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19 de abril de 2024

El delantero francés, Antoine Griezmann, ha marcado el único tanto rojiblanco del Atlético en el estadio de Do Dragao

El delantero francés, Antoine Griezmann, ha marcado el primer tanto rojiblanco del Atlético en el estadio de Do DragaoAFP

Oporto 1 - Atlético de Madrid 3

El Atlético de Madrid doma Do Dragao y se clasifica para octavos

Los goles de Griezmann, Correa y De Paul brindan el pase de los de Simeone en una noche de sufrimiento y agonía

La palabra Atlético en algún idioma del mundo debe significar sufrimiento, resistencia, resiliencia y milagro. Cuando peor estaba, cuando parecía que su destino estaba escrito, cuando el sufrimiento parece ya un dolor insoportable, cuando más se hundía el barco, cuando se está a minutos de que alguien grite «sálvese quien pueda», apareció un córner de Kondogbia, un balón peinado al segundo palo y una zurda de kilates, la de Griezmann. Un milagro inexplicable, un perdón casi obligatorio. Tras varias tanganas y jugar ambos con diez jugadores, en el descuento llegó la goleada con los tantos de Correa y De Paul. Puro ADN atlético.
Un partido que tuvo dos caras, la cruz que fue tediosa, con casi una hora de un temeroso equipo español que parecía que tenía escrito un destino, una tragedia griega con final amargo, como las lágrimas de Suárez al irse lesionado.
Tras el tanto de Griezmann y las expulsiones en una tangana, llegó la cara, con otro partido donde los rojiblancos fueron escribiendo una página dorada de sus crónicas de gestas deportivas, y otra de su extenso manual de psicología donde analizan su poder de sufrimiento y resistencia a ultranza.
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La alineación una señal

La alineación de Simeone fue una señal del cambio, un once ofensivo al todo o nada, como las jugadas en el casino de Montecarlo de las películas antiguas. Luis Suárez, Griezmann y Lemar serían los hombres de arriba. Con la defensa en cuadro sorprendió ver a Vrsaljko, un lateral que no gusta al argentino haciendo una defensa de tres con Kondogbia y Hermoso, que nunca antes habían jugado antes juntos ni se habían visto en estas. Carrasco y Marcos Llorente jugarían de carrileros. Lo más raro de todo era el uniforme atlético: azul, naranja y rosa, una equipación que no invitaba a la gesta ni a la heroicidad.
En los primeros minutos ganaban los españoles las disputas, pero con imprecisiones, a los diez minutos los portugueses presionaban arriba y los rojiblancos sufrían y se dedicaron a intentarlo con pases largos, pero perdían la pelota. Simeone les decía «en corto, en corto» para montar una jugada elaborada o una contra.
Se notaba la importancia del encuentro, cada balón era una batalla, y para ponerle más emoción y dramatismo al partido, se lesionaba Luis Suárez, que se marchó desolado. Su llanto debajo de una toalla fue desolador, como el juego atlético tras su marcha. Le sustituía Cunha. El partido cambió con su marcha, de dominarlo de manera liviana a ser dominados y verse un equipo temeroso. El partido seguía y a los veinte minutos la tensión y los nervios impedían que ninguno equipo llegará a la meta del otro.
Taremi dispara a Oblak en el partido disputado en Do Dragao

Taremi dispara a Oblak en el partido disputado en Do DragaoEFE

La primera ocasión llegó a los veintidós minutos, con un Carrasco rápido y ágil, que rompió a su defensor, centró al área, y ni primero Cunha, ni luego Griezmann, que no llegó inexplicablemente a rematar por estar diez centímetros atrasado. Finalmente, Diogo Costa despejó a córner el que llega a todas, Marcos Llorente. Despertó el Atlético y el Oporto, que estaba muy cómodo en su campo jugando sin pasar problemas. Muchos aficionados de ambos equipos se perdieron la jugada, porque seguían haciendo test de antígenos para entrar al estadio.

Sufrir y sufrir

A punto de cumplirse la media hora de juego se hizo el silencio en el estadio Do Dragao con el gol que llegó de Italia, en concreto del Milan, enemigo de atléticos y blanquiazules. Para que el susto fuera mayor, Luis Díaz, remato en el punto de penalti un balón que desvió Oblak con un paradón. Llorente se lanzó a por el balón muerto para evitar que Taremi marcara en el rechace. Poco después Vitinha lo intentaba de nuevo. Los de Simeone no se lo creían, seguían agarrotados y el gol rossoneri le dio alas a los locales y dejo helados a los españoles.
No le duraba el balón a los madrileños, y no supieron aprovechar el empate del Liverpool, apostaban todo a la banda izquierda en ataque, y acumulaban hombres en defensa pero le faltaba un centrocampista para ganar músculo. Koke y De Paul llegaban tarde a todos los duelos y Griezmann, un partido más, tenía que bajar a echar una mano. 
Grujic se lamenta de una ocasión desperdiciada contra el Atlético

Grujic se lamenta de una ocasión desperdiciada contra el AtléticoAFP

Los minutos finales fueron de sufrimiento rozando la agonía, algo que está marcado en el ADN atlético, achicando balones como el cabezazo al segundo palo de Lemar, que paso cerquita de la portería de su compañero. Y a dos del final Grujic se internó en el área y disparó flojito para que lo atajara Oblak. 
A un gol del pase los madrileños pero parecía a mil kilómetros de ella. El descanso fue un leve alivio a tanto sufrimiento, desfilando al vestuario con cara de susto, pero no de muerto.

