Autorretrato. Diego Velázquez
¿Cuánto cobraba Velázquez como pintor de cámara de Felipe IV?
El Palacio Real de Madrid cuenta con un archivo donde se custodian, entre otros documentos, el contrato de Velázquez, al pensión de Goya o la prueba de limpieza de sangre de Calderón
Diego Velázquez, Francisco de Goya, Pedro Calderón de la Barca y Luisa Roldán, conocida como La Roldana, compartieron una circunstancia excepcional: todos ellos formaron parte del selecto grupo de artistas que prestaron servicio a la monarquía española.
Los contratos que formalizaron con la Corona, así como otros miles de documentos vinculados a la historia de la Casa Real, se conservan en el Archivo General de Palacio, un fondo documental que abarca más de cuatro siglos de historia y que recoge desde los grandes hitos hasta los detalles más minuciosos de la vida palaciega.
Este archivo se encuentra en el Palacio Real de Madrid, en un entramado de pasillos abovedados que resguardan 12,5 kilómetros lineales de documentación textual, apunta Efe.
Allí se almacenan más de 1.500 pergaminos, 65.000 fotografías y 11.500 planos y mapas, además de un vasto repertorio de expedientes y legajos que testimonian la actividad de los reyes y jefes de Estado desde el siglo XVI.
La institución fue creada en 1814 por Fernando VII y se encarga de custodiar la documentación generada por la administración de la Real Casa y del Patrimonio de la Corona desde los tiempos de los Austrias hasta Alfonso XIII. También conserva los fondos correspondientes al Patrimonio de la República (1931-1939) y al Patrimonio Nacional hasta 1998.
Durante una visita al archivo junto a su director, Juan José Alonso, Efe tuvo acceso a algunos de los documentos más significativos. Entre ellos se encuentran contratos suscritos por pintores, músicos, arquitectos y relojeros que fueron empleados por la Corona desde el siglo XVI.
Algunos ejemplos notables son los documentos que recogen los viajes de Velázquez a Italia, la prueba de limpieza de sangre de Calderón de la Barca o la carta en la que Goya solicita su jubilación tras más de medio siglo de servicio.
Los documentos se almacenan en archivadores metálicos de aspecto moderno, acompañados de extintores distribuidos por cada sala, pero es al abrir los cajones cuando se revela su auténtico valor: manuscritos en papel envejecido, firmados con caligrafía ornamentada, mapas de palacios y jardines, cuentas palaciegas en ducados, maravedíes, reales de vellón y pesetas, así como expedientes personales del personal de la Casa Real.
Entre los documentos más destacados figura el nombramiento de Juan de Herrera como arquitecto real en 1563, con un incremento salarial de 100 ducados, y los encargos realizados por Carlos V y Felipe II al ingeniero y relojero Juanelo Turriano.
El expediente de Velázquez da cuenta de su evolución en la corte de Felipe IV, desde su nombramiento como pintor de cámara en 1623 hasta alcanzar el cargo de aposentador mayor en 1643.
Además de un salario de 900 ducados, recibió otros beneficios como una ración diaria en especie, equivalente a la de los barberos, y el uso de una vivienda heredada por su yerno en la calle Concepción Jerónima.
Por su parte, Calderón de la Barca fue encargado por Felipe IV para escribir obras teatrales. Su expediente incluye los trámites necesarios para certificar su pureza de sangre, requisito indispensable para ser nombrado capellán de honor de la real capilla.
En el caso de Luisa Roldán, Carlos II la nombró escultora de cámara en 1692, siendo la primera mujer en obtener dicho reconocimiento. En sus escritos dirigidos al monarca, la artista solicita una mejora económica argumentando que «por estar pobre y tener dos hijos, vive con estrecheces».
De Goya se conserva un documento en el que detalla los cuadros realizados para el comedor de los príncipes en el Palacio de San Lorenzo, por encargo del arquitecto Francisco Sabatini.
La obra, titulada La caza del jabalí, fue valorada en 10.500 reales. También figura una carta dirigida a la Real Fábrica de Cristales en la que solicita un nuevo aparato para mitigar su sordera, al haberse roto el anterior, aclarando que esta vez lo pagará de su propio bolsillo.
A los 80 años, tras 53 al servicio de los reinados de Carlos III, Carlos IV y Fernando VII, Goya se dirigió al rey para solicitar formalmente su jubilación, alegando su «quebrantada salud» y sus «achaques».
Otros documentos revelan peticiones similares, como la de Francisco Zurbarán, quien trabajó en el Salón grande del Alcázar de Madrid en 1639, o la solicitud del escritor Mariano José de Larra para obtener un puesto como escribiente en la Real Biblioteca, alegando que «se halla sin medios de subsistencia».
Este conjunto documental, vasto y cuidadosamente preservado, constituye un testimonio único de la relación entre la Corona y los creadores que marcaron la historia del arte, la literatura y la arquitectura en España.