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26 de abril de 2024

El jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell

El jefe de la diplomacia europea, Josep BorrellEFE

Guerra en Ucrania

Europa seguirá comprando gas a Putin a medio plazo: «Somos rehenes de nuestros errores»

La UE no cuenta con la infraestructura necesaria y deberá seguir comprando su gas a Rusia al menos un año más

Europa se enfrenta a un dilema tan dañino como efectivo. La ofensiva económica que –en forma de sanciones– inició la comunidad internacional hace unas semanas, no tendrá un efecto devastador para Rusia si la Unión Europea no rompe con las importaciones de gas y petróleo rusos. El órdago dejaría a Moscú en una situación muy precaria. Los países comunitarios son el principal cliente de la energía rusa, y el Kremlin –que domina a la primera empresa del país, Gazprom– es el principal beneficiado del incremento histórico del precio del gas provocado por la guerra en Ucrania. Una ruptura unilateral por parte de Bruselas cortaría de manera tajante una de las principales fuentes de financiación de las que se alimenta el gobierno de Vladimir Putin.
La decisión es la verdadera bomba atómica con la que cuenta Europa. Pero aplicarla supondría condenar a los hogares europeos a la mayor crisis energética de las últimas generaciones. «Eliminar el suministro de gas ruso de manera unilateral es prácticamente imposible en el corto plazo», dice Jorge M. Uribe, profesor de Estudios de Economía y Empresa de la Universidad Oberta de Cataluña, que ve más viable una reducción de la dependencia gradual, «lo más probable es que se incrementen los envíos de GNL desde EE.UU. a España, y aunque no contamos con conexiones óptimas con el resto de Europa y se creará un cuello de botella, se enviará al resto de países comunitarios en la medida de lo posible».
Para Alberto Carbajo, ex director general de Operación de Red Eléctrica, solo hay dos alternativas para reducir la dependencia rusa, y ninguna de ellas es viable en el corto plazo. «Los países más expuestos necesitan construir regasificadoras», apunta el miembro del Consejo Asesor de LLYC. La mayor parte de estas plantas –capaces de convertir el GNL (líquido) en gas natural– se encuentran en España. Los países importadores de grandes cantidades de gas ruso, como Alemania, no cuentan con esta infraestructura, por lo que Carbajo apuesta por construir al menos dos plantas en Alemania, «esa decisión estaría tomada y podrían funcionando en un año».

MidCat transformaría a España en el centro energético de Europa

Sin embargo, para apuntalar la estrategia de independencia energética, el experto insiste en la necesidad de retomar el proyecto MidCat, el gasoducto que une España –a través de Cataluña– con Francia. «Su construcción requiere expropiaciones del terreno por el que atravesaría la tubería, lo cual añade barreras y hace que el proyecto no sea tan inmediato», apunta.
Las opciones de Europa son limitadas, y las alternativas requieren de una fuerte inversión, tanto en dinero, como en tiempo, y es esto último lo que no tiene Bruselas. «Europa es víctima de sus errores en política energética», dice Carbajo, errores que han convertido a la Unión Europea en financiador del país al que sanciona por su invasión de Ucrania. Un papel que está condenado a mantener en el corto y medio plazo, «si cortáramos con Rusia, habría que reducir la demanda, pasaríamos frío y terminaríamos el verano sin reservas de gas», apunta el también exdirector de Minas que asegura que llegados a ese punto «en octubre de este año no habría gas en Europa para calentar los hogares».

Rusia y EE.UU., los grandes beneficiados

Sin embargo, Washington presiona con la idea de la ruptura. Un corte de emergencia –ya venga desde Bruselas o desde Moscú– requeriría medidas desesperadas por parte de los países más dependientes del gas ruso, como Alemania. «Berlín ya anunció un retraso en sus planes de desmantelamiento nuclear», recuerda Uribe que pronostica una vuelta temporal del carbón como productor de energía, «esas medidas de choque están sobre la mesa», apunta.
Lo cierto es que, en el tablero del conflicto energético, la Unión Europea es el rehén de los intereses de Estados Unidos y de Rusia. Moscú es la gran beneficiada del encarecimiento del gas que los países comunitarios continúan comprando a pesar del devenir de la guerra en Ucrania. En el otro extremo, las grandes empresas gasistas estadounidenses están vendiendo cantidades extraordinarias de GNL a Europa a precios desorbitados. «El gas americano es más caro que el gas ruso», recuerda Carbajo. Algo en lo que coincide el profesor de la UOC, Jorge M. Uribe, «las empresas estadounidenses responden al precio, y si el precio no fuera lo suficientemente atractivo venderían en otra parte».
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