José Luis Rodríguez Zapatero
El perfil
Los tres fantasmas de la Navidad de Zapatero
Aunque unidos por su sucia hoja de servicios y el mismo perfil sectario, disruptivo y deconstituyente, quizá José Luis y Pedro no tarden en decir el uno del otro aquello de «ese señor del que usted me habla»
Como Ebenezer Scrooge, el personaje de Charles Dickens, también José Luis Rodríguez Zapatero (Valladolid, 65 años) tiene visita estas Navidades. Los fantasmas de su pasado, presente y futuro han asomado por su mansión de 400 metros cuadrados de Aravaca, a solo 5,9 kilómetros de donde empezó todo, el Palacio de la Moncloa, cuyo inquilinato (2004-2011) consiguió gracias a la manipulación que lideró, al alimón con Rubalcaba, durante las horas posteriores a la tragedia del 11-M. El viejo gruñón de la Navidad de Dickens era avaro y huraño. El quinto presidente de la democracia luce sonrisa como máscara y talante como excusa, dando la razón al historiador Carlyle, que sitúa la mueca en la cara como la clave secreta con que se descifra a un hombre entero. José Antonio Zarzalejos sostiene en su magnífico ensayo «La sonrisa de Julia Roberts» que, al cabo, todo el proyecto de ZP era su propia sonrisa. No había más. O quizá sí. Sus fantasmas hablan.
El fantasma del pasado
Juan Campmany fue el autor de «El efecto ZP» y así el creativo de la imagen acuñó una marca de dos letras que identifica desde entonces al expresidente socialista. Ese que antes que jefe del Gobierno fue un anodino y gris diputado por León que desbancó en 2000, en el 35 Congreso del PSOE, a José Bono y se hizo inopinadamente con la secretaría general. Emergía así una generación de dirigentes que permanecieron en la trastienda durante el largo mandato de Felipe González. Nacido en una familia de clase media-alta, su padre, Juan Rodríguez, fue abogado y director de los servicios jurídicos del Ayuntamiento de León; José Luis fue el segundo hijo del matrimonio, que nació cuatro años después de su hermano Juan. En 1979 se afilió a las Juventudes Socialistas y dirigió su partido en León. En las aulas de la Facultad de Derecho conoció a su mujer, Sonsoles Espinosa. Allí se doctoró con una tesis sobre el Estatuto de Autonomía de Castilla y León hasta que en 1986 consiguió un escaño en el Congreso, desde el que ejerció de oscuro parlamentario. Pero, con el arranque del siglo XXI, se encaramó a la cúspide socialista: nueve escasos votos de diferencia tumbaron a José Bono, al que luego haría ministro y presidente del Congreso. José Luis pasaba a ser secretario general del PSOE y hombre que transformaría a peor la España de la transición.
El 11 de marzo de 2004 un ataque terrorista mataba a 193 inocentes a solo tres días de las elecciones generales que iban a marcar la marcha de Aznar tras dos legislaturas y la llegada al poder de Mariano Rajoy, al que todas las encuestas daban como claro favorito. Una inmoral campaña orquestada desde Ferraz, aprovechando la torpeza del PP en la atribución del atentado –acto terrorista tras el que mucha gente quiso ver a ETA– dio la vuelta al resultado. El agitprop socialista cosechó frutos: la participación creció nueve puntos respecto a cuatro años antes y el manipulador PSOE se hizo con dos millones más de sufragios que en 2000, la mayor cifra de votos alcanzada por un partido en la historia de la democracia española.
Así comenzó un mandato de siete años de alguien que ni soñaba con su suerte, que solo frenó su irresponsable gestión durante la crisis económica que arrancó en 2008 y que llevó a España a la ruina, lo que obligó a la UE y a Obama a intervenir. La primera legislatura del diputado leonés alboreó con la derogación del imprescindible trasvase del Ebro, la paralización de la Ley de Calidad de la enseñanza (LOCE) y la aprobación del matrimonio homosexual. Pero su agenda rupturista alcanzó sus mayores cotas sectarias con la aprobación de la Ley de Memoria Histórica, con inaceptables tintes guerracivilistas, y con la aprobación de un Estatuto catalán que casi consagraba la independencia de esa Comunidad. Años después, esa mala decisión desembocaría en el golpe de 2017. Esta es el balance del presidente que resucitó la polarización entre españoles y que reabrió el guirigay independentista, claudicó ante Otegi –quien alardeaba de que el fiscal general Conde-Pumpido le protegía, y al que denominó «hombre de paz»–, se postró de hinojos ante ETA, e inventó lo de poner cordones sanitarios a la oposición, es decir, cancelar a la derecha para que nunca gobernara. Todo lo que ha implementado Pedro Sánchez es una prolongación macarra de la obra inacabada zapaterista.
