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Fernando 'el vapor', el asesino de Gabriel que tenía a todo un pueblo sometido al terror

Fernando 'el vapor', el asesino de Gabriel

Fernando 'el vapor', el asesino de Gabriel que tenía a todo un pueblo sometido al terror

Gabi era experto en artes marciales y objetivamente podía haber vencido la pelea. Quizá por eso, el asesino sacó a pasear el cuchillo y le asestó 14 puñaladas

No está claro de dónde viene su apodo, pero algunos vecinos de Almuñécar, Granada, aseguran que se lo pusieron porque se calentaba rápido. Un hombre de mecha corta unido a su insuperable cuchillo. El pasado miércoles asesinó a Gabi, un joven del pueblo. Eran medio amigos, pero se habían distanciado por una trifulca entre ambos.

El día del crimen, 'el vapor' emplazó a Gabi a verse en un bar y luego dirimir sus cuitas a puñetazos en plena calle. El que ganase tenía más razón. El problema es que Gabi era experto en artes marciales y objetivamente podía haber vencido la pelea. Quizá por eso, el asesino sacó a pasear el cuchillo y le asestó 14 puñaladas.

Las primeras a traición, por la espalda. Otras ya en el abdomen, cuando Gabi no tenía capacidad de defensa. Cayó sobre las rodillas y, como se ve en la foto, Fernando se agachó y viendo cómo se escapaba la vida de su amigo le gritó: «No te corto el cuello aquí mismo, so mierda, porque me das pena». Eso cuentan los testigos.

'El vapor' atemoriza a otro hombre

'El vapor' atemoriza a Gabi

Allí se quedó, junto al herido, disfrutando de su sufrimiento y de su victoria. Se lio un cigarrillo con las manos empapadas en sangre y vio morir a Gabi. Agentes de la Guardia Civil le detuvieron en la escena del crimen: y allí mismo confesó. Probablemente le esperen 25 años de cárcel. De momento está en prisión provisional a la espera de juicio.

Su retirada de las calles de Almuñecar ha desanudado lenguas. Poco a poco se va sabiendo que pegaba a la gente del pueblo, que alguno se había exiliado, incluso, por miedo. Es, por ejemplo, el testimonio de Luigi: «Yo podía haber sido Gabi, podía estar muerto. Un día me lo encontré en un bar de Almuñécar, me acerqué a saludarle y me dijo que me fuera».

Se dio la vuelta y se fue, pero algo llamó su atención, se giró. Otra persona fue a decirle algo «y él al ver que me giraba me dio el primer porrazo. Me dio un puñetazo con un sello de oro en la mano, me golpeó en la mandíbula y con el segundo impacto, caí al suelo, me hice la fractura craneal con la que he perdido el oído».

La lesión le tuvo ingresado en el hospital durante días. «Tuve muchas secuelas y me hacía pis en la cama». Sin embargo, «no denuncié». «Pasó en diciembre y no fui a denunciarle porque luego me iba a pillar por la calle y vete a saber qué me habría hecho». Eso se llama terror. «Tenía miedo sí, quién no lo iba a tener. No a enfrentarme a él, sino a que si nos peleábamos era él o yo. Y los dos finales para mí eran malos: la tumba o la cárcel».

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