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29 de marzo de 2024

Daniel Barenboim dirige a la Filarmónica de Viena en el concierto de Año Nuevo

Daniel Barenboim dirige a la Filarmónica de Viena en el concierto de Año NuevoGTRES

Los 80 de Barenboim, el músico que adora la política

Retirado por un desorden neurológico, el director argentino-español-israelí no podrá celebrar hoy su aniversario con un concierto, como estaba planificado

Daniel Barenboim debería estar celebrando hoy su cumpleaños en compañía de uno de sus más íntimos amigos, Zubin Mehta, haciendo lo que ambos mejor saben, música del más alto nivel. Pero ninguno de los dos se encuentra estos días disponible. Tanto uno como otro, por separado, también tenían que haber pasado en esta fechas por Madrid, pero sus actuaciones se han eliminado de las respectivas agendas. La de Barenboim hace ya unas semanas, cuando anunció que ya no dirigiría la nueva producción del «Anillo» wagneriano prevista en su teatro berlinés por causa de un trastorno neurológico, lo suficientemente importante para retirarlo de la escena pública «sine die». Mehta, por su parte, no solo se ha borrado del concierto que tenía que ofrecer la próxima semana en el Teatro Real -una de las citas más aguardadas de la presente temporada-, si no que además ha cancelado su participación en la Salomé que se representará en La Scala desde primeros del año próximo.

Guiado por Rubinstein

No parecen ser estos tiempos propicios para festejos, que deberán aguardar mejores momentos. Pero desde luego, si mira hacia atrás, algo que ha hecho recientemente con un artículo publicado en varios periódicos, en el que relataba en primera persona sus ya conocidos inicios en la música, Daniel Barenboim no puede estar más que satisfecho. Ha disfrutado hasta ahora de una vida plena haciendo lo que más le ha gustado siempre y en los más altos niveles de excelencia, ya que casi desde el principio logró codearse con lo más granado de su profesión, situándose aún muy joven al frente de algunas de las instituciones musicales de mayor relevancia en el mundo, con éxito.

Dirigió la Ópera de La Bastilla, aunque François Mitterrand lo despachó por su «escaso compromiso» para escarnio de una profesión que se movilizó como en muy pocas ocasiones

Qué otro músico puede exhibir sus impecables credenciales: haber podido desarrollar su precoz talento, fruto en buena medida de los desvelos paternos por vincularlo al estudio del piano desde niño, guiado por genios de su instrumento como Arthur Rubinstein, de la dirección (Igor Markevitch) y la composición (Nadia Boulanger), … Debutó como pianista en su Buenos Aires natal, con siete años, y ya no dejó de frecuentar con el tiempo los principales auditorios. Y cuando se empeñó en dirigir, a partir de los 26, lo hizo en las mejores compañía posibles, a despecho de quienes siempre le han negado la misma condición de gran maestro que la de fenómeno del teclado, sin argumentos de peso.

Director de la Sinfónica de Chicago

A quién le ha sido otorgado el privilegio de pilotar el despegue de un nuevo teatro en París por valor de 600 millones de euros, la moderna Ópera de La Bastilla, aunque François Mitterrand lo despachara muy pronto por su «escaso compromiso» para escarnio de una profesión que se movilizó como en muy pocas ocasiones, pero en vano, para salvarle. Y al poco tiempo lograr hacerse cargo del funcionamiento de uno de los coliseos líricos europeos de mayor solera desde los tiempos de Otto Klemperer, la Staatsoper Unter den Linden de Berlín, justo después de la reunificación germana, con un más que generoso presupuesto y una orquesta gloriosa con la que realizar giras y grabar discos. Sin contar además con que ese puesto lo ejerció simultáneamente al de la titularidad de la Sinfónica de Chicago, una de las «big five» norteamericanas, mientras seguía cultivando prolongadas colaboraciones artísticas con las filarmónicas de Berlín y Viena o los festivales de Bayreuth y Salzburgo, como asiduo invitado.

«La música es el mejor medio para huir de los problemas de la existencia humana»

No, poco o nada tiene que reprocharle a su destino quien además ha escrito que «la música es el mejor medio para huir de los problemas de la existencia humana». Él mismo encontró su mejor refugio en la actividad concertística cuando a su primera mujer y quizá más grande amor, la violonchelista Jacqueline Du Pré, le fue diagnosticada antes de la treintena una esclerosis múltiple que la alejó de toda actividad profesional dejándola postrada durante catorce años, hasta su fallecimiento. En la película biográfica Hillary and Jackie -qué otro director cuenta hasta con una película, por más que esta refiera detalles de su vida íntima que quizá no le resultasen gratos- se insinúa que la mujer añadió al sufrimiento de la enfermedad la mortificación ocasionada por las infidelidades del pianista, quien no obstante permaneció a su lado hasta el fatal desenlace.

