Portada del libro 'Terrorismo y Represión'
Coordinadora del libro 'Terrorismo y Represión' (Editorial Tecnos, 2025)
María Jiménez: «La izquierda abertzale oculta que los fusilados tenían una trayectoria terrorista»
María Jiménez, Gaizka Fernández Soldevilla y Josefina Martínez recogen en un libro la historia terrorista de aquellas organizaciones que atentaban en los últimos años del franquismo
'Terrorismo y represión' es el último libro (Editorial Tecnos, 2025) de tres investigadores especializados en analizar el fenómeno terrorista en España. la obra, que saldrá a la venta el próximo jueves 11 de septiembre, la doctora en Comunicación y profesora de la Universidad de Navarra, María Jiménez; el doctor en Historia y responsable de investigación del Centro Memorial Víctimas del Terrorismo, Gaizka Fernández de Soldevilla; y la profesora titular de la UNED, Josefina Martínez, analizan el fenómeno terrorista en los últimos años del Franquismo y la respuesta de éste.
Este libro se publica precisamente cuando Otegi, y la izquierda abertzale en general, está llevando a cabo una intensísima campaña para blanquear a los terroristas de aquellos años y especialmente a Juan Paredes 'Txiki' y Ángel Otaegi, a quienes pretenden hacer un gran homenaje en Pamplona el próximo 27 de septiembre.
—En primer lugar, hablemos del título del libro: 'Terrorismo y represión'. ¿Qué fue primero, el terrorismo o la represión?
—El terrorismo que surge en España a partir de los años 60. Digamos que es la versión local de un fenómeno global. Estamos hablando de la tercera oleada de terrorismo de Nueva Izquierda, que está empujada por las revueltas estudiantiles de mayo del 68. Es una corriente que quiere romper con el sistema o con el poder tal y como estaba entendido en ese momento. Un poder que se opone no solo al capitalismo, sino también a la democracia liberal y que pretende imponer su proyecto político a través de la violencia. En el caso de España, ese fenómeno global se manifiesta al final de la dictadura. Entonces, ¿el surgimiento de ETA es una consecuencia directa de la de la dictadura? Aparte de que hay un contexto global, no se puede perder de vista que la oposición antifranquista mayoritaria ya había rechazado la violencia y ya había optado por métodos pacíficos. La organización terrorista o las organizaciones terroristas que surjan en ese momento van a optar de manera voluntaria y deliberada por la violencia, como vía para conseguir sus objetivos. Y además, en el caso de ETA, se van a amparar en un mensaje de una represión desmedida sobre el País Vasco y Navarra que realmente no se ajusta a la realidad. Hay territorios como Andalucía donde la represión fue mucho mayor y nunca surgió una organización que se pareciera a ETA.
—¿Existe documentación de ETA que haga referencia al franquismo o que diga que son antifranquistas?
—ETA se encuadra dentro de las organizaciones antifranquistas, pero en su documentación interna lo que prevalece es que es una organización independentista que está persiguiendo la independencia del País Vasco, o de lo que ellos llaman Euskal Herria, con todos los territorios que incluyen en ese concepto, y que están buscando un Estado monolingüe e independiente. Eso explica lo que ocurre después. En el momento en el que muere Franco y sucede la Transición democrática, ETA decide seguir existiendo porque el proyecto político que ellos perseguían no se había conseguido. Por lo tanto, más allá de los documentos en los que ETA proclama cuáles son sus objetivos prioritarios, es fundamental la sucesión de hechos. Y lo que sucede es que la mayoría de los asesinatos de ETA se producen en democracia.
Tras la muerte de Franco ETA decide seguir existiendo porque el proyecto político que ellos perseguían no se había conseguido
—Incluso la rama político militar a la que pertenecían Txiki y Otaegi, que ahora pretenden homenajear, siguió 7 años después de morir Franco.
