Rey David Ibáñez Langlois
El rey David
La serie me ha llevado a releerme los Libros de Samuel y de los Reyes; y también el poemario ad hoc de José Miguel Ibáñez Langlois titulado El rey David (Editorial Universitaria, Chile, 1998)
Voy siempre con el pie cambiado y algo tarde. Al anunciarse la segunda temporada de la serie «La casa de David», he corrido a ver la primera. Dirigida por Jon Erwin y Jon Gunn e interpretada por Michael Iskander (David) e Indy Lewis (Mical), la historia del rey judío e ilustre antepasado de Nuestro Señor merece la pena.
Se marca algunas licencias narrativas con la historia bíblica, pero ninguna grave o que repugne a la fe. Más bien al contrario. Es una serie profundamente religiosa, que asume la presencia de Dios (también Señor de los Ejércitos) en la historia. Las licencias no afectan al meollo de la historia, aunque me hubiese gustado un David más guapo, y también más rubio o trigueño o pelirrojo, como dice la Biblia que lo fue (1 Samuel 16,12) y Miguel Ángel lo clava. De la belleza de Mical, en cambio, no tengo quejas.
La serie me ha llevado a releerme los Libros de Samuel y de los Reyes; y también el poemario ad hoc de José Miguel Ibáñez Langlois titulado El rey David (Editorial Universitaria, Chile, 1998).
Ibáñez Langlois (Santiago de Chile, 1936) es uno de los grandes poetas hispanoamericanos. No me cabe duda de que con el tiempo será reivindicado como tal, aunque por ahora le pesan su condición de sacerdote, y además del Opus Dei, su conservadurismo ideológico, especialmente patente en dos de sus libros titulados ambos Poemas dogmáticos, y también un olímpico desinterés personal por hacer carrera literaria. Ha estado más ocupado en otros menesteres y ministerios. Con todo, libros como Futurologías (1971), Historia de la Filosofía (1974), Libro de la Pasión (1975) o los ya citados Poemas dogmáticos (1970 y 1974) son insoslayables. Langlois tiene una voz propia, un estilo potentísimo, una inventiva verbal inagotable, una gracia indiscutible y una capacidad de provocación al mundo moderno sin límites.
El libro El rey David no es uno de sus proyectos más ambiciosos, pero sí de los más personales. En el primer Poemas dogmáticos, publicado en 1970, ya le dedica al rey David un poema, subyugado por su figura atractivísima, con el permiso del actor de la serie. Aquel poema es la génesis del poemario de 1998: «El rey David fue músico y poeta,/ hizo llorar la cítara y temblar al enemigo,/ fue un hermoso guerrero, bebía en copa de oro,/ lo amaban las mujeres, y era amigo de Dios/ cuyo rostro veía pasar todas las noches/ al fondo de los salmos, debajo de las hembras,/ entre el arpa y la espada, entre las guerras// Pobre de mí, aprendiz de santo sin corona,/ sin copa, sin reino, sin guerras, sin arpa,/ que en Santiago de Chile por las noches/ sin ver jamás a Dios/ entono el triste salmo de la envidia».
El libro se podría entender como una glosa extendida de este poema potentísimo. Está escrito al hilo de la historia bíblica —que sigue con más fidelidad que la serie, pero con idéntico entusiasmo y pareja fe—. También la poesía nos pone a rezar. Es significativo cómo la vieja historia de David se acomoda perfectamente a la nueva narrativa cinematográfica de las series o a una poesía con un gran despliegue de elementos vanguardistas, desde la ausencia de signos de puntación hasta los más atrevidos anacronismos, pasando por una oración personal del poeta Ibáñez Langlois que se entremezcla con la del lector o la dirige. A la vez, no pierde el sabor bíblico de buena ley (de Moisés). Disfrutemos nosotros ahora de unas cuantas notas escogidas de su arpa.
en su Proyecto David Rey padre de Jesucristo
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Los mejores caminos no se dan a elegir
son los propios caminos los que eligen al quién
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La conjunción de la belleza con la fuerza con la inteligencia con la virtud
da al mortal una aureola casi cósmica
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porque era bello y fuerte y listo y bueno
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silbando una canción de amor y de furor sagrado
como si los invisibles fueran los filisteos
y Goliat una estatua de bronce defecada por las avecillas
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me bastan las ropas cómodas y el poder de Dios
ése es mi axioma geopolítico fundamental
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David hizo girar la honda […]
como se revuelven las partículas subatómicas en torno al núcleo.
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[Tras la victoria] mi autoestima superaba con creces la de Goliat sólo que en un terreno muchísimo más peligroso
Confieso que estuve al borde de Lucifer
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David no fue un pastor imaginario
Salicio juntamente y Nemoroso
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la epifanía del aspecto deportivo de la religión y de la moral
[…]
la revelación del sentido del humor como un atributo supremo de la Divinidad
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David cuídate de la corona y de las mujeres y de la espada
son tu peor enemigo porque son tú mismo
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la noche es un buen albergue para un hijo de Dios
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Jonatán hermano mío penando estoy por ti
tu amistad me era más dulce que el amor de las mujeres
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El arca de Yahvé está entrando en Jerusalén
movida por los querubines invade las callejuelas
tal como si soñara la procesión del Corpus
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esquivó el disparo con la agilidad de su ángel custodio
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[El arpa] con las manos atadas a la música.
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en vano trabaja el monarca si Dios no trabaja en él.
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con lujuria los salmos se desconciertan
la cítara y el canto se buscan sin encontrarse
y el lenguaje se llena de espejismos
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y con algún que otro toque respetable del amor de Hollywood.
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tú crees que Dios gobierna la humana historia
con el manual de las buenas costumbres del Sr. Carreño
arrodíllate pues delante del mal profundo
del escándalo y la deshonra de tus árboles meteorológicos
y qué si Dios quiere sacar del mal un bien infinito
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[Cuando llegue la paz de Cristo]
toda sangre correrá por dentro de sí misma
igual que los torrentes del Negued
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David, anciano Cristo, [al hacer examen de su vida todo se reconcilia y ve a] Goliat, el buen gigante que inclinándose le hace entrega de su cabeza guiñándole con un gesto de complicidad.