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Unas líneasEduardo de Rivas

Luces y sombras

El Real Madrid es capaz de lo mejor y de lo peor, como Vinicius

Actualizada 09:00

El Bernabéu vio a Di Stéfano y a Gento. A Raúl. A dos ronaldos, uno más gordo y otro estilizado. A Zidane de corto y de largo. Pero también a Coentrao, a Samuel, a Ognjenović y a Faubert (aunque fuera durmiendo en el banquillo). Ha vivido partidos de seis minutos y de 120. Ha disfrutado a Laudrup de blanco y sufrido de azulgrana. Y a Figo. Y a Schuster. En Concha Espina se ovacionaron las ruletas de Zidane y los tacones de Guti, las galopadas de Roberto Carlos y los cabezazos de Santillana, pero también fue escenario de la gravesinha.

La Casa Blanca siempre fue de luces y de sombras. De grandes noches, pero también de almohadillas. De goleadas al Barça y de cantazos que se siguen recordando décadas después. Esas noches para olvidar que el aficionado blanco, sin embargo, nunca olvida. Como aquellas del Zaragoza de Milosevic, el Mallorca de Eto’o o, más recientemente, del Ajax de De Jong. Y la de anoche ante el Sheriff fue una de esas, no por lo abultado del marcador sino por la debilidad abrumadora del rival.

Se plantaba en el Bernabéu un equipo con nombre de equipo de barrio, de esos que creas con tus amigos para jugar la liga municipal, y de un país desconocido, de los que no se estudian ni en el cole y que te dicen cómo se llama y no eres capaz de repetirlo cinco minutos después. Enfrente el todopoderoso Real Madrid, que no había perdido aún y que había encumbrado a Vinicius ante la ausencia de Mbappé.

Pero Vinicius volvió a ser Vinicius, el que conocíamos y no el que parecía Pelé. Y no es crítica, sino una llamada al realismo, porque igual que no había que crucificarlo cuando fallaba tanto o más que una escopeta de feria, tampoco hay que echar ahora sobre sus hombros el peso de un equipo que está lejos de ser aquel que vivió tiempos de gloria. Vinicius, al fin y al cabo, es como el Madrid, de luces y de sombras. Hay que entenderlo y vivir con ello, porque suele ser más lo primero.

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