Antes de llegar al poder ya dio muestras de su agenda frentista e irresponsable cuando, como jefe de la oposición, no se levantó ante la bandera de Estados Unidos en el desfile del 12 de octubre de 2003. Así lo cuenta el Rey Juan Carlos en su reciente libro «Reconciliación»: «Con lo sagrada que es su bandera para los estadounidenses, me pareció una forma desproporcionada de mostrar públicamente su antiamericanismo. (…) Aproveché un viaje a Seattle para llamar a George W. Bush y decirle que quería hablar con él en privado. Me recibieron los Bush, padre e hijo, en su rancho familiar de Texas. (…) Y les dije: pido disculpas por la actitud de Zapatero. Cometió un error político, pero eso no debería afectar a la relación entre nuestros dos países. (…) Aquella vez actué como bombero para apagar el fuego». El pirómano Zapatero también retiró nuestras tropas de Irak e instó al resto de socios europeos a que hicieran los mismo. Resultado: la CIA es hoy uno de sus principales fantasmas del presente, que investiga minuciosamente sus conexiones con la dictadura venezolana, con la petrolera estatal PDVSA y sus turbios negocios en Hispanoamérica. Todo eso lo ha hecho con el apoyo del hoy jefe del Ejecutivo, que le mantiene al día su pasaporte diplomático.
Precisamente en ese pasado cercano se inician las relaciones oscuras de Zapatero con Chávez. Nada menos que su embajador en Caracas, Raúl Morodo, y su hijo fueron condenados por la justicia española por cobrar mordidas de esa empresa estatal en forma de asesorías ficticias. Padre e hijo, según la Audiencia Nacional, emplearon sociedades instrumentales para enriquecerse. Todo a la sombra del poder otorgado por ZP. Según revela el exdiputado del PNV, Iñaki Anasagasti, «Morodo se convirtió en un instrumento del chavismo. Entonces si tu embajador es corrupto pues algo le facilitaría a Zapatero en Caracas, él ha tenido casa allí y ha estado en todos los saraos». También Marruecos se asoma como un fantasma del pasado para el expresidente. Dos de sus exministros, Moratinos y Bono, ejercen de lobistas de ese régimen y el cambio de postura de Sánchez abandonando la histórica posición de España en favor del referéndum de autodeterminación del Sahara, tiene mucho que ver con los negocios de los exministros zapateristas y quién sabe si de los suyos personales también.
En ese pasado del hoy asesor áulico de Moncloa, hay un hecho fundamental para entender lo que ha venido después. Cuando Pedro Sánchez es expulsado del liderazgo en Ferraz por parte de los barones por bloquear la investidura de Mariano Rajoy, el hoy jefe del Gobierno se lanza a la reconquista en una encarnizada batalla contra la líder andaluza, Susana Díaz. En esa guerra sin cuartel, Zapatero apoya la candidatura de su compañera y hace campaña en contra de Pedro. Este nunca se lo perdonaría. De hecho, le consideraba «un apestado» y se negaba, cuando llegó al poder, a recibirlo en Moncloa. ¿Quién le hace de puente para reconstruir esa relación? José Luis Ábalos Meco, que cava su propia tumba porque es precisamente Zapatero el que termina ocupando su lugar como gurú de Sánchez y, para más inri, ejerce de verdugo para echarle del Gobierno y de la secretaría de Organización de Ferraz aquel verano de 2021.
El fantasma del presente
Poco después de la moción de censura, el hoy presidiario Ábalos invita a comer a Zapatero. Este, según refiere el exministro, le recomienda junto a José Blanco, su hombre de confianza y muñidor de muchos de los intereses económicos del régimen con su consultora Acento, a todo el equipo que le acompañó en el Ministerio de Fomento cuando él pertenecía al Gobierno del nefasto presidente de la «zeja». Entre otros, a Isabel Pardo de Vera, hoy imputada en el caso Ábalos. El expresidente consigue así controlar un Ministerio, infiltrando a todo el equipo de Blanco, que, al cabo del tiempo, serán los que le reportarán todas las andanzas de Ábalos y Koldo. Así que fue fácil servirle en bandeja a Su Sanchidad información delicada sobre su mano derecha, lo que finalmente sirvió para decapitarle. El propio Zapatero pasaría a ser ese alter-ego de Pedro. Misión cumplida.
