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09 de mayo de 2024

Miguel Hernández lee su poema en la Plaza de Ramón Sijé

Miguel Hernández lee su poema en 1935

¿Quién fue Ramón Sijé, el fascista al que cantó Miguel Hernández y como él muchos artistas de izquierdas?

Se cumplen 110 años del nacimiento en Orihuela del intelectual efímero cuyo elogio contrario sería imposible en la España de Pedro Sánchez

La Elegía a Ramón Sijé es uno de los poemas más bellos y recordados de Miguel Hernández, de quien Ramón (en realidad José Ramón Marín Gutiérrez) era amigo íntimo. No solo de Miguel Hernández. También, por ejemplo, de Ernesto Giménez Caballero, otro intelectual que fue el introductor del fascismo en España. Si Ramón Sijé viviera hoy no tendría cabida en la España que prepara Sánchez, donde la «ultraderecha», como concepto hallado por el ínclito presidente y sus socios de Gobierno, es genéricamente apartada sin matices.

El eterno amigo

En la España de hoy el comunista Miguel Hernández no le hubiera escrito un poema a la muerte de su amigo fascista. Y quizá este sea el rasgo más distintivo de la España de hoy y de ayer. Actualidad es la revista católica donde empezó a escribir Pepito, como le llamaban, semanario católico distinto a la revista Voluntad, donde compartió colaboración con el poeta y amigo íntimo paisano. En ella adoptó su pseudónimo, Ramón Sijé (su hermano Gabriel también se «apellidó» así), formado por una combinación de su nombre y sus apellidos, pero que no fue el único. «Chás» o «José Oriolano» fueron otros.
Destellos fue el siguiente destino, donde Sijé y Hernández se hicieron verdaderamente amigos. Sijé fue partidario de la República en sus primeros tiempos, como Ortega. Se ubicó en el Partido Republicano Federal junto a Azorín. Se juntó con gente de La Barraca, donde estaba Lorca, y se carteó con Pemán, Juan Ramón Jiménez o Manuel de Falla. Su catolicismo fue la vía de entrada de otros matices en su ideario, por donde llegó la influencia de Giménez Caballero.
Hay teorías encontradas. Unas que dicen que Sijé, el articulista, el ensayista, el estudiante de Derecho premio especial, el eterno fundador de revistas, el autor de La decadencia de la flauta y el reinado de los fantasmas y el eterno amigo de Miguel Hernández, muerto a los 22 años en 1935 de una infección, nunca fue fascista. Y otras que dicen que sí lo fue. Incluso estas dicen que Miguel Hernández, en situación económica apurada, se «contagió» de su nacional-catolicismo, llegando a escribirle a Lorca: «Soy, sin ser nada, comunista y fascista». Hernández se sentía a la órdenes de Sijé, en deuda, en una amistad ¿interesada? José Bergamín decía que no había nada que les uniera, pero sin embargo quedó esta Elegía al «compañero del alma, compañero», el fascista al que también cantó, por ejemplo, Serrat.

'Elegía a Ramón Sijé'

Elegía a Ramón Sijé
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería)


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
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