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Cubierta de Se acabó el recreo

Cubierta de Se acabó el recreoAsteroide

'Se acabó el recreo': empieza la edad adulta

Los entresijos del mundo académico y un estudio sobre un terrorista-escritor italiano se mezclan en una novela que aborda la insatisfacción y el miedo a hacerse mayor cuando ya se es mayor

«Hay decisiones que marcan el cariz que adquirirá toda una vida, y hasta ahora yo siempre he tomado esas decisiones al azar. Si hubiera tenido que elegir cinco minutos después, podría haber hecho tranquilamente justo lo contrario, y no creo haber abordado ninguna encrucijada fundamental de mi existencia de forma relativamente ponderada, teniendo en cuenta un objetivo a largo (o incluso a medio) plazo. Mi tendencia natural es intentar no moverme, procrastinar hasta que todas las posibilidades se han evaporado y puedo volver por fin a refocilarme en mi capullo de infructuosidad. O bien me dejo llevar por la inercia y, en determinado momento, me encuentro haciendo algo sin haberme decidido realmente a hacerlo, arrullado por los tranquilizadores algodones de la irresponsabilidad».

Cubierta de Se acabó el recreo

Traducción de Carlos Gumpert
​Libros del Asteroide (2025). 400 páginas

Se acabó el recreo

Dario Ferrari

La versión optimista de un hecho no es ni más ni menos cierta que la versión negativa, pero posicionarse desde una u otra mirada sí determina todo un estado de ánimo, todo un carácter, toda, incluso, una vida. Nuestra actitud ante del mundo puede quizá cambiar el mundo (o al menos un rinconcito de él), pero con toda seguridad cambiará todo nuestro mundo interior, y quiénes somos. En la novela El vizconde demediado, genial como todas las suyas, Italo Calvino escribe: «A veces uno se cree incompleto y es solamente joven». Es una bonita frase; tranquiliza. Reduce el tamaño y el impacto de los miedos, de las inseguridades. Consciente de que es difícil mantenerla como escudo durante mucho tiempo, el protagonista de Se acabó el recreo, Marcello Gori, acaba asumiendo la actitud y la realidad inversa: «A veces uno se cree joven y en cambio solamente está incompleto».

Y no es porque Marcello Gori sea necesariamente pesimista, de hecho su actitud tiende a la ligereza, la despreocupación, una aceptación tranquila de las cosas como vienen. (Y una pequeña dosis de ser cobarde y caradura, en distintos porcentajes según el momento). El enigma de esa involución es la esencia de esta novela ágil, cálida, entretenida, de más calado del que aparenta, cuyo argumento principal es el encargo a Marcello, por parte de su tutor, Sacrosanti, de un estudio sobre un terrorista y escritor que murió en la cárcel, Tito Sella, y la recreación de aquellos años en que ejerció su activismo; historia que se intercala en su investigación en tiempo presente. Pero el trasfondo real, y más interesante, es cómo el proyecto de doctorado y el personaje de Sella acaban siendo para Marcello una especie de antes y después en su vida, un momento de extraña lucidez, una parada en seco tras largo tiempo huyendo. Huye de su padre, huye de la herencia del bar de su padre, huye de avanzar en su relación con Letizia, huye de su edad cuando se reúne con sus amigos, huye de cualquier cosa que le comprometa de cualquier forma. Ese espíritu adolescente atrapado que se niega a aceptar el tiempo, la maduración, le provoca una infelicidad que sólo sabe paliar con rápidos cambios, evasivas, distracciones, aventuras, espejismos; meterse en jardines como probar suerte en una beca para doctorandos. Y encaja muy bien con su personalidad que la obtenga no por méritos, ni siquiera por voluntad, sino por azar, por mero juego. Marcello vive desde la perspectiva del juego. Y lo bonito de este libro es cómo la vida, a través de sus propias reglas, parece querer hacerle reflexionar sobre quién es, sobre qué desea, qué espera, de dónde esa insatisfacción. Y ponerle en el camino a un personaje como Tito Sella, que al margen de ideologías o literaturas es igual que él, es una prueba muy interesante y que enriquece mucho la narración.

Dario Ferrari ha conseguido que Se acabó lo recreo se pueda mirar y disfrutar desde dos niveles, dos miradas: una más superficial (no en un sentido negativo), dejándonos llevar por los sinsabores de un personaje peculiar, amigable, que huye de las responsabilidades, y del aprendizaje de cómo funciona el mundo académico, descrito con experiencia e interés; y una más honda sobre cómo esos sinsabores, si no se reconocen y se enfrentan, pueden llevar a una persona a la infelicidad, y a que nada llenará su vida si no se conoce a sí misma primero. En cualquier caso es un libro bonito, ameno y muy interesante que invita a una futura relectura. Y con el alto nivel de publicaciones actuales, lecturas pendientes y escaso tiempo que poseemos, no hay mayor halago que ése. Merece mucho la pena la segunda y la primera lecturas.

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