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29 de abril de 2024

Gregorio Luri durante el coloquio en la Fundación Tatiana

Gregorio Luri durante el coloquio en la Fundación Tatiana

Coloquio

Gregorio Luri: «En los libros de texto se evita mencionar a la nación española y no se critica a ETA»

Gregorio Luri habla sobre la necesidad de asentar en España una conciencia cívica y patriótica que en nada se parezca a los contenidos de «ciudadanía global» que hoy abundan en los manuales escolares

La Fundación Tatiana organiza seminarios, conferencias, cursos y actividades con una orientación humanística y, en bastantes casos, enfocados a las nuevas generaciones, como su programa de liderazgo cívico, en colaboración con universidades públicas. Dentro de este contexto cabe ubicarse el coloquio que ha impartido Gregorio Luri con el título La educación cívica en España: Una ciudadanía sin patria. Ha sido un acto destinado a preguntarse si, en el país de Miguel de Cervantes y Menéndez Pidal, cabe una conciencia compartida que, a la vez, sea cívica y patriótica.
Ante un auditorio desbordado, Luri ha explicado «hasta qué punto es posible una didáctica» que permita a los españoles, desde pequeños, adquirir las suficientes nociones de vida común. Sin embargo, en su opinión «la educación cívica tiene una historia triste en España», pues no cuenta con «reflejo en los planes de estudio». Aunque estas palabras pueden sonar duras, el filósofo navarro ha añadido su habitual bonhomía, esperanza y humor a lo largo de su conferencia. Y ha apostillado: «Me dicen: ‘Eres un provocador’, y yo respondo: ‘De eso se trata’».

Cuando tuvimos Estado, no fuimos capaces de construir una patria

Señala Gregorio Luri que los problemas actuales ya se han venido dando en otras épocas. Evoca el concepto de patria de Pérez Galdós: «Madre que cuida igual de todos sus hijos, tanto del deforme y feo como del hermoso y robusto». Aplicando una perspectiva amplia, asegura que, durante la guerra contra Napoleón, España tenía «patria, pero no Estado»; luego vinieron las contiendas civiles –alzamientos liberales, guerras carlistas– en las que se mostraba el profundo desacuerdo sobre el tipo de Estado que se pretendía tener.
De esta manera, y recordando palabras de Maura, España se sumió en la «dificultad de sumar consensos, integrando desde los extremos». Faltaba «la obediencia voluntaria de los ciudadanos a las instituciones». Durante mucho tiempo, «el vínculo de unidad nacional ha sido la monarquía», la cual, junto con el ejército y la Iglesia, ha constituido la base institucional; por eso, quienes las atacaban «sabían lo que hacían».
Para Cánovas y Maura, lo característico de la Corona española es que «preside una sociedad llana y no articulada», de modo que constituye un elemento de integración. Aunque, «cuando tuvimos Estado, no fuimos capaces de construir una patria», dice Luri.
Gregorio Luri durante el coloquio

Gregorio Luri durante el coloquio

Según Luri, los tres aspectos que en España han impedido esta educación cívica se deben a que «España siempre es católica, es de carácter exagerado y carecemos de mentalidad jurídica». Para explicar lo primero, el rasgo católico, acude a la etimología griega: katholikós –es decir, katà + holos, «conforme a lo completo, dirigido a la totalidad»–, de modo que no se trata sólo de una faceta religiosa, puesto que «somos muy estimadores de todo lo bueno que hay en todo el linaje humano».
Por tanto, cuando hace cien años se discutía sobre la patria, en El Debate se podía leer: «Con la patria o contra la patria, pero siempre con la justicia». En este sentido, decía Antonio Fontán que «sin el beneplácito de la Iglesia católica, Franco habría quedado reducido a un general que hubiera liderado un pronunciamiento, en vez de ser una especie de cruzado»; además, el régimen franquista encomendó la educación al Vaticano, que «no deja de ser un estado extranjero».