—Sí, la trayectoria de ETA político-militar continúa hasta principios de los años 80, cuando la organización se disuelve totalmente. El sector más radical ya se había integrado en ETA militar y el resto se acoge a una suerte de amnistía encubierta. Pero hasta que eso sucede, ETA político-militar sigue matando. Es responsable de atentados muy sangrientos como, por ejemplo, el triple atentado contra las estaciones de Atocha y Chamartín, y el aeropuerto de Barajas. Y, además, va a ser la responsable de la cacería y posterior desaparición de la UCD en el País Vasco.
—Ni tan siquiera por ese lado se puede decir que Txiki y Otaegi eran antifranquistas.
—Lo explica muy bien Antonio Rivera en un artículo que escribió hace poco, y que nosotros defendemos también en el libro. Desde luego son víctimas de haber sufrido una violencia injusta, un juicio sumarísimo sin ninguna garantía y una condena a muerte, que es un ataque al derecho humano más básico. En ese sentido no puede haber ninguna fisura. Pero no son ejemplares, que es lo que nos quiere vender la izquierda abertzale. Porque en el fondo, cuando la izquierda abertzale reivindica la figura de alguien, no reivindica lo que lo que les ocurrió. Lo que está haciendo es reivindicar la cultura política en la que están inscritos, que es el nacionalismo radical. Lo que están haciendo es reivindicar, a partir de su figura, su propio proyecto político. Por lo tanto, en ese juego a través de homenajes públicos y pancartas se oculta de manera premeditada que tenía una trayectoria como miembro de una organización terrorista. En el fondo, lo que están haciendo no solo es justificarles a ellos, sino justificarse a sí mismos.
—Tanto Txiki como Otaegi tenían asesinatos a sus espaldas.
—Hay una parte del libro en la que nos fijamos en cómo el mito de los luchadores revolucionarios, que se construye casi desde el principio, se basa en la ocultación de la identidad y las vidas de las víctimas. Víctimas que en ese momento están, por supuesto, ignoradas a nivel público; pero también ignoradas a nivel administrativo. Son estigmatizadas a nivel social porque pertenecen a las fuerzas de seguridad. Por lo tanto, todos esos movimientos consiguen la ocultación definitiva de la víctima. Una ocultación que llega hasta hoy: hemos intentado hablar con las familias de las víctimas de Txiki y Otaegi, y ninguna ha querido hablar. Digamos que para ellas es como una batalla perdida.
Hemos intentado hablar con las familias de las víctimas de Txiki y Otaegi, y ninguna ha querido hablar
—El mismo día en que fusilaron a Txiki y Otaegi, también lo hicieron a tres miembros del FRAP. Pero a estos no se les homenajea.
—No son los suyos. Para mí eso es una prueba más de lo que está haciendo la izquierda abertzale con los homenajes a Txiki y Otaegi: utilizarlos a su favor para legitimar la corriente política a la que ellos pertenecen, que es la de la izquierda abertzale.
—Este verano el País Vasco y Navarra se han llenado de carteles con Txiki y Otaegi. Ese relato lo han comprado muchos jóvenes que ni tan siquiera conocieron a ETA. ¿Cómo se puede vencer ese relato de la izquierda abertzale?
—La manera de derribar los mitos que la izquierda abertzale construye y difunde es investigar lo que ocurrió, como hemos intentado hacer en el libro, y tratar de transmitirlo a la gente joven que convive con esas pancartas. Creo que nunca se han parado a buscar lo que pasó y nunca nadie se lo ha contado. Y ahí es donde recae nuestra responsabilidad. En este caso, como docentes debemos transmitir la investigación rigurosa que hemos hecho. Y hacerles ver que la crítica a los fusilamientos, a la violación de los derechos humanos más básicos, no está reñida con la investigación en torno a la trayectoria de las personas que fueron fusiladas. Hacer memoria y contarla no es sencillo. Este episodio revela que alguien que ha asesinado puede sufrir una violencia injusta y condenable. Pero una cosa es eso, y otra cosa es que podamos alabar la trayectoria de personas que pertenecieron a una organización terrorista, que causaron víctimas mortales y que causaron dolor a familias que todavía hoy siguen padeciendo.