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La princesa Leonor saluda a Byung-Chul Han, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y HumanidadesEFE

Byung-Chul Han, Premio Princesa de Asturias de Comunicación, el filósofo que mira a los que miran pantallas

Su mirada moderna es como la mirada moderna de Robert Louis Stevenson, que recomendaba hacer novillos, saltarse las clases y contemplar el mundo, ahora más allá de la pantalla. En ese simple gesto se esconde casi todo

El acierto o no de la concesión de un premio siempre será algo subjetivo. Pero hay veces en que un premiado casi desconocido sorprende por la también desconocida y sin embargo familiar cualidad de sus ideas, mayormente en este caso, cuando hablamos de un filósofo.

Las sencillas palabras y argumentos de Byung-Chul Han explotan como si fueran complicadas: es el efecto de las verdades incómodas, las que retratan cuando menos se espera un repaso de todo lo que nos rodea, dentro de lo cual estamos.

Byung-Chul Han mira el mundo desde un punto privado en el espacio. Una propiedad privada que se envidia en lo íntimo y hasta en lo estético, porque aunque hablemos de una metáfora, el jardín que se imagina es plácido y tranquilo como nunca ha habido otro. Un edén de ideas que hacen polvo una sociedad hecha ya polvo.

La esclavitud de la tecnología

En estos días, el filósofo, ensayista y teólogo surcoreano, profesor en Berlín, se ha dado a conocer con su pelo largo y su coleta y su sonrisa amable. El premio le ha sacado del anonimato masivo (bien conocido era y es en su ámbito por sus teorías críticas con el capitalismo y el sistema y la sociedad del trabajo) para ponerle en conocimiento del mundo al que retrata con sutil implacabilidad.

Ese mundo le premia y al mismo tiempo le teme y se reconoce en él. Es como la conciencia perdida, como un mundo perdido (como el de Parque Jurásico) que vuelve con fiereza invisible, se diría que como un lobo aparecido de repente con el gesto afable espantando a las ovejas.

Es el filósofo que mira a los que miran pantallas, imagen reveladora. Él no mira pantallas, pero no está en contra de ellas. Sí está en contra de que esas pantallas esclavicen y se conviertan en dueñas y no en herramientas. La idea sencilla cae con todo el peso de una realidad irrefutable. Esta es la razón por la que el jurado (siempre subjetivo, pero como sucede tantas veces no tanto) le ha concedido el Princesa de Asturias de Comunicación.

El «ganado» humano

Su visión de los avances tecnológicos es que se usen bien. Nada más y nada menos porque, hasta el momento esto es prácticamente posible: desde la televisión, a los ordenadores y a los móviles, algo que no cree que será posible con la inteligencia artificial, de la que cree que esclavizará «tarde o temprano» a la humanidad.

Su mirada moderna es como la mirada moderna de Robert Louis Stevenson, que recomendaba hacer novillos, saltarse las clases y contemplar el mundo, ahora más allá de la pantalla. En ese simple gesto se esconde casi todo. La libertad de saltarse las clases encierra un crítica al sistema educativo, al que equipara como problema al de la tecnología mal usada: son las cajas de Pandora siempre abiertas de Byung-Chul Han.

Desde su atalaya observa al ganado humano obedecer y cree que, aunque el ganado no se subleva, el sistema colapsará y el «ganado» quedará suelto con todas las consecuencias: sin valores, sin principios democráticos asentados. Sin respeto, sin responsabilidad, con «influencers» y sin ideales, sin verdaderos modelos. En definitiva, sin libertad.