Fundado en 1910

06 de mayo de 2024

Alegría de José Hierro

Portada de «Alegría» de José HierroRialp

Centenario José Hierro

«Alegría» de José Hierro. El don de vivir en la adversidad

En el centenario del poeta José Hierro (1922-2002), recordamos los versos de «Alegría», primer Premio Adonais y aliento de esperanza en medio de una España y de una Europa abatidas por las guerras

Alegría, de José Hierro, condensaba todos los elementos propios para recibir un galardón de crédito corroborado por los años: sus versos contenían el sentir mayoritario y el latido general de las circunstancias de época, al tiempo que alentaban la esperanza en medio de una España y de una Europa abatidas por las guerras. Por añadidura, homenajeaban con su trazado, fórmulas, métrica y estructuras la mejor tradición literaria.
Esa alegría del título no nacía del olvido, ni de la negación, ni de la ceguera defensiva: «Nada en orden, todo roto, / a punto de ya no ser. / Pero toco la alegría / porque aunque todo esté muerto / yo aún estoy vivo y lo sé» (pág. 106). Así, podía, en conjunto, interpretarse como una réplica superadora de Hijos de la ira de Dámaso Alonso, libro que había precedido a este en tres años, y de toda la serie de poemarios en torno al dolor de sobrevivir en un mundo destruido.
Alegría de José Hierro

Rialp / 110 págs.

Alegría

José Hierro

Desde el verso del soneto inicial, «Llegué por el dolor a la alegría», el yo poético parecía posicionarse en la misma línea de esos escritores volcados en la reflexión sobre la existencia y que, condicionados por las tragedias sufridas, no admitían frivolidades. La unidad temática como canto a la vida prometía un optimismo realista, posible, certeramente anclado: «Después de la amargura y después de la pena / es cuando da la vida sus más bellos colores» (pág. 98). Suponía también una superación de la actitud quejosa y del desaliento, tentaciones constantes y amenaza perenne en cada poema: «es hermoso / sentir el alma dolorida / porque así sabemos que somos» (pág. 81).
Volvía, además, sobre los tópicos del carpe diem y del locus amoenus remozándolos: «Hay que invadir el día, / apresurar el paso / de prisa / antes que se nos eche / la noche encima» (pág. 33). «Por qué no perpetúas el instante / antes de que en tus manos se deshaga» (pág. 41). «Un sueño no puede volver otra vez a soñarse» (pág. 48). Añadía, entre otros temas y motivos trillados, algunos más personales, que recorren el libro y parecen sostener y justificar su escritura, como el que podría denominarse «comprensión sin palabras», presentado repetidamente, porque el poeta aprehende y desea transmitir realidades sin nombre o demasiado delicadas y queridas para confiarlas a la lengua ordinaria, y por eso solo aptas para expresarse en la poesía o captarse sin lenguaje racional: «Quisiera que tú me entendieras a mí sin palabras» (pág. 28), «sin hablarnos, que las palabras / nos desaroman el secreto» (pág. 90).
La universalidad de los enunciados, de las propuestas vitales que se derramaban, convertían Alegría no solo en recreo de apasionados por la lectura, sino en máximas que devolvían a la poesía la conexión con el lector común, incluso con el analfabeto, esa conexión rota o arrebatada por la influencia del simbolismo en los vates desde finales del siglo XIX: «Por qué te ciñes de desesperanza, si eres muy joven y las cosas viejas» (pág. 41). Desde la premisa de que «Todas las cosas que son, son hermosas» (pág. 51), sus ojos se henchían de la naturaleza compartida, y animaba a captar las verdades y la belleza inscritas en ella por sus paralelismos o analogías con la experiencia de las relaciones humanas, desde perspectivas originales o con personalizaciones e imágenes novedosas: «…cómo traía el ocaso su rojo clavel en la boca» (pág. 51).
Sin desdeñar las corrientes finiseculares y vanguardistas, honraba a la vez el impresionismo de Juan Ramón Jiménez, las flores azules de García Lorca y del creacionismo (pág. 21), los pies rítmicos acentuales recuperados por Rubén Darío y el parnasianismo («El rezagado», pág. 12, «Alucinación», pág. 14), la práctica del soneto exaltada por los garcilasistas… sin desdeñar concomitancias con tendencias religiosas del momento: «¿Cómo entrar en tu alma rompiendo sus hielos? / (…) poner en tu oscura tristeza la lumbre celeste?» (pág. 30). «Yo sostengo mi cruz al hombro / yo sé así, cuando siento el peso / que no estoy solo» (pág. 83).
Al cumplirse el centenario del autor, la editorial Rialp lo conmemora con una edición facsímil de este poemario con el que obtuvo su primer premio. Los sucesos que hoy varean el mundo lo traen a la actualidad más estricta, pero su pervivencia podría reconocerse en la biografía de cualquier lector.
También así queda demostrado el acierto con que, un año y otro, los jurados del premio Adonais han contribuido a crear la historia de la poesía española desde 1943 y la historia de una poesía de vigencia universal.
Comentarios
tracking