Fundado en 1910
Portada del libro de Nicolás Gómez Dávila

Portada del libro de Nicolás Gómez Dávila

El Barbero del Rey de Suecia

Diversión que no hastía

Nicolás Gómez Dávila (Bogotá, 1913-1994) goza de un inmenso prestigio aún creciente. No hemos terminado aún de descubrirlo, aunque llevamos casi treinta años embarcados en la jugosa aventura. Su importancia y su influencia crecen. Y eso que escribió poco y conciso. Salvo unos ensayos previos, su única obra son varias colecciones de aforismos, reunidas por la editorial Atalanta en un volumen titulado Escolios a un texto implícito.

Desde el título, que nos plantea un enigma, ya nos reta a la reflexión y al descubrimiento. ¿Cuál es ese texto implícito? Quizá el único libro que es la cultura universal, el «mismo libro», como lo llamó Andrés Trapiello. Sus escolios son comentarios a buena parte de los pensadores, escritores y poetas esenciales, casi nunca citados, pero transparentados.

Mi propósito hoy es mucho más sencillo: subrayar la idea explícita e insistente de su pensamiento. La columna vertebral de su aforística es la reflexión sobre la aristocracia. Resulta curioso que apenas se haya señalado, porque él, a pesar de su habitual reticencia, lo reconoce y concreta con un claro tono de confesión personal: «Ninguna especie política me seduce tanto como la de esos aristócratas liberales, cuyo agudo sentido de la libertad no proviene de turbios anhelos democráticos, sino de la conciencia inalterable de la dignidad individual y de la lúcida noción de los deberes de una clase dirigente. Tocqueville es su más noble representante». E insiste: «Las distancias entre naciones, clases sociales, culturas, razas, son poca cosa […] la grieta corre entre la mente plebeya y la mente patricia».

Sostenía Léon Bloy que una vez que se detecta cuál es la palabra más repetida en una obra literaria, se tiene la llave maestra para encontrar su razón de ser. Salta a la vista que el campo semántico preferido de Gómez Dávila es el de la aristocracia. El adjetivo «noble» lo aplica –sin ningún recelo a la repetición– a todo lo valioso, y «plebeyo» a lo rechazable. Se sirve del contraste «honra-deshonra» para dictar sentencias e incluso para hablar de Dios: «Todo fin distinto a Dios nos deshonra».

Se podría aducir que es un tic biográfico, fruto de su condición social de criollo rico, como una herencia hispánica. Parte de una base, sí, y hasta fuerza la pose wildeana un poco: «El traje de etiqueta es el primer paso hacia la civilización»; o: «Nadie necesita ufanarse de su condición modesta. Suele ser notoria»; o: «Desde hace más de un siglo no existe clase alta. Apenas un sector más pretencioso de la clase media» Con todo, su elegancia es natural y constitutiva: «La cortesía no es incompatible con nada».

Importa destacar que no estamos ante un adorno o un resabio, sino ante un planteamiento profundo, completo e implícitamente sistemático. Hace gala de un indesmayable medievalismo, que resulta curioso en un colombiano, pues su país se saltó la Edad Media y entró de lleno por la puerta del Renacimiento en la historia occidental. Es la prueba de que Gómez Dávila defiende un medievo del espíritu: «Comparado a una iglesia románica, todo lo demás, sin excepción, es más o menos plebeyo».

Toma un posicionamiento nítido frente a la historia: «Tres tipos de ética compiten en la historia: éticas democráticas de la utilidad social, éticas liberales de la buena voluntad individual, éticas aristocráticas de la calidad de la persona». Que es el mismo, lógicamente, en la literatura: «A Homero, poeta de la aristocracia jónica, y a Dante, poeta del ordo medieval, hay que agregar a Shakespeare, «poeta del feudalismo» (según Morley). La reacción no anda mal de poetas». Y hasta en la religión: «La eternidad es el estado cristalino de nuestras fugaces y breves emociones nobles».

No son corvetas estilísticas ni tics semánticos. La nobleza de espíritu es la idea que articula toda su visión. Para el pensador bogotano, «verdadero aristócrata es el que tiene vida interior, independientemente de su origen, su rango, o su fortuna». Eso permite entender, sin clericalismo, este escolio: «Supremo aristócrata no es el señor feudal en su castillo, sino el monje contemplativo en su celda». El monje se aúna al lector: «La genealogía importante es la de los antepasados intelectuales que adoptamos esforzándonos a que nos adopten». La concepción gomezdaviliana de la aristocracia trasciende las categorías sociológicas tradicionales para situarse en el ámbito del espíritu y, por tanto, de la exigencia: «Pocos nacen nobles, pero muchos menos aún mueren nobles».

