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07 de mayo de 2024

El suceso de Elisa Abruñedo se ha resuelto diez años después

El suceso de Elisa Abruñedo se ha resuelto diez años despuésEFE / Paula Andrade

Crimen de Elisa Abruñedo

El asesino pelirrojo: «La vi caminando y tuve el impulso de forzarla»

El asesino y violador confeso de Elisa Abruñedo no tenía antecedentes: diez años después, la Guardia Civil le cazó por empeño y compromiso

La vida del asesino estaba limpia de sospecha. Si mató o violó a alguna mujer más, nunca le cogieron. Por no tener, no tenía ni multas de aparcamiento. Raro, muy raro, porque el 1 de septiembre de 2013, mientras circulaba con su coche, vio a Elisa, de 46 años, caminando sola y de repente, como si algo fuese normal que una idea así pudiera pasar por la mente a cualquiera, «me dio el impulso de forzarla», confesó Roger Serafín Rodríguez, de 49 años.
Aparcó su vehículo en mitad de la nada, donde nadie solía hacerlo, un Citroën ZX verde oscuro. Se bajó rápido y la asaltó sorpresivamente. Según confesó, la amenazó con la navaja y le obligó a caminar hacia una zona más espesa, donde le agredió sexualmente y después la apuñaló con violencia. Con su pulsión sexual saciada huyó del lugar dejando a Elisa tirada en el suelo, muerta, a sólo 200 metros de su casa.
Fue la mala suerte, porque Elisa solía pasear todas las tardes en compañía de su marido, pero en aquella ocasión él no pudo y Elisa decidió salir sola. El mal fario de cruzarse con un depredador sexual, pero el asesino también tuvo su infortunio: del caso se hizo cargo la Guardia Civil de A Coruña, el grupo de homicidios, con el apoyo de la UCO, Unidad Central Operativa. Esta alianza ya había servido para resolver un caso aparentemente imposible, el de Diana Quer.
Otro de sus errores fue dejar su ADN en el cuerpo de la víctima. Con esos elementos comenzó una investigación que duró dos lustros. Un trabajo de diez años no puede resolverse en una líneas, pero en esencia tomaron tres vías de investigación. Por un lado el vehículo: un testigo lo había visto aparcado en las inmediaciones del crimen a la hora en que Elisa desapareció. La lógica sugería que algo tenía que ver.
El problema es que cuando se pusieron a mirar, se dieron cuenta que en Galicia ese modelo y ese color se había vendido como rosquillas. Aunque se hicieron gestiones, esa línea por si sola no llevaba a ningún sitio. Entonces se centraron en el DNI genético. Por un lado acudieron al Instituto de Ciencias Forenses Luís Concheiro de Santiago de Compostela.
A los especialistas les entregaron un poco de material genético del asesino para que realizasen dos estudios. El primero era uno bio-geográfico: querían saber si el violador y asesino era árabe, chino, caucásico... Y el segundo era un estudio de características físicas. El ADN del autor les dijo que era un pelirrojo, de ojos oscuros y piel blanca. Por simplificarlo, buscaban a un pelirrojo con un Citroën ZX verde oscuro. Puede parecer una tarea sencilla, pero nada más lejos de la realidad. Aproximadamente, un 5 % de la población gallega es pelirroja, pero es que además, no están en una base de datos en la que se pueda buscar uno a uno.
Pusieron en marcha la tercera vía. El departamento de biología de la Guardia Civil, además de tener el ADN del asesino, estudió su cromosoma Y. Todos los varones de la misma familia lo comparten y no se diferencia a uno de otro por este aspecto: es idéntico en todos los hombres de la familia. Por posicionamientos de los teléfonos y por dueños de Citroën ZX se identificó a una serie de varones que cedieron su ADN de forma voluntaria. Entre ellos había alguno pelirrojo cuyo cromosoma Y se asemejaba al del asesino. No era idéntico pero sí similar. Era de la zona de Ferrol.
Se empezó a estudiar a esa familia y se logró reconstruir todo el árbol genealógico de la familia, con tres ramas principales, desde principios del siglo XVIII. Un trabajo de chinos, detallista y exquisito. Se buscaba a los familiares vivos hace diez años, para tomarles el ADN y comprobar si eran los violadores. A pesar de ser una de las investigaciones más meticulosas conocidas hasta ahora, no hubo suerte. La frustración cundió entre los responsables de las pesquisas, pero como dicen en La Benemérita, un guardia puede morir, pero no rendirse.
¿Qué hicieron? Volvieron a la línea de investigación del coche. Los cribaron todos, a pesar de que eran miles, y por fin dieron con uno, que estaba muy viejo y ya no se utilizaba. Su dueño, aunque tenía la cabeza rapada, había sido muy pelirrojo en su juventud. Este era Serafín. Los guardias lo averiguaron todo. Se le hizo un seguimiento y, en un momento dado, dejó algo de su ADN abandonado. Los investigadores lo recogieron y lo analizaron y como dijo Arquímedes «¡Eureka!»: era el asesino y violador.
Lo confesó todo a su manera, edulcorándolo un poco. Lo que no ha reconocido es ser el asesino de Socorro en Orense: una mujer que salió a correr, que fue asaltada, violada y asesinada. Desgraciadamente en ese caso, aunque el modus operandi coincide, no hay ADN y pinta que jamás se resolverá.
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