Visita de Franco a Reus en 1940
Historia
Así fueron las 15 visitas de Franco a Cataluña: tensión con los nacionalistas y banquetes en Barcelona
A lo largo de la dictadura, el dirigente se desplazó a la comunidad en una decena y media de ocasiones
Este jueves se cumplen 50 años del fallecimiento de Francisco Franco. Mal que le pese a muchos nacionalistas catalanes, durante los 36 años de su dictadura Franco visitó Cataluña en 15 ocasiones. La primera vez fue en 1939, terminada la guerra: eran herramientas de legitimación, propaganda y control político.
Otras visitas destacadas son la de la gira que hizo en 1947 por varios municipios; la de 1952 para clausurar el Congreso Eucarístico Internacional, o la de 1960 en la conocida como ‘Operación Cataluña’, que se centró en inauguraciones de obras públicas y actos de desarrollo social y económico. En 1962 se desplazó por las inundaciones del Vallés y en 1963, para inaugurar polígonos industriales y viviendas. Su última visita a Cataluña fue en 1970.
Fueron visitas llenas de anécdotas y curiosidades, que detallaremos a continuación. Cuando Franco venía a Cataluña se pedía a funcionarios, empleados de SEAT o ENASA/Pegaso y estudiantes, que salieran a la calle y lo vitorearan. Eran, por así decirlo, ‘voluntarios’ forzosos, a los que les sugerían las pancartas y las consignas.
Franco normalmente dormía en el Palacio de Pedralbes, en Barcelona. En una de sus últimas visitas, se implementó un sistema de seguridad tan extremo que se adecuó un helipuerto en los jardines del Palacio.
De los 37 títulos nobiliarios que concedió Franco, dos de ellos fueron a catalanes: al oftalmólogo Hermenegildo Arruga en 1950 y al empresario y político Joaquín Bau en 1973.
En una de sus paradas, mientras visitaba las tierras del Ebro, el cónsul de Portugal se acercó a Franco, con la intención de hablarle sobre un tