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03 de mayo de 2024

El expresidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke

El expresidente de la Reserva Federal, Ben BernankeAFP

Perfil

Ben Bernanke, el hombre tranquilo que evitó que la economía cayera al vacío

El expresidente de la Reserva Federal se alzó el lunes –junto a Diamond y Dybvig– con el Premio Nobel de Economía

En enero de 2014, Ben Bernanke (Augusta, 1953) asumió que el coche de la economía global había estado a punto de caer al vacío. Fue el ejemplo que el expresidente de la Reserva Federal utilizó para explicar la gran crisis de 2008 durante una de sus últimas entrevistas al frente del cargo. El coche pierde el control y se dirige al abismo, uno no controla la velocidad ni la trayectoria, pero hace lo imposible para no terminar cayendo por el puente. Cuando lo consigue dice: «¡Dios mío!».
A pesar de ser uno de los protagonistas de la Gran Depresión del siglo XXI, Bernanke dejó su puesto al frente de la Fed sin aspavientos. Se marchó en silencio –imagino– agotado tras ocho años dirigiendo el timón de la política monetaria estadounidense.
Se licenció en Económicas por la Universidad de Harvard en 1975, y se doctoró cuatro años después en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets. Inició una extensa carrera como docente que le llevó a presidir el departamento de Economía de Princeton. En 2005 se topó con la política. George W. Bush le integró en su equipo de asesores. Un año más tarde inauguraba el mes de febrero como presidente de la Reserva Federal, rompiendo el molde diseñado durante 18 años por Alan Greenspan.
El expresidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke

El expresidente de la Reserva Federal, Ben BernankeAFP

La transición fue tranquila. Como él. Bernanke mantuvo el ritmo fijado por su antecesor añadiendo pequeños cambios que hoy sobreviven. Fue entonces cuando todo saltó por los aires. En octubre de 2007 el terremoto de las hipotecas subprime tambaleó los cimientos de un sistema financiero de papel que no resistió el tsunami que arrasó con todo a inicios de 2008. En septiembre caía un gigante. Lehman Brothers precipitó un colapso total que se expandió por todo el mundo. Años después, Ben Bernanke reconocería que la Reserva Federal fue lenta al identificar los abusos en los préstamos de alto riesgo. Era su labor como regulador bancario, y falló.
La situación exigió toda su pericia. En diciembre de 2008 rebajó un punto los tipos de interés y lanzó un plan de inyecciones de liquidez coordinado con los bancos centrales de Europa y Asia. De todo aquello quedaron varias lecciones. La principal fue que la transparencia debe prevalecer sobre todo lo demás. Desde entonces aplicó este principio a su mandato, apuntaló lo que quedaba de la economía estadounidense, cerró la puerta y se fue.
Este lunes ganaba el llamado Premio Nobel de Economía junto a Douglas W. Diamond y Philip H. Dybvig. Ninguno de los tres ha dejado de trabajar durante estos años para evitar que todo aquello vuelva a repetirse. Una buena manera de redimir alguno de sus errores y de legar muchos de sus aciertos. Bernanke no fue perfecto, pero transmitía credibilidad, una cualidad capital en los tiempos que corren. Ahora, que los mercados frenan y aceleran, el coche de la economía global vuelve a derrapar, y depende de otros –menos creíbles– evitar que caiga por el abismo de la inflación.
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