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29 de abril de 2024

Montaje: Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, las dos caras de la moneda independentista

Montaje: Oriol Junqueras y Carles Puigdemont, las dos caras de la moneda independentistaPaula Andrade

Ningún entusiasmo en Barcelona y sí mucho escepticismo y hastío por la rehabilitación de Puigdemont

Mientras Santos Cerdán (PSOE) y Jordi Turull (Junts) anunciaban en Bruselas un pacto que consideran histórico en el Parlamento de Cataluña la CUP, ERC y Junts eran incapaces de consensuar una moción sobre el referéndum de autodeterminación que tanto ansían. En Cataluña todo el mundo sabe que la más imposible de las convivencias es la que protagonizan ERC y Junts.
Sánchez no ha firmado un pacto sino 6 y cada uno de ellos incluye un listado detallado de contraprestaciones a cambio de la investidura, pero ningún pacto tiene la enjundia del alcanzado con Junts. El elemento central del documento es el que niega en el punto 2 –titulado «Oportunidad histórica»– que la soberanía del pueblo español reside en las Cortes y otorga el poder de representación del pueblo de Cataluña, de forma incontestable, al Parlamento autonómico catalán: «Estos acuerdos –reza el pacto entre socialistas y populistas independentistas– deben responder a las demandas mayoritarias del Parlament de Catalunya que, de acuerdo al Estatut (que tiene carácter de ley orgánica), representa legítimamente al pueblo de Catalunya».
Este punto es el fundamental porque rompe el principio de soberanía nacional y porque la inviolabilidad del Parlamento catalán por encima de cualquier otra instancia representativa o judicial fue la base sobre la que descansaban las llamadas leyes de desconexión aprobadas por el independentismo el 6 y 7 de septiembre en el parlamento catalán y anuladas de inmediato por el Tribunal Constitucional.
Tras los días de fuego provocados por Tsunami con la excusa de la sentencia del procés, en 2019 y con Puigdemont fugado en Bruselas, la sociedad catalana se ha acostumbrado a un ambiente apaciguado. Poco a poco las esteladas fueron ajándose o desapareciendo de los balcones, y los lazos amarillos pasaron de las solapas a los cajones de las mesillas de noche.
Tsunami Democrátic en los disturbios de 2019, en el aeropuerto del Prat

Tsunami Democrátic en los disturbios de 2019, en el aeropuerto del PratEFE / Quique García

Una mayoría de catalanes parecían cómodos con Sánchez en Moncloa y con ERC en la Generalitat. La obsesión del gobierno de Aragonés ha sido la de gobernar, gestionar y parecer -con poco éxito- un gobierno eficaz. Es cierto que mantenían un retórica «procesista» sobre el referéndum y su irrenunciable anhelo de independencia, pero la relación entre Sánchez y Aragonés se parecía bastante a la de González o Aznar con Pujol.
Tras las municipales, con Colau desalojada del Ayuntamiento de Barcelona, el alivio fue completo. El horizonte parecía despejado, pero Sánchez adelantó las elecciones y una carambola diabólica puso el futuro de España en manos de Junts, con permiso del resto de partidos abajo firmantes que, desde el mismo 23 de julio por la noche, reconocieron el papel preminente de Junts en la negociación.
El pacto del Majestic, en 1996, fue el primer acuerdo entre el nacionalismo catalán, por entonces de derechas, y la derecha de ámbito nacional, la diferencia fundamental entre ese acuerdo y el de Sánchez con Puigdemont es que Pujol no cuestionó al Estado, ni sus estructuras. Se conformo con dinero, recursos y sacar a la Guardia Civil de las carreteras catalanas. Lo único del Majestic que afectó a toda España fue la desaparición de los gobernadores civiles, algo que no incomodó especialmente a nadie, ni tan siquiera a Fraga, por entonces presidente de la Xunta de Galicia, porque degradando a los gobernadores a subdelegados las comunidades autónomas ganaban poder. Y, por aquel entonces, todo presidente autonómico que se preciara a lo máximo que aspiraba era a parecerse a Pujol.
El presidente de ERC, Oriol Junqueras, comparece durante una rueda de prensa, a 2 de noviembre de 2023, en Barcelona, Catalunya (España). Junqueras ha presentado el acuerdo entre PSOE y ERC para la investidura de Pedro Sánchez que contempla la ley de amnistía, la continuidad de la mesa de negociación, el traspaso integral de Rodalies y una condonación de parte del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), que corresponde a 15.000 millones de euros.
02 NOVIEMBRE 2023;PACTO;AMNISTÍA;ERC;
Lorena Sopêna / Europa Press
02/11/2023

El presidente de ERC, Oriol Junqueras, presenta el acuerdo entre PSOE y ERC para la investidura de Pedro SánchezEuropa Press

Hoy el futuro de Cataluña, ni económico, ni político, ni social, puede ser optimista. Los que han conducido a Cataluña a su ocaso tienen ahora más poder que nunca y, en consecuencia, más capacidad de aplicar unas políticas que ya se han demostrado lesivas para los intereses de Cataluña y los catalanes.
Por las calles de Barcelona no ha habido explosiones de júbilo por el pacto entre la quinta fuerza política de Cataluña (Junts) y el PSOE. Casi todo el mundo se había acostumbrado a la distensión, atrás habían quedado los días «históricos» y la histeria colectiva. Las municipales demostraron que la política local tenía más influencia en el voto que el procés y, precisamente por ese motivo, el mismísimo candidato de Junts, Xavier Trías, escondió las siglas buscando la victoria.
La retórica inflamada era cosa de las cúpulas de los partidos separatistas y de sus organizaciones afines, como ANC o Omnium; en la calle, el separatismo puigdemoniaco había quedado reducido a algo exclusivo de hipermotivados. Junts había pasado de tener 9 escaños en 2011 y luchar por la victoria en la provincia de Barcelona, a competir por la última plaza con Vox y obtener solo 3 diputados, y por los pelos. En Tarragona estuvo a decenas de votos de ser extraparlamentario.
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante una comparecencia

El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, durante una comparecencia

La sociedad catalana asiste entre el hastío y decepción a la recuperación de protagonismo del mundo más radical y «friki» del separatismo. Incluso algunos temen la venganza, no haber sido suficientemente complacientes con las necesidades económicas del chiringuito de Waterloo, haberse acercado en demasía a ERC o haber deslizado alguna crítica al núcleo duro de Puigdemont puede tener un alto precio para todos los que sean señalados como tibios, o lo que es lo mismo, como traidores…. Porque ya se sabe que dice la placa del Fossar de les Moreres, lugar sacrosanto del separatismo más ultramontano: Al Fossarde los Moreres no s’enterra cap traïdor (En el Foso de las moreras no se entierra a ningún traidor).
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