La educación cívica en España no es tarea fácil

De catolicismo ha disertado mucho Luri. De acuerdo con Bergson, «Sócrates y Jesucristo fueron los profetas de la sociedad abierta», pues la sentencia «amad a vuestros enemigos» supuso el tránsito de lo cerrado a lo abierto, a lo «católico». De igual modo, «sólo una sociedad cristiana» incurre en la hýbris [osadía, atrevimiento, desmesura] de elaborar teología», y es que «las facultades de Teología son la cuna de la universidad; sin capillas, no habría habido universidad», dice, en referencia a los políticos que han asaltado capillas de universidad o han intentado cerrarlas.
Además, la denominada «doctrina española» de los siglos XVI y XVII, precisamente por su mentalidad católica, era la única del momento y la primera de la Modernidad que aseguraba que «el reino no pertenece al rey, y la potestad es de la comunidad». Autores como Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta o Diego de Covarrubias defendían que había formas diversas de gobierno y que, en palabras de Francisco Suárez, «La naturaleza no hace reyes». Y comenta Luri: «Locke no dijo nada que antes no hubiera dicho mejor Suárez».
Gregorio Luri en la Fundación Tatiana

Gregorio Luri en la Fundación Tatiana

En referencia al carácter exagerado de lo hispano, Luri retoma una anécdota de Cánovas, quien decía que los extranjeros solían sorprenderse «del maximalismo» de nuestros debates. Desde 1898 tendemos a exagerar «nuestro malestar, autocrítica y deficiencias». En lo tocante al tercer rasgo, también nos abocamos a situaciones extremas: «el fervor justiciero» seguido de una profunda lástima por el ajusticiado y un consiguiente perdón, además de «falta de fe en la legalidad» y nuestra «propensión a la arbitrariedad».
En opinión de Luri, «la educación cívica en España no es tarea fácil», porque muchas leyes que han intentado introducir algo de este tipo en los planes de estudio han resultado demasiado polémicas –Educación para la Ciudadanía– y, sobre todo, porque las asignaturas han sido «marías» y porque se han esforzado por generar una «ciudadanía mundial».

Ni un párrafo defiende la monarquía

Se trata de asignaturas que, aparte de contar con una dudosa eficacia, han dejado de lado, durante los últimos tiempos, cualquier referencia a la patria española. En estos manuales de texto «se evita mencionar a la nación española; no se encuentran críticas a ETA, pero sí al capitalismo; no hay un párrafo en defensa de la monarquía o de la unidad nacional»; en cambio, abunda «el multiculturalismo, la educación afectivo-sexual y la emergencia climática». ¿En esto consiste ser «buen ciudadano»? Pero ¿de qué país?
A ello se suma que, ya hace un siglo, los intentos por incorporar contenidos de civismo patriótico redundaron en fracaso, y en frente tenían a las escuelas de Ferrer i Guardia, en las cuales se enseñaba que «el patriotismo y la religión son supersticiones con que la burguesía domina al proletariado». Tanto en la etapa final del reinado de Alfonso XIII como durante la II República hubo esfuerzos por inculcar en los niños «virtudes cívicas y amor al país», y se quiso que España contara con algo similar a lo que era en Italia el libro Corazón, de Edmundo de Amicis. A lo más que se llegó fue a un concurso ministerial cuyo premio quedó desierto y a una obra del benedictino Pérez de Urbel que se adulteró en sus reediciones durante el franquismo.

El patriotismo «es la virtud más accesible», marcada por aquello que decían compartir en los años 70 Fraga y Carrillo: «la voluntad de convivencia»

En el punto en que nos hallamos, Luri atisba que la sociedad «anfibia, líquida, individualista, apolítica» –la que puede vivir, con igual indiferencia social y cultural, en Ginebra, Londres, Barcelona o Washington– va a llegar a su límite. No somos «clientes de un hotel» que sería el Estado, sino que hemos de apostar por una educación que nos haga entender que todo el gasto del Estado se paga con el esfuerzo de personas con rostro concreto, nuestros vecinos.
Por eso, el patriotismo «es la virtud más accesible», marcada por aquello que decían compartir en los años 70 Fraga y Carrillo: «la voluntad de convivencia». Es tiempo, pues, de reunirnos en grupos donde nos veamos las caras, y, como en el Decamerón, nos contemos historias. Historias donde recordemos lo bueno, porque, como decía aquel ciego de la anécdota de Nicasio Gallego, «las hazañas de Francia ya las cantan los ciegos de Francia».
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