
Edificio de Cal Peret que se encuentra en la calle principal del pueblo de Castellolí
Cataluña
El pueblo catalán que ofrece casa y local gratis a quien reabra el colmado
La convocatoria se ha abierto esta semana y el consistorio ha recibido una avalancha de llamadas
El Ayuntamiento de Castellolí (Anoia) ha iniciado un proyecto para que el pueblo vuelva a tener una tienda de comestibles después de que la última bajara la persiana hace 30 años. Para responder a esta demanda histórica, el consistorio ha puesto en marcha una iniciativa para ofrecer gratuitamente una casa con local comercial en la planta baja y vivienda en el primer piso. Se trata del edificio de Cal Peret, donde antiguamente ya había habido tienda, horno y estanco. Los propietarios han hecho una cesión gratuita al Ayuntamiento y este hará un contrato de aparcería urbana. La convocatoria se ha abierto esta semana y el teléfono no ha parado de sonar. «La respuesta ha sido sorprendente, incluso nos ha contactado una persona de Suecia», explica a la ACN el alcalde, Joan Serra.
Castellolí tiene 651 habitantes, pero no tiene ninguna tienda de comestibles. De hecho, los únicos establecimientos comerciales del pueblo son un horno y una pequeña farmacia, además de bares y restaurantes. Hacía treinta años que no había ningún comercio de alimentación en el pueblo, aunque el alcalde ha explicado que sí habían surgido algunas iniciativas puntuales como la venta ambulante de productores un día a la semana o facilitar que comercios de otros municipios entregaran los pedidos a domicilio. «Todo eso eran medidas paliativas, nosotros queríamos una tienda física donde la gente pueda comprar y que sirva también de punto de encuentro y de unión entre los vecinos», ha expresado Serra.
De hecho, hacía tiempo que el Ayuntamiento trabajaba con este proyecto y Serra admite que ahora «se han alineado todos los astros». Los propietarios de Cal Peret, el antiguo comercio del pueblo, han hecho una cesión gratuita del edificio -que consta de local comercial y vivienda- al Ayuntamiento. De esta manera, el consistorio ha abierto una convocatoria para encontrar a alguien que quiera hacerse cargo del negocio a cambio de tener alojamiento y el local comercial de forma gratuita. El emprendedor tendrá que asumir los gastos de mantenimiento, pero el consistorio hará una aportación de 15.000 euros para adecuar el espacio con la infraestructura necesaria, como frigoríficos, mostradores, etc.
Aunque no hay unos requisitos previos para presentarse a la iniciativa, Serra ha explicado que el Ayuntamiento sí establece como condición que la tienda incluya productos de kilómetro cero. En concreto, Castellolí forma parte del Parque Agrario de la Cuenca de Óbena y del Parque Rural de Montserrat y la idea es que el comercio ofrezca productos procedentes de estos dos parques. Además, también se valorará que tengan un proyecto de recuperación de alimentos como queso, pan o embutidos a partir de materias primas de proximidad.
El éxito de la propuesta ha sorprendido al mismo alcalde, que recuerda que tan solo hace una semana que han abierto las bases de la convocatoria y el teléfono del Ayuntamiento no ha parado de sonar. «La secretaria del Ayuntamiento ha tenido que dejar durante unas horas su trabajo para atender las llamadas», asegura. Entre los interesados, hay vecinos del mismo pueblo hasta una persona que llamó desde Suecia y que es productor de quesos.
Una casa con mucha historia
La tienda de comestibles de Cal Peret la abrió el bisabuelo de Montserrat Costa, actual propietaria del edificio, junto con su hermano. Recuerda que la tienda era también horno de pan y estanco y se vendía de todo. Sus padres siguieron el negocio, pero, cuando llegó la edad de jubilarse, ella y su hermano optaron por otras profesiones. «Era un tiempo en que los supermercados ya habían empezado a llegar a Igualada y era muy complicado poder vivir de una tienda de pueblo», recuerda Costa.
De hecho, explica que tiendas como la de Cal Peret eran más «un servicio que un gran negocio». «Mis padres hacían un horario muy dilatado: abrían a las siete de la mañana y los sábados cerraban a las 12 de la noche. No era solo un punto de venta, la gente venía a pasar el rato», recuerda la actual propietaria. De hecho, dice que había abuelas que «venían a la tienda cinco o seis veces al día, era un punto de encuentro y de cohesión social».
Costa explica que cuando se enteró de que el Ayuntamiento de Castellolí tenía intención de facilitar la apertura de una tienda de comestibles en el pueblo no se lo pensó. De hecho, ella y su hermano ya habían hecho contratos de aparcería urbana con anterioridad en la parte de la vivienda de Cal Peret. Cree que sería interesante que la persona que se quedara el negocio sea «creativa» y con «iniciativa empresarial».
La copropietaria de la vivienda también se muestra muy satisfecha de que el edificio de Cal Peret vuelva a tener vida y que no se pierda una tienda con tanta historia. De hecho, a modo de anécdota, explica que el mes de julio de 1936 su padre, Màrius Costa, que en aquel momento tenía 18 años y estaba aprendiendo el oficio de panadero y pastelero en Montserrat, se llevó el cristo de marfil de la basílica de Santa María para evitar que fuera destruido. Él subía cada día de Castellolí hasta Montserrat en bicicleta y un monje le pidió que se llevara el cristo a su casa para evitar que lo quemaran. Así pues, siguió las instrucciones del religioso, escondió el cristo dentro de un saco de carbón y lo ocultó en su casa, Cal Peret, durante los tres años que duró la Guerra Civil.