue una donación y fue maravilloso que así sucediera, porque realmente evitó muchos problemas derivados de eso que la ética revolucionaria llama la conquista de la democracia. La democracia en España no se conquistó, se donó.
Comentarios
tracking