Pero antes corría 2020 y un enero frío y de pandemia, Zapatero hace una gestión para que su amiga Delcy Rodríguez («mi príncipe» le llamaba), vicepresidenta del tirano Maduro y personaje proscrito por la UE con prohibición de pisar suelo del espacio Schengen, por sus conexiones con el narcotráfico, sea recibida furtivamente en Barajas por Ábalos, Koldo y Aldama. La ilegal visita es destapada por la Prensa e investigada por la Justicia. Esa madrugada del 19 al 20 de enero ha sido ahora contada por Ábalos a Okdiario, quien pone un dato demoledor sobre la mesa: la mano derecha de Maduro quiso reunirse en secreto con Zapatero, recordando otra que mantuvo con él en Roma. Y el lugarteniente Koldo también ha recuperado la memoria sobre esa operación: el expresidente se ha hecho «muy millonario» por sus negocios con PDVSA, colaborando en la exportación de petróleo, sostiene. Aquella noche, según Ábalos, «se bajaron maletas, un carro o dos. Otra parte del equipaje siguió el viaje a Turquía», adonde se dirigía la venezolana.
El 9 de marzo de 2021, 14 meses después de esa misteriosa visita, Zapatero vuelve a hacer de las suyas y consigue que el Consejo de Ministros apruebe el rescate de la aerolínea venezolana Plus Ultra por 53 millones de dinero público. Antes, pide reunirse con Ábalos para hablar de esa inyección económica, que considera prioritaria para el régimen del que abiertamente es embajador. Según ha relatado este fin de semana en Cuatro el comisionista Víctor de Aldama, «esa conversación fue para decirle a Ábalos que tenía que rescatar Plus Ultra, a lo que el exministro se niega rotundamente porque no la considera estratégica y la conversación resulta acalorada. Zapatero –continúa– le espetó que esto no es algo que te pida yo, sino que te lo pide el presidente». Muy enfadado, según Aldama, el hoy encarcelado llamó a Sánchez y este le dijo «tienes que rescatarla», hay que «hacer lo que sea». Días después y cuando los técnicos del Ministerio le advirtieron que la operación «no se sostenía» –la compañía tenía solo un avión y era una ruina–, el hoy inquilino de Soto del Real volvió a llamar a Moncloa y el presidente sentenció: «Hay que rescatar Plus Ultra sí o sí». Finalmente, el ministro telefoneó a su compañera María Jesús Montero, quien le anunció: «No te preocupes, Jose, yo me encargo de la SEPI y vamos a ayudar». La SEPI la presidía Vicente Fernández, detenido hace una semana por corrupción en una operativa policial que también llevó al calabozo a los responsables de la compañía aérea. Lo cierto es que Aldama mantiene que «Koldo me dijo que Zapatero se había llevado diez millones de euros por el rescate y que estarían en Panamá». Nada más y nada menos.
Setenta y dos horas antes de que la UDEF apresara al empresario Julio Martínez Martínez y a los dos más altos cargos de Plus Ultra, El Debate publica una información trascendental que desenmascara los sucios manejos de Zapatero con Venezuela. El expresidente se reúne clandestinamente en el monte de El Pardo, rodeado de escoltas, con Martínez Martínez, lo que apunta a un posible chivatazo de la operación secreta que estaba en marcha. Desde luego no fue en balde el encuentro que se pretendió secreto: el empresario detenido borró todos los mensajes de su teléfono. Quizá alguno comprometido con su amigo ZP. El mismo que prestó una de sus cuatro casas –posee un imperio inmobiliario de varios millones de euros–, en concreto un chalé también radicado en Aravaca, para que sirviera como escenario para insólitas conversaciones con el sospechoso de blanquear dinero de la dictadura con el rescate del Gobierno español a Plus Ultra. El mismo empresario que contrató los servicios de la empresa de márquetin de las hijas de José Luis, dos treintañeras que ya cuentan con dos viviendas de más de 300.000 euros a su nombre.