Fama de hosco

Y pese a la generosidad con la que la vida lo ha tratado, Barenboim cultiva una cierta fama de hosco, que en ocasiones le ha llevado a protagonizar algún episodio de enfrentamiento hostil con alguno de los músicos de sus orquestas. Nada extraño, por otra parte, en algunas personalidades artísticas que, en el desempeño de un trabajo colectivo, mantienen como único objetivo la búsqueda de la máxima calidad, la tan esquiva perfección.
Daniel Barenboim en el concierto de Año Nuevo en Viena

Daniel Barenboim en el concierto de Año Nuevo en VienaGTRES

Recuerdo que una ocasión, hará una década, me cupo el honor de invitarlo a él y a su agrupación germana, la Orquesta de la Staatsoper berlinesa, para que ofrecieran un concierto monográfico dedicado a Bruckner. Advertido de su carácter voluble, me propuse desarmarlo desde el principio. Conservaba yo una caricatura que de él dibujó el genial Loriga -padre del escritor-, para ilustrar un artículo que yo había escrito en otra vida con motivo del primer desembarco madrileño en el Teatro Real del maestro, aquellas inolvidables jornadas líricas de los estíos capitalinos. Enmarqué aquel lienzo y nada más presentarnos se lo ofrecí a modo de obsequio. Se mostró sorprendido, «¿es para mí?», dijo, y muy agradecido. Fue una manera de romper el hielo.

-Señor Barenboim, he venido desde muy lejos para verle dirigir.
​-Peor para usted.

Esa misma tarde, lo aguardé en el exterior del auditorio compostelano para acompañarle hasta su camerino. Venía sonriente, fumando uno de sus espléndidos habanos, y justo por detrás apareció una chica que caminaba apresurada hasta darnos alcance. «Señor Barenboim, he venido desde muy lejos para verle dirigir», dijo aquella rendida fan. A él, ladeando apenas su cabeza, sin detener el paso ni molestarse si quiera en mirarla con detenimiento, no se le ocurrió nada mejor que contestarle: «Peor para usted». Luego sonrió como el niño que acaba de cometer una travesura y continuó su paso orgulloso, como si nada.
Daniel Barenboim durante un ensayo con la West-Eastern Divan Orchestra para celebrar el 250 aniversario de Beethoven.

Daniel Barenboim durante un ensayo con la West-Eastern Divan Orchestra para celebrar el 250 aniversario de Beethoven.GTRES

El concierto resultó un gran éxito, como era de suponer, porque pese quienes le niegan el pan y la sal como director, su dominio del repertorio germano lo aproxima a los excelsos logros de su admirado Furtwängler. Su Bruckner sonó claro, compacto, extraordinariamente fluido, revelando toda su compleja estructura, muy meditado. Y la respuesta de la orquesta fue apabullante. Concluidas las largas ovaciones acudí al camerino para felicitarlo y volvió a agradecerme el regalo. No se había concretado si finalmente cenaríamos juntos, pero pronto apareció por allí el, a la sazón, todopoderoso Bernardino León, uno de los principales asesores áulicos de Zapatero. Ambos se encerraron allí mismo y ya no hubo ocasión de nada más, la conversación se prolongó demasiado y era tarde, así que los dejamos conspirar a gusto.

Acercamiento de israelíes y palestinos

A Baremboim, ciudadano español, siempre le ha interesado la política. A través de los años ha intentando propiciar incluso un acercamiento de posturas entre Israel y los países árabes. Por ello fundó la West-East Divan Orquesta, en cuyo taller de Weimar, y en Andalucía -fruto de la generosa finaciación de la Junta-, ha puesto a colaborar codo con codo a jóvenes músicos palestinos y judíos. Como él mismo ha afirmado en su autobiografía, su objetivo era demostrar «que, a través de la música, se pueden lograr acercamientos y amistades que antes se consideraban imposibles, pero eso no significa que la música vaya a resolver los problemas de Oriente Medio. La música puede ser la mejor escuela para la vida y, al mismo tiempo, el medio más eficaz para huir de ella».
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