Creatividad (Editorial GG, 2023) de John Clesse
El Barbero del Rey de Suecia
Manual de creatividad
No tiene mucho mérito, porque lo recuerdo bastantes noches cuando tengo que escribir el artículo de opinión del día siguiente
Tengo muy mala memoria, pero nunca olvidé este lamento de Léon Bloy: «Dificultad algunas veces atroz para encontrar cada semana tema para un cuento nuevo... Pongo sobre mi mesa un saco vacío y extraigo de él mi alimento». No tiene mucho mérito, porque lo recuerdo bastantes noches cuando tengo que escribir el artículo de opinión del día siguiente. Para estos aprietos resulta de una gran utilidad el libro Creatividad (Editorial GG, 2023) de John Clesse (Somerset, 1939), cofundador del legendario grupo Monty Python.
Sobre útil, es amenísimo. Presenta con desenvoltura trucos aplicables no sólo a la creación artística sino al trabajo cotidiano y a la vida privada. Cleese gasta una humildad teresiana, de quien está en verdad, y se confiesa, a diferencia del desesperado Bloy, un tipo creativo que tiene el saco bastante lleno de ideas y de trucos. Desde luego, no parece haber tenido grandes dificultades para extraer su alimento.
No sé yo si Bloy se fiaría mucho de los consejos de un inglés que será medio protestante o algo agnóstico, pero, para los que cargamos con el pesado saco vacío de una creatividad que se nos escabulle, da pistas prácticas. Aunque ninguna rabiosamente novedosa. Hace una defensa cerrada de la concentración, sin la que todo es vago y desflecado. La atención es el nuevo cociente intelectual. Hace unos días la poeta Marcela Duque nos contaba la historia de uno que se dio cuenta de que donde escribía bien de verdad era en los aviones, con los dispositivos en modo ídem y sin poder irse a dar una vuelta. Así que para cumplir un compromiso de entrega que se le venía encima compró un billete a Tokio, allí se tomó un cafetito con leche y se volvió a montar en otro avión de vuelta. Escribió su libro. La historia podría estar recogida Creatividad porque comparte el espíritu.
Son consejos breves, concretos, fáciles y testados, salpimentados de anécdotas biográficas. Por ejemplo: «Como dicen los hindúes, la mente es como un mono borracho y parlanchín. Se mantiene activa todo el tiempo y todo es completamente trivial y está ahí sin invitación». Todavía, sin embargo, puede aprovecharse, si uno sabe jugar manteniendo en orden al mono. Otro hábito más hacedero aún que amaestrar al mono es el de Edison. Descubrió que las mejores ideas nacían de esa tierra de nadie entre estar despierto y dormido. Solía sentarse en un cómodo sillón con unas esferas metálicas en la mano, para que se le cayesen con estrépito cuando se quedase traspuesto. Y otra vez a empezar. La siesta tradicional española hace las veces del método Edision, sin tanto lío de esferas.
También aconseja Cleese, cayendo en la obviedad pero pensando sólo en nuestro bien, que tomemos notas. Se ve que no viene a posar de extravagante. También nos aconseja pedir ayuda a amigos, para que lean lo que hemos escrito, aunque aquí añade una salvedad muy fina: la crítica de los amigos sirve, más que para encontrar soluciones, para localizar los fallos y los errores.
Como lectura literaria y profunda ya están viendo ustedes que no sirve, pero como ayuda para escribir alguna cosa literaria y profunda, sí. Si el orden de mi biblioteca fuese temático, le haría el honor de colocarlo junto a Consejos a un joven poeta, de Rilke; junto a mi muy querido Consejos a un joven escritor de Max Jacob, menos hermoso que el anterior, pero más útil; y junto a El trabajo intelectual, de Jean Guitton. Quien haya leído estos libros, será consciente del honor que le hago a Cleese. Sucede que ser agradecido es una virtud fácil, pero importante, y Cleese, sin haberse marcado una obra maestra, te echa una mano para cargar con el saco aquel —éste— de Bloy —mío—.
Además, es un tipo coherente: «La brevedad es el alma del ingenio», dice, y apostilla: «También es el alma de no aburrir a la gente». Y todo eso lo cumple, porque el libro es brevísimo y tiene un espíritu ingenioso. Véase:
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Si trabajaba un poco antes de acostarme, al día siguiente solía encontrarme con una pequeña idea surgida durante la noche. […] Era como un regalo.
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[Si se pierde un texto y hay que reconstruirlo de memoria] La versión recordada era, en realidad, una versión mejorada.
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La primera característica de los arquitectos creativos: sabían jugar. La segunda: los arquitectos creativos aplazaban la toma de decisiones.
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[Dos ventajas de procrastinar] 1- Que obtengas nueva información. 2- Que se te ocurran nuevas ideas.
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El mayor asesino de la creatividad es la interrupción. […] Puedes tardar hasta ocho minutos en volver a tu estado de conciencia anterior, y hasta veinte en volver a un estado de concentración profunda.
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Señaló Einstein que si sabemos lo que estamos haciendo cuando investigamos algo, ¡entonces no es investigación!
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Debes crear un lugar seguro donde poder jugar. Crear, primero, límites de espacio y, después, límites de tiempo.
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Es importante que cuando aparezca una nueva idea no te pongas en modo crítico demasiado pronto. […] Ejercita tu paciencia y espera hasta tener una visión clara de lo que se te ha ocurrido.
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A este proceso de ida y vuelta [entre la fantasía y la crítica] se le llama «iteración». Es lo que las personas creativas hacen —ida y vuelta—todo el tiempo.
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Lo más probable es que seas creativo en un área que ya conoces y que te importa.
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Shakespeare robó todas sus tramas y luego escribió de forma bastante creativa.
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Los bloqueos no eran una interrupción en el proceso, sino parte de él. Por ejemplo, cuando comes, el momento en que el tenedor regresa vacío a tu plato no es un fallo, es sólo parte del proceso de comer.
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Éste es mi consejo: ¡entra en pánico enseguida! Lo bueno del pánico es que te da energía.
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1- Elimina todo lo que no sea relevante (habrá más de lo que crees). 2- No te repitas (a menos que de verdad quieras hacerlo).
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Si te encuentras con el estado de ánimo equivocado —si estás distraído o preocupado por algo—, no serás creativo.
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Eso es lo bueno de trabajar en la comedia. Si la audiencia no se ríe, sabes que te has equivocado.
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Desanimarse es una total pérdida de tiempo.