Paralelamente, España se alinea sin fisuras con Maduro. Gracias a Zapatero, que no ha condenado el pucherazo en las elecciones robadas a Edmundo González hace año y medio, Sánchez también cambia su postura respecto al reconocimiento de la presidencia de Juan Guaidó. Las gestiones del expresidente emergen: los venezolanos, sumidos en la represión y la hambruna, han perdido el apoyo de España, con una ascendencia reconocida durante años por Europa, y es hoy el día en el que ni siquiera se ha felicitado oficialmente a María Corina Machado, perseguida por el régimen de Caracas, por la concesión del premio Nobel de la Paz. De hecho, la mano derecha de Nicolás Maduro, Diosdado Cabello, se explayó públicamente para agradecer a Zapatero sus gestiones «valerosas» –las llamó– para que presos venezolanos, deportados por Trump a El Salvador, hayan regresado a su país. En uno de los canjes, un delincuente perseguido por la justicia española por asesinato se fue de rositas. Otro éxito de nuestro expresidente.
El fantasma del futuro
El peor de los fantasmas que aguarda al expresidente es el del futuro. Viaja gracias no solo a las investigaciones de los jueces españoles, sino de un informe de las principales agencias americanas –entre ellas, la CIA– donde aparece citado el hoy silente dirigente socialista. También el antiguo jefe de la Inteligencia de la dictadura chavista, el llamado «Pollo» Carvajal, que fue extraditado por España, apunta a su enriquecimiento ilícito y a su papel preponderante en las tinieblas de la sangrienta dictadura. Trump, que espera el mejor momento para echar a Maduro del poder, sabe bien que hay un español que va a quedarse desnudo si eso ocurre. Es el mismo que humilló a los americanos aquel 12 de octubre de hace 22 años. Parece que el exgeneral chavista ha proporcionado «datos precisos» sobre el «presidente del talante». Y sus relaciones con el sector energético del país, siempre del lado de su íntimo amigo Jorge Rodríguez, el hermano de Delcy. El 12 de febrero, cuando está prevista la sentencia contra el exmilitar venezolano, podría materializarse este fantasma del futuro de Zapatero.
Otro de sus visitantes en lontananza es el fantasma de su visita al Senado para comparecer ante la Comisión de Investigación a la que ha sido llamado por el PP. Donde no solo tendrá que responder de su insólito incremento patrimonial, sino también sobre su intermediación con la dictadura china de Xi Jinping, del que va diciendo que ha sacado de la pobreza a 700 chinos, «y eso hemos de agradecérselo». Ante sus señorías tendrá que explicar asimismo por qué ese extraño desvelo para que Pedro Sánchez no abandone nunca el poder, presidente al que apuntaló en la campaña de 2023. El antaño sonriente socialista tuvo un papel virulento y determinante para activar a las bases más izquierdistas del partido y evitar que Feijóo gobernase. Fue entonces cuando perdió el registro melifluo que gastaba cuando estaba en la Moncloa, lo que llevó a Alfonso Guerra a llamarle Bambi. En esos comicios, donde gracias a él y a sus citas con Puigdemont, Pedro siguió en la presidencia, los españoles pudieron percibirle con un tono crispado, que probablemente exprese su verdadero talante, aunque sigue profiriendo pacifismo en muletillas huecas e invocando a Gloria Fuertes, Luther King y Kennedy, como si fueran la santísima trinidad. Es ponerle un micrófono delante y soñar mientras le escuchas con la Alianza de Civilizaciones, con la paz en el mundo, con algodones de azúcar frente a los carros de combate de Putin, con acuerdos con forajidos de la justicia. Siguiendo la doctrina de Fuertes, ZP pide «lamer un plato, pegar un sello, usemos la lengua para todo menos para herir». La tuya la tiene en paro desde que su discípulo está anegado de corrupción hasta los tobillos.
Hace unas horas, los periodistas preguntaron en Bruselas al actual presidente por Zapatero y, por primera vez, no cerró filas con su mentor. A lo más que llegó es a decir que «no he hablado con el presidente Zapatero, pero todo en Plus Ultra fue pulcro». Aunque unidos por su sucia hoja de servicios y el mismo perfil sectario, disruptivo y deconstituyente, quizá José Luis y Pedro no tarden en decir el uno del otro aquello de «ese señor del que usted me habla». El fantasma del futuro de Zapatero tiene la palabra.