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18 de mayo de 2024

Aznar: “Hoy la libertad tiene un nombre, Ucrania”

Segunda declaración desde FAES

Aznar, sobre Ucrania: «España tiene que hacer algo más que demostrar su solidaridad»

El expresidente señala que ante un «hecho trágico y cruel» es el momento de realizar cambios significativos en Defensa, Energía y en Política Internacional

La guerra de agresión que el régimen de Vladimir Putin ha iniciado contra Ucrania está generando hondas reacciones en amplios sectores de la sociedad española; también en FAES, el think tank que preside José María Aznar.
El expresidente ha realizado sobre el conflicto ucraniano su segunda declaración sobre el conflicto, pocos días después de manifestar de forma oficial su postura. En este caso, a través de un vídeo subido a la página Web de la fundación, también emitido desde sus redes sociales, Aznar señala que España «tiene que hacer algo más que demostrar su solidaridad y ayudar a los luchadores por la libertad en Ucrania». A juicio de Aznar, nuestro país podría aprovechar esta gran oportunidad de cambio «motivada por un hecho trágico y cruel como es la invasión injusta de Ucrania», que en todo caso «va a alterar el orden internacional».
«Tenemos que revisar y fortalecer nuestra política de seguridad y defensa. Debemos darnos cuenta de que no podemos seguir gastando lo mismo en defensa», plantea en primer lugar el expresidente.

Nuevo orden internacional

Añade, en segundo lugar, que «tenemos que ser más autosuficientes energéticamente y no creer en políticas energéticas que son absolutamente imposibles».
En tercer y último lugar, Aznar propone en su declaración que «tenemos que comprometernos más activamente con las organizaciones internacionales y recuperar la confianza y el prestigio de España».
«Tenemos muchas cosas por hacer y por transformar», enfatiza Aznar, para acto seguido añadir una reflexión que sirve a modo de conclusión final de sus palabras: "En épocas de grandes crisis, aunque sean crisis terribles y crueles, también son épocas de grandes oportunidades. Los grandes países que sepan aprovecharlas saldrán adelante y participarán y moldearán el nuevo orden internacional que tiene que forjarse inevitablemente en el futuro inmediato”.
Esta segunda declaración del Presidente Aznar se ha visto precedida por un editorial publicado ayer por FAES y que reproducimos a continuación.
Soldados ucranianos Ucrania Rusia

Militares ucranianos toman posiciones en el DonbásAFP

Editorial FAES sobre la guerra en Ucrania: Un esfuerzo largo y costoso

Lo peor está por llegar. La valerosa resistencia de los ucranianos y la reacción de Estados Unidos y de la Unión Europea espoleada por el sacrificio de los agredidos y el histórico giro de la posición de Alemania han situado a Putin ante un escenario que no tenía descontado. Pero Putin no puede permitirse una derrota en Ucrania, ni siquiera un empantanamiento de la situación militar. De ahí que tenga que redoblar su apuesta ofensiva —como lo está haciendo— y asuma la guerra en las ciudades con un coste altísimo en vidas y destrucción. Está ocurriendo ya y va a intensificarse. Lo que vamos a recibir de Ucrania son imágenes cada vez más sangrientas que confirman la monstruosidad de una agresión con la que Putin quiere hacer saltar el orden internacional de la posguerra —o lo que queda de él—, revertir el colapso de la Unión Soviética y asestar un golpe definitivo al proyecto de integración europea. Enarbolar la amenaza nuclear es, por el momento, una estrategia propagandística que busca hacer mella en una opinión pública occidental que, para sorpresa de Moscú, se ha alineado firmemente detrás de las posiciones más firmes frente a la agresión rusa. El uso del arma nuclear es una amenaza que no solo cuestiona la determinación occidental en este conflicto, sino que constituye una prueba para el propio liderazgo de Putin. Si él no es consciente de lo que supondría utilizar ese recurso, es seguro que otros, dentro de la jerarquía rusa y sus Fuerzas Armadas sí lo saben.

Persistir en la aplicación de las sanciones, en la ayuda militar a Ucrania, en la gestión del flujo de refugiados —que va a aumentar— y no titubear en el camino que se ha emprendido, es esencial. Pero la evolución del conflicto —caracterizada por el aumento de víctimas, los ataques a objetivos de población civil, la destrucción de infraestructuras y, en suma, el salto hacia un nivel de violencia y destrucción absolutamente inaceptables— va a plantear nuevas exigencias en la respuesta occidental.

Nosotros los europeos —afortunadamente— también hemos emprendido un camino sin retorno que no ofrece ya espacio para la contemporización o el espejismo de soluciones diplomáticas inmediatas. Los países fronterizos de Rusia ya están proponiendo que se corten las compras de combustible y plantean que Europa tire de sus reservas de gas para pasar el invierno. Por otra parte, la evolución de las operaciones pone de manifiesto la carencia de una fuerza aérea en Ucrania que pueda actuar frente al despliegue militar ruso y que algunos drones facilitados por Turquía no van a remediar. Por tanto, habrá que apurar las posibilidades de ayuda militar sin cruzar la línea del envío de tropas de combate. El hecho de que Ucrania no sea miembro de la OTAN hace que, en efecto, no entre en juego el artículo 5 que establece los deberes de seguridad colectiva de los miembros de la Alianza, pero ello no impide ensanchar la asistencia militar a un Estado que está ejerciendo eso que la Carta de la ONU define como el «derecho inmanente a la legítima defensa».

En lo que se refiere a España, hay que animar al presidente del Gobierno a que siga rectificando, —única garantía de acierto gubernamental a la que debemos aferrarnos—y que esa rectificación llegue a la aplicación eficaz de las sanciones —que son responsabilidad nacional y que tiene precedentes poco edificantes en el caso de Venezuela— y a la reconsideración de la política energética, alejándola del dogmatismo actual, para adecuarla a las exigencias de seguridad y solidaridad con nuestros socios y a las oportunidades que se le abren a España.
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