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El Barbero del rey de Suecia

Poesía, cosa cordial

¿Y si Antonio Machado todavía pudiese darnos una lección novísima para los tiempos que corren?

El 26 de julio de 1875, hace exactamente 150 años, nacía en Sevilla, en el mismísimo Palacio de Las Dueñas, Antonio Machado. La fecha es tan redonda y Machado tan querido que no podíamos dejar pasar la ocasión de echar estas campanas al vuelo. Y eso que hacerlo implica un aprieto para el barbero del rey de Suecia. Esta página casi siempre juega con el factor sorpresa porque o barberiza libros recientes o libros que han pasado algo desapercibidos al lector culto habitual. El barbero cumple haciendo una llamada de atención. Pero don Antonio ni es nuevo ni es desconocido. Resulta familiar hasta para los bachilleres actuales y los fragmentos que recortaremos estarán ya, seguro, en la memoria sentimental de los lectores.

Aunque este conocimiento y este aprecio generalizado son una singularidad de la que sí se pueden sacar enseñanzas. ¿Y si Antonio Machado todavía pudiese darnos una lección novísima para los tiempos que corren? «No está el mañana –ni el ayer– escrito», como él mismo avisó.

Su poesía no destaca por su brillo. A menudo, repite temas, tonos y adjetivos: sus encinas son polvorientas, sus galgos agudos, sus cigüeñas garabatosas… Su obra no es nada moderna: abundan las trazas decimonónicas. Escribió relativamente poco, tres libros si nos ponemos avaros, cinco si sumamos las sucesivas ampliaciones de sus obras completas. Su biografía es triste, cansada, solitaria, pensativa y, finalmente, vieja. Hay poemas más endebles. Enseguida sintió un desfallecimiento lírico, y se orientó a la prosa más o menos filosófica, también interesante, como su Juan de Mairena. Él se hizo la autocrítica: «Poeta ayer, hoy triste y pobre / filósofo trasnochado, / tengo en monedas de cobre / el oro de ayer cambiado». Además, remató con este adagio: «Los grandes poetas son metafísicos fracasados».

Sin embargo, los lectores no lo olvidamos y sus mejores poemas, que no son pocos, nos producen un personalísimo estremecimiento. Su vida se nos ha hecho tan íntima que aún hoy lloramos con su duelo por Leonor y nos esperanzamos con sus atisbos de felicidad y de trascendencia. Nos reconforta su amistad con su querido hermano Manuel. Su influencia sobre la poesía española ha sido constante, por fortuna.

La razón de esta pervivencia estriba, a mi entender, en su concepto de poesía como cosa cordial, como reserva de autenticidad sentimental, sosteniendo siempre «el hilo que el recuerdo anuda al corazón», uniendo las palabras auténticas («unas pocas palabras verdaderas») al alma, «ese hondo cielo». Él lo supo: «Romanticismos muertos, / cursilerías viejas, / cosas de ayer que sois el alma». El alma: lo demás apenas le importaba. «¿Soy clásico o romántico? No sé». La crítica de ser poco original no le dolería porque él desdeñó, con mucho sentido común, la novedad: «De cada diez novedades que se intentan, nueve suelen ser tonterías; la décima y última, que no es tontería, resulta, a última hora, de muy escasa novedad». Da la sensación de que no corrió nunca. Se negó a la frivolidad: «…Y digo «perdonad» porque, en nuestro tiempo, se puede hablar de la esencia del queso manchego, pero nunca de Dios sin que se nos tache de pedantes». No quiso irse nunca demasiado lejos de sí mismo: « El árbol de la cultura […] no tiene más savia que nuestra propia sangre». Hasta estar gordo o delgado influía, según él, en la escritura. Contra los que dan a sus poemas una mano de abstracción, ambigüedad o irracionalidad, fue partidario de la máxima claridad: «Da doble luz a tu verso».

