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Los ridículos de la educaciónJosé Víctor Orón Semper

La mirada educadora del Papa

La mirada de Francisco fue una mirada educadora. Solo con esos ojos se deja espacio para que el niño pueda crecer

Actualizada 04:30

A través de multitud de gestos de su vida, Francisco mostró que para educar es primero mirar al otro con misericordia.

El educador lo es por la vida que comparte más que por las palabras que pronuncia. No porque las palabras no sean importantes, sino porque las palabras tienen el peso de la vida de quien las pronuncia. O dicho de otra forma, la verdad sin bondad espanta.

Lo que educa es la relación interpersonal. Por eso, la relación nunca puede estar en peligro. Cuando un médico trata a un paciente y el paciente está en riesgo de muerte, lo primero es sacarle del riesgo de la muerte antes que acabar de tratar todo lo que le pasa. La razón es más que obvia. ¿Cómo voy a curar a alguien si está muerto?

Lo que yo me pregunto es: ¿cómo es que esta obviedad no la sabemos trasladar a los demás ámbitos de la vida? Por qué en educación, bajo pretexto de defender cierta verdad, se entra a cuestionar la relación interpersonal. ¿No nos damos cuenta de que si la relación interpersonal está muerta no se puede educar al alumno? Se le podrá instruir, se le podrá entrenar, se le podrá hasta manipular, pero no se le podrá educar.

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En educación la relación interpersonal es sagrada. El deseo del Papa de mantener todo tipo de relación abierta para que siga existiendo, por muy problemática que sea, le ha traído ser catalogado como alguien que va contra la ortodoxia. La enseñanza que nos brinda es que hace falta salvar en primer lugar la relación interpersonal. ¿Para qué quieres una verdad que no lleve al encuentro interpersonal?

¿Cómo entendemos el «realizando la verdad en el amor»? ¿Como que hay que dar una de cal y otra de arena? Si pensamos que se trata de dar las dos, «amor» y «verdad», el apóstol tenía muchas mejores formas de expresarlo. Una verdad que no sea movida por un amor, haga presente un amor y no aumente un amor, ¿puede ser calificada de verdad?

Una verdad que no enamore, ¿puede ser verdad? La verdad no se impone, sino que se propone, porque para el cristiano la verdad no es una cosa, idea, concepto, ideal o valor, sino una persona. Jesús-verdad llama y deja espacio para que cada cual responda a su propuesta-invitación. No se educa en el temor, sino con el «no temas».

¿El evangelio es una buena noticia o un noticiero verdadero? ¿Cómo se puede hacer presente el Evangelio si no se ve como una buena noticia? Hablando en cristiano, si la noticia no es buena, no es noticia. Para lo demás están los noticieros.

«La caña cascada no la partirá, el pábilo vacilante no lo apagará». Una caña cascada no aguanta nada, lo natural es acabar de romperla y tirarla. Un pábilo vacilante no da luz, solo humo que molesta y lo que tocaría es acabar de apagarlo para evitar el humo. No romper la caña cascada ni apagar el pábilo vacilante afirma que ahí siempre hay rastros de humanidad. Francisco se esforzó en verlos. Esto es una mirada educadora, la mirada que ante el caos, el desorden, la pereza, la agresión, etcétera no condena, sino que sigue mirando hasta encontrar un rastro de humanidad. Recordamos también otro pasaje en el que se indica que el sembrador sembró semilla, pero por la noche vino el maligno y sembró cizaña. Al día siguiente, los apóstoles querían quitar la cizaña y Jesús no les dejó, no vaya a ser que también quiten el trigo. ¡Espera! Esto nos enseña que trigo y cizaña conviven en nuestra vida y ni cuando somos buenos somos tan buenos, ni cuando somos malos somos tan malos. En cambio, cuando algún educador ve algo de cizaña, enarbola la bandera de la verdad y se lanza a arrancar lo que llama cizaña, sin darse cuenta que así está arrancando también el trigo. Tras un «corrige tu pereza y trabaja» puede estar el trigo de «quisiera vivir una educación con sentido y no otro día de cosas sin sentido». Y al quitar uno se arranca del corazón del niño lo mejor y pasamos a institucionalizar niños y a normalizarlos para ser piezas de engranaje para que la maquinaria social actual siga funcionando y no se traiga novedad.

Yo no he tenido el gusto de hablar con el Papa, pero su forma de actuar nos desvela un mensaje muy evangélico.

Tanto los que enarbolan la bandera de la verdad, como los que dicen que cada uno haga lo que quiera, ambos, proponen una educación del abandono y de la ignorancia de la interioridad del otro, pues no ayudan a que uno se conozca a sí mismo ni a que mejore sus relaciones con los demás.

La mirada de Francisco fue una mirada educadora. Solo con esos ojos se deja espacio para que el niño pueda crecer. Detrás del que impone la verdad, detrás del que rechaza la verdad, hay personas que querer, relaciones que cuidar y crecimiento que vivir juntos.

La mirada educadora ve más allá de lo evidente, ve a la persona.

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