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08 de mayo de 2024

Mosaico que representa a Marco Polo en Villa Hanbury, en Ventimiglia, Italia

Mosaico que representa a Marco Polo en Villa Hanbury, en Ventimiglia, Italia

La narración de más de tres décadas de viajes de Marco Polo, su padre y su tío por toda Asia

Uno de los libros más influyentes y leídos en la Baja Edad Media, que estimuló la imaginación y actividad de exploradores y mercantes, como el propio Cristóbal Colón

Cuando las Cruzadas llegaron a su final, y los Mongoles extendieron su imperio por gran parte de Asia, aparecieron unos comerciantes y viajeros venecianos cuyo apellido ha pasado a la historia y es parte de la cultura popular: los Polo. En la primera mitad del siglo XIII, los hermanos Niccolò, Marco y Matteo Polo constituyen una suerte de compañía comercial que recorre con frecuencia los mares que separan Venecia de Constantinopla y Crimea. Los periplos de Niccolò y Matteo se ampliaron: en 1260 zarparon desde su ciudad, acabaron adentrándose en la Ruta de la Seda y, gracias a un salvoconducto con sello de Kublai Khan, lograron arribar a San Juan de Acre (hoy, Israel) en 1269. Dos años después, ambos hermanos emprenden de nuevo viaje –en que desempeñarán tareas diplomáticas y mercantiles–, llevándose consigo al joven hijo de Niccolò –es decir, el célebre Marco Polo, el cual había sido bautizado con idéntico nombre de su tío–, y no retornarán hasta 1295. Ahora Marco Polo es un hombre de más de cuarenta años.
Portada de 'Libro de las maravillas del mundo', de Marco Polo

Cátedra (2008). 376 páginas

Libro de las maravillas del mundo

Marco Polo

En una época en la que el conocimiento europeo de Asia era brumoso –y casi mítico o legendario lo relativo a China o el Japón–, todo lo que Polo contaba a su regreso resultaba fascinante. Marco Polo era el nuevo Odiseo. El testimonio principal de aquello nos ha llegado en un libro que ha recibido varios títulos, y que ha recorrido la transmisión textual en dos grandes formas idiomáticas –francés y toscano, aparte de latín y dialecto véneto– a través de centenar y medio de manuscritos: Le divisament du monde, Livre des merveilles du monde, o Il Milione, son los títulos más habituales. El manuscrito original, redactado en cautividad en Génova –quizá algo similar a un arresto domiciliario, según algunos editores, si bien el texto habla sucintamente de «prisión»: charzere, prigione, emprisonnement–, cabría decirse que fue obra de dos manos: el mismo Marco Polo y Rustichello de Pisa, que anotaba cuanto iba dictándole el veneciano.
El libro habla tanto del primer viaje de Niccolò y Matteo, como del segundo y más prolongado y en el participó Marco, hijo de Niccolò. Al contrario de lo que es costumbre en la Modernidad, estos tres personajes no son los protagonistas: Polo se centra en describir ciudades, naciones, montañas, desiertos, ríos… El protagonista es el variopinto y exótico conjunto de lugares y gentes, de climas y costumbres, religiones y comidas, productos elaborados y riquezas minerales, flora y fauna que van apareciendo a lo largo de los años en una senda que comienza en Acre, que prosigue atravesando regiones al norte de Siria y Mesopotamia (actualmente territorios turcos), se interna en Persia y se reemprende hacia el Noreste hasta llegar a Pekín. China y la corte de Kublai Kahn –nieto y quinto sucesor de Gengis Kahn– cobran gran peso en estas crónicas. Y, de hecho, sólo cuando el khan les conceda permiso, podrán regresar a Venecia de una manera muy complementaria: en barco a través del Mar de la China, Indochina, Sumatra, India… y, desde Ormuz, hasta el Mar Negro y Constantinopla.
Si bien muchos pasajes resultan erróneos, distorsionados, repletos de exageración o de fantasía –en especial aquellos en que da la impresión de que Polo no habla de primera mano–, el conjunto de esta obra puede considerarse como bastante verosímil. Aunque en sus capítulos dedicados a China no menciona los palillos, sí se refiere Polo al papel moneda y al uso del carbón mineral, entonces desconocido en Europa. En estas páginas resalta todo aquello que en el mundo europeo sonara chocante, poco familiar o, sin más, sugestivo: desde las peculiares bebidas embriagantes, las creencias budistas o la existencia de comunidades cristianas nestorianas hasta las afloraciones de petróleo. Sin duda, aquel fue uno de los libros más influyentes y leídos en la Baja Edad Media y estimuló la imaginación y actividad de exploradores y mercantes, como el propio Cristóbal Colón. Por otro lado, la tradición manuscrita presenta diferencias de extensión y contenido; en especial, la categoría que parece depender de un códice toledano cuyo nombre se debe al cardenal Zelada. Por este motivo, se aconseja consultar una edición que sea fruto de una labor crítica y filológica rigurosa, como es el caso de la que ofrece Manuel Carrera Díaz en Cátedra.
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