Para otra representación de la mitología clásica, Velázquez escogió, en este caso, la luz y el claroscuro. Las hilanderas son las mujeres que tejen el tiempo, y el artista las pinta a casi todas con el rostro oculto o indefinido. Únicamente la que maneja la rueca ofrece su cara al espectador.
El tiempo es anónimo, indiferente, y todo lo acaba devorando, y Velázquez lo plasmó a la perfección en una de sus obras más célebres.