A hombros Castella, en el feliz comienzo de la feria de Pontevedra
Con gran ambiente taurino, Emilio de Justo pierde el triunfo por el descabello
Sebastián Castella, saliendo a hombros
Mientras casi toda España soporta con paciencia la ola de calor, en Pontevedra hace sol pero se siente la brisa fresca que viene de la ría. «En estas fechas, es un lujo», me dicen. Tienen razón. Pero no es el único lujo. La ciudad está llena de ellos: gente amable, preciosos paisajes, un bonito casco histórico, estupenda comida, buen Albariño… Y, además, toros.
Pontevedra tiene una Feria taurina de primera categoría, plenamente consolidada, gracias a la inteligente labor de unos empresarios , los Lozano, que han sabido mantener viva la llama de la afición taurina en esta ciudad gallega. Se habla de toros en la ciudad; el centenario coso de San Roque registra una gran entrada, casi el lleno.
El único nubarrón, en el horizonte taurino, es la voltereta que acaba de sufrir en Marbella Morante de la Puebla, anunciado aquí este domingo. No es ésa una Plaza considerada exigente pero, si el torero se arrima de verdad, no es raro que los toros le cojan. Son varias las cogidas que ha sufrido ya Morante esta temporada, la de su absoluta consagración como primera figura del toreo.
Los toros de Alcurrucén, variados de capa, dan buen juego, en general; aplaudidos, primero y tercero, nobles; encastados, cuarto, quinto y sexto; se para pronto el segundo.
Corta tres orejas y sale en hombros Sebastián Castella. No tiene una tarde lucida Manzanares. Pierde el triunfo por el mal uso del descabello Emilio de Justo.
Viene de abrir la puerta grande del Coliseo Balear Sebastián Castella, en la corrida que ya ha pasado a la historia, por ser la primera, desde hace años, en la que a los menores de edad no se les prohibía acudir a la Plaza, acompañados. Sigue fiel Sebastián a su concepto: valor seco, verticalidad, faenas largas… Si el toro se mueve y transmite peligro, la emoción surge.
El primero sale algo abanto pero, cuando lo fijan, embiste con nobleza. Castella, muy quieto y vertical, logra buenos muletazos por los dos lados. Al toro sólo le falta un poco más de chispa para ser excelente. La faena es fácil, mandona; lo más aplaudido, los circulares finales, agarrado a los cuartos traseros, y las manoletinas; mucho más que los buenos naturales. ¿Cómo no van a recurrir los diestros a los efectismos? La estocada trasera pone en sus manos la oreja.
Protesta un poco de salida el cuarto. El comienzo de faena de Castella, con pases sentado en el estribo, levanta un clamor. Muy firme, sin dudarle, le saca muletazos en corto, que el toro toma a regañadientes. Una faena de aguante y mérito, larga, como suele hacer (una mala costumbre), rematada con una buena estocada, entrando con decisión: dos nuevas orejas y salida en hombros.
Lleva una temporada sólo discreta José María Manzanares. No tuvo fortuna en Sevilla ni en Madrid. Triunfó en Alicante, su tierra. Le he visto torear muy a gusto a un buen toro, en El Puerto. En general, le cuesta lograr los toques suaves que su estética requiere y se muestra irregular con la espada, antes infalible.
José María Manzanares
El segundo sale incierto, derriba espectacularmente pero se para muy pronto: no cabe faena. José María mata mal, a la tercera, sin confiarse.
Recibe con decididas verónicas al quinto, chorreado en verdugo, que mansea en el caballo, se viene arriba en banderillas. Con esfuerzo, le saca muletazos, en una faena de tesón, fuera de su habitual estilo. Mata con decisión, entrando de lejos. Ha tenido el peor lote pero él tampoco está en su mejor momento.
Durante esta faena, ha sonado, como aquí es tradicional, «Luna de España», el precioso pasodoble, que formaba parte de una revista de Moraleda. Lo estrenó Celia Gámez: «La luna es una mujer – y por eso el sol de España – está que bebe los vientos - por si la luna le engaña»…
Debuta en Pontevedra Emilio de Justo. Hace el gesto de reaparecer, todavía dolorido, después del percance que sufrió en Santander, con fractura de costillas. Se ha consolidado con su estilo clásico; sobre todo, con corridas duras.
Emilio de Justo
Se dobla bien con el tercero, que saca buen fondo: sin entregarse del todo, le permite trazar muletazos largos, lentos y templados. Otra vez las manoletinas, lo menos bueno, es lo más aplaudido. Entrando de lejos, como ahora es habitual (pero no debería serlo), deja media atravesada y falla con el descabello.
Sale suelto el último pero empuja bien en el caballo. Después de un comienzo por bajo muy torero, impone Emilio su dominio en una faena bien estructurada, en la que destacan naturales clásicos. La gente se entrega con los últimos naturales, ahora con la derecha, sin estaquillador. Mata con decisión pero el toro no cae y todo lo emborrona al fallar con el descabello, con el toro tapado.
Sebastián Castella
Miles de personas salen del coso de San Roque felices, con lo que han visto y con lo que esperan ver mañana, con Morante. La Fiesta sigue muy viva en esta preciosa ciudad gallega.
POSTDATA 1. Ignacio Sánchez Mejías, el mecenas del Veintisiete, además de figura del toreo y personaje excepcional fue buen amigo de Rafael Alberti. Cuenta éste en sus memorias, La arboleda perdida, que, como broma amistosa, el diestro le ofreció al poeta hacer el paseíllo formando parte de su cuadrilla, en la Plaza de Toros de Pontevedra. Aceptó con gusto Alberti, que no pecaba precisamente de timidez: desfiló, ataviado con un vestido de torear llamativo, de color naranja y azabache. Todo fue muy bien… hasta que salió al redondel el primer toro. En ese momento, Alberti decidió que había concluído definitivamente su carrera taurina. Lo dice el lenguaje taurino, tan sabio: a todos nos gusta ver al toro desde la barrera.
POSTDATA 2. Para defender su campaña antitaurina, el ministro Urtasun citó estadísticas que demostraban la escasa asistencia de público a las corridas de toros. Tenía razón… porque se referían a los años de la pandemia, en los que estaban prohibidos, primero, y muy limitados, después, todos los espectáculos. Es una trampa demasiado burda, que califica a quien la usó y a quien la sigue usando, para defender lo indefendible: un ministro de Cultura español que, en en vez de promover todo lo que ha sido nuestra cultura española, como es su evidente obligación, lo ataca y acepta también las falsedades de la leyenda negra antiespañola.