Pensador perspicaz, no se contenta con las dimensiones más etéreas de la idea y la concreta. Sus raíces son jurídicas. Cuando se capta el sentido de su pensamiento, se entiende la condición esencial de su ensayo De Iure, que es una vindicación de la obligación íntima del privilegio y del noblesse oblige: «Noble es la persona capaz de no hacer todo lo que podría». Y un rechazo paralelo del positivismo y del estatismo: «La ley es el embrión del terror». Concluye: «Donde se piense que el legislador no es omnipotente, la herencia medieval subsiste», mientras advierte: «El derecho se convierte fácilmente en simple arma política allí donde no es consuetudinario».

Gómez Dávila percibe la modernidad como un proceso de degeneración que ha despojado al hombre de su nobleza intrínseca a cambio de espejitos y baratijas. «Las doctrinas políticas modernas esconden ideologías acomodaticias. La última idea política fue el Sacro Imperio». A pesar de su aparente pesimismo, nos indica el camino de vuelta, que pasa por la aristocracia auténtica de una vida interior insobornable. La suma de sus escolios nos da un tratado de caballería para el siglo XXI.

La inteligencia es espontáneamente aristocrática, porque es la facultad de distinguir diferencias y de fijar rangos.
*
La lealtad es la música más noble de la tierra.
*
No conozco pecado que no sea, para el alma noble, su propio castigo.
*
El que derrota una causa noble es el verdadero derrotado.
*
La nivelación es el substituto bárbaro del orden.
*
Bien educado es el hombre que se excusa al usar de sus derechos.
*
Más de un milenio duró el período de la historia europea durante el cual la salvación social fue posible. Y varias veces conseguida. Pero en tiempos democráticos, o cesáreos, tan sólo podemos salvar el alma. Y eso no siempre.
*
Para descubrir al tonto no hay mejor reactivo que la palabra: medieval. Inmediatamente ve rojo.
*
El progreso se reduce finalmente a robarle al hombre lo que lo ennoblece, para poder venderle barato lo que le envilece.
*
Aun cuando la desigualdad no fuera imborrable, deberíamos preferirla a la igualdad por amor a la policromía.
*
En tiempos aristocráticos lo que tiene valor no tiene precio; en tiempos democráticos lo que no tiene precio no tiene valor.
*
Despreciar o ser despreciado es la alternativa plebeya de la vida de relación.
*
La civilización perdura en un país mientras le quedan huellas de costumbres aristocráticas.
*
El combate espiritual exige elegancia de esgrimista.
*

El alma noble prefiere el peligro de la traición a la salvaguarda del recelo.
*
La democracia repugna a los unos porque niega la autonomía de los valores, a los otros porque viola la concreta diferencia de las personas. Escuela de Platón, escuela de Burke.
*
Stabilitas loci — Regla benedictina: el errante yerra.
*
Llámase buena educación a los hábitos provenientes del respeto al superior transformados en el trato entre iguales.
*
El triunfo de lo bajo es a veces necesario para obligarnos a forjar lo noble.
*
La lucha contra el desorden es más noble que el orden mismo.
*
La mejor prueba de nobleza está en no desear vengarse de los beneficios recibidos.
*
La falsa elegancia es preferible a la franca vulgaridad. El que habita un palacio imaginario se exige más a sí mismo que el que se arrellana en una covacha.
*
Noble es la sociedad que no espera que la disciplinen las catástrofes.
*
El orgullo de un Chateaubriand sólo irrita a quienes humilla la existencia de hombres con derecho a orgullo.
*
La plétora de leyes es indicio de que nadie sabe ya mandar con inteligencia. O de que nadie sabe ya obedecer con libertad.
*
Los hombres quedan profundamente agradecidos con quien denigra algo noble.
*
Insultar al inferior es apenas un poco más vil que adularlo.
*
Nadie debe escribir o pensar sino para sus superiores.
*
Todo lo que interrumpa una tradición obliga a principiar de nuevo. Y todo origen es sangriento.
*
Negarse a admirar es la marca de la Bestia.
*
Noble no es el que cree tener inferiores, sino el que sabe tener superiores.
*
Nada tan mezquino como no confesar con cuántos superiores tropezamos. La desigualdad es experiencia del alma bien nacida.
*
La envidia es la lucidez del alma vil.
*
El exceso de leyes desviriliza
*
Las palabras nobles son las ordalías del escritor.
*
Las clases altas son el sitio por donde la sociedad respira.
*
Las aguas de Occidente están podridas, pero la fuente está impoluta.
*
Aducir la belleza de una cosa en su defensa, irrita al alma plebeya.
*
La admiración es el vasallaje del espíritu La envidia es el innoble sustituto democrático del homenaje.
*
El triángulo: aldea, castillo, monasterio, no es una miniatura medieval. Sino un paradigma eterno.
*
Pocos reparan en la única diversión que no hastía: tratar de ser año tras año un poco menos ignorante, un poco menos bruto, un poco menos vil.
comentarios
tracking

Compartir

Herramientas