En estos tiempos en que parece que la Inteligencia Artificial puede escribirnos cualquier cosa, el latido cordial de su voz, que tanto eco encontró y encuentra en los lectores, nos dice que la poesía de verdad nace del hombre entero y, por tanto, es inmune al marketing, al prefabricado, al molde y al postureo. Ha de encarnarse. Estos recortes machadianos, tan reconocibles, nos lo recordarán. Recojo sin especificar procedencia textos en prosa, versos sueltos y coplas, así como él nos lo dejó todo dentro de nuestro corazón:

***
Con mi dinero pago.
*
Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría. / (Yo pensaba: ¡el alma mía!)
*
Dejar quisiera / mi verso, como deja el capitán su espada: / famosa por la mano viril que la blandiera, / no por el docto oficio del forjador preciada.
*
voy caminando solo, / triste, cansado, pensativo y viejo.
*
… que el arte es largo y además no importa.
*
Mairena. —Señor Martínez, salga usted a la pizarra, y escriba: «Las viejas espadas de tiempos gloriosos…»
Martínez obedece.
Mairena. —¿A qué tiempos cree usted que alude el poeta?
Martínez. —A aquellos tiempos en que esas espadas no eran viejas.
*
Los tontos y los pillos distan mucho menos entre sí de lo que vulgarmente se piensa.
*
Suele vivir el hombre crucificado sobre su propia vanidad…
*
[Sobre la crítica:] Sed benévolos: voluntad del bien, deseo ardiente de ver realizado el milagro de la belleza.
*
En general, os aconsejo que nunca os arrepintáis de los elogios que prodigáis a la obra de vuestro vecino. Y por muy pequeño que sea el acierto objetivo de esos elogios, siempre estaréis más cerca de la verdad crítica que si pretendéis definir una obra por sus defectos o sus faltas, es decir, por aquello de que la obra carece.
*
Cuando el hombre deja de creer en lo absoluto, ya no cree en nada. Porque toda creencia es creencia en lo absoluto. Todo lo demás se llama pensar.
*
Campo, campo, campo. / Entre los olivos, / los cortijos blancos.
*
En Santo Domingo, / la misa mayor. / Aunque me decían / hereje y masón, / rezando contigo, / ¡cuánta devoción!
*
Hoy es siempre todavía.
*
La calidad de lo gracioso sólo se produce cuando el arte, de puro maestro, llega al olvido de sí mismo.
*
El arte es el reino de las realizaciones.
*
Siempre que se pierde peso se gana en energía y en propósitos de porvenir. [Estupendo consejo dietético tan verdadero como apropiado para el verano.]
*
La belleza de un retrato no estriba en el parecido, pero un retrato sin parecido es malo.
*
Cantores, dejad / palmas y jaleo / para los demás.
*
No desdeñéis la palabra; / el mundo es ruidoso y mudo. / Poetas, sólo Dios habla.
*
Se miente más de la cuenta / por falta de fantasía: / también la verdad se inventa.
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Demos tiempo al tiempo: / para que el vaso rebose / hay que llenarlo primero.
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Creí mi hogar apagado / y revolví la ceniza… / Me quemé la mano.
*
Poned atención / un corazón solitario / no es un corazón.
*
Todo necio / confunde valor y precio.
*
A las palabras de amor / les sienta bien su poquito / de exageración.
*
Tengo mis amigos / en mi soledad. / Cuando estoy con ellos / ¡qué lejos están!
*
Se amorata la tarde silenciosa.
*
Ni mármol duro y eterno / ni música ni pintura, / sino palabra en el tiempo.
*
…y el rubio verde de los campos nuevos.
*
Se miente más que se engaña / y se gasta más saliva / de la necesaria.
*
Verso libre, verso libre… / Líbrate mejor del verso / cuando te esclavice.
*
—Conviene estar de vuelta de todo. —¿Sin haber ido a ninguna parte? —Ésa es la gracia, amigo mío.
*
Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida / otro milagro de la primavera.
*
¡Oh Tiempo, oh Todavía!
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