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Misa y procesión de San Fermín

Figura de San Fermín

El capotico de San Fermín: la devoción de antes de la fiesta

El capotico es una prenda pequeña que se le coloca a la estatua de San Fermín antes del chupinazo que da comienzo a las fiestas

Con un estruendo. Así comienzan los Sanfermines, la fiesta española más internacional. Es el chupinazo que se tira desde la fachada del Ayuntamiento de Pamplona. El ruido da inicio a varios días de festejos que ponen los ojos del mundo sobre la capital de Navarra.

Todo el mundo conoce esta tradición, como también son famosos los tempranos encierros y las corridas de toros de San Fermín. De hecho, el cartel taurino de este año incluye a algunas de las principales figuras de la lidia, como Talavante, Morante de La Puebla, Roca Rey o Tomás Rufo.

Todo esto comienza a partir del 6 de julio. Pero antes de nada, hay una costumbre con la que los devotos «visten» a San Fermín como símbolo de protección ante lo venidero. Y es un ritual con una gran carga simbólica y emocional.

Se trata de la colocación del capotico, una pequeña prenda que se le coloca a la imagen del santo que alberga la iglesia de San Lorenzo. Esta es la historia de la devoción que precede al ruido de los Sanfermines.

El poder del símbolo del capotico de San Fermín

El capotico, el diminutivo de capote, es un pequeño manto rojo que se le impone a la figura de San Fermín el día 6 de julio a las 9h de la mañana. La estatua del santo se ubica en la capilla que lleva su nombre en la iglesia de San Lorenzo de Pamplona.

A pesar de la algarabía que lo sucede, el momento de imposición del capotico a la figura es íntimo y solemne, y reflejo de la devoción que despierta San Fermín en la ciudad. Un miembro de la Cofradía de San Fermín, o un representante, es el encargado de «vestir» al santo.

El manto que se le impone a la figura es un símbolo, un gesto con el que se expresa el deseo de protección que se le pide a San Fermín para Pamplona y a los que participan en los encierros y las celebraciones.

La devoción que se tiene por San Fermín ha perdurado, en forma, entre otras, de esta ceremonia a pesar de la globalización de las fiestas. Prueba de ello es que cientos de pamploneses acuden cada año a ver la figura ya engalanada para las celebraciones.

Más allá del ruido del chupinazo, el gesto de vestir al santo con el capotico se ha extendido como símbolo austero de la espiritualidad que todavía envuelve los Sanfermines. Es el inicio de la fiesta.

No es una ceremonia multitudinaria, pero se mantiene en el tiempo. Es el contrapunto al desenfreno y la adrenalina que pueblan las fiestas grandes de Pamplona, una devoción producto de la fe íntima en la protección del santo.

Los pañuelos rojos ondean en los atestados balcones de la capital de Navarra, los mozos se preparan para correr, tras un año, el primer encierro de los Sanfermines 2025. Y la figura ya está vestida, silente, para la fiesta con su capotico rojo sobre unos hombros en los que miles de personas han depositado su confianza y su fe.

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