Resurrección rojiblanca

La segunda parte comenzó como terminó, con un Atlético asustadizo, jugando a que pasaran los minutos y tratar en un arreón final de marcar el anhelado tanto. Pero Carrasco perdió un balón en una zona peligrosa ante Otávio, que le cedió a Taremi, que falló en su chut por pegarle tan fuerte. Simeone lo vio negro y quiso agitar el encuentro con el banquillo, mientras los rojiblancos llegaron tras cincuenta minutos de partido de nuevo a la meta contraria. Se vislumbra algo, una pequeña luz a lo lejos, En la jugada siguiente, un pie de Oblak salvó a su equipo la contra que inició Luis Díaz y que intentó culminar Taremi.
A los once minutos llegó el milagro que pedía Simeone, porque nunca hay que dejar de creer en este equipo, Kondogbia sacó un córner que Taremi cabeceo atrás, descolocó a los suyos, y Griezmann, solo, solamente empujó el balón a la red. El despertar rojiblanco llegó con su gol y el segundo del Liverpool, del que ya nadie se acordaba. Cunha se unió a la fiesta y picó el balón ante la salida de Diogo Costa, que sacó Pepe bajo palos y luego Koke quiso marcar de tacón y se fue el esférico por los pelos. Los goles cambian en el fútbol la vida, como en el amor los besos.
El colegiado Clement Turpin llevaba cero rojas hasta el partido de Do Dragao

El colegiado Clement Turpin llevaba cero rojas hasta el partido de Do DragaoAFP

La batalla de las rojas

En pleno milagro rojiblanco, Carrasco perdió los papeles y se comportó como un niño por unos segundos y terminó expulsado por soltar el codo a Otávio. Y es que el Atlético siempre quiere el más difícil todavía. Los siguientes cinco minutos fueron la liberación de la tensión llevada aún patio de colegio. Wendell arrolló a Correa para cortar una contra, apareció al momento Cunha y al soltar el codo, se lanzó al suelo, para que el portugués viera la roja y se lio una trifulca mundial entre banquillos que consumieron los minutos, para beneficio español y sobre todo del 'Cholo', mientras iban cayendo las rojas y los expulsados. Turpin en esta edición no había sacado ninguna roja hasta que se encontró metido de lleno en la guerra de Oporto, hasta cinco rojas en diez minutos.
Tras la batalla dentro de la guerra de Oporto se perdió el fútbol y llegaron los cambios, la muerte lentamente del partido y la resurrección de Simeone, del Atlético, y de Griezmann para los rojiblancos. Lo más difícil estaba hecho, marcar un gol, lo más fácil, tras el bombardeo de la primera parte de los dragones, parecía pan comido, que era aguantar y defender el resultado.
Los jugadores rojiblancos celebran su pase a octavos de la Champions en su último partido

Los jugadores rojiblancos celebran su pase a octavos de la Champions en su último partidoAFP

Explosión final

Cuando se cumplía el tiempo reglamentario Griezmann vio a Correa en velocidad y le dejo medio gol, el argentino no dudo y una vez más decisivo, sentenciaba el partido batiendo a Diogo Costa.
Pero con la tangana que hubo se perdieron muchos minutos y el colegiado francés decidió continuar la fiesta atlética, desatado y libre, sin la tensión y la obligación con la llegó a Do Dragao, para que su gesta creciera y fuera mayor, que se recordará por lustros. De Paul, liberado de tareas defensivas se unió al ataque, se aprovechó del rechace al disparo del Principito francés. 0-3, locura, proeza y gesta rojiblanca cuando estaban casi muertos.
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Aún quedaba tiempo para un penalti y el gol del honor portugués, obra de Oliveira. Otro capítulo escrito con sangre, sudor y lágrimas en la historia rojiblanca. El Atlético nunca deja de creer

Ficha técnica

Oporto 1: Diogo Costa; Joao Mario (Fabio Vieira, m. 81), Mbemba, Pepe, Zaidu (Wendell, m. 62); Otavio (Sergio Oliveira, m. 81), Vitinha, Grujic (Tecatito Corona, m. 81), Luis Díaz; Evanilson y Mehdi Taremi (Toni Martínez, m. 81)

Atlético de Madrid 3: Oblak; Llorente, Vrsaljko, Kondogbia, Hermoso, Carrasco; Lemar (Correa, m. 65), Koke, De Paul; Griezmann y Luis Suárez (Cunha, m. 13 (Lodi, m. 83)).

Goles: 0-1, m. 56: Griezmann. 0-2, m. 90: Correa. 0-3, m. 92: De Paul. 1-3, m. 95: Sergio Oliveira, de penalti.

Árbitro: Clement Turpin (Francia). Expulsó a Carrasco, por el Atlético de Madrid (m. 67), por una agresión a Otavio, y a Wendell, por el Oporto, por una acción sobre Cunha (m. 70). Amonestó con tarjeta amarilla a los locales Taremi (m. 31), Pepe (m. 68) y Otavio (m. 68) y al visitante Correa (m. 66).

Incidencias: partido correspondiente a la sexta y última jornada del grupo B de la Liga de Campeones, disputado en el estadio de Do Dragao ante unos 40.000 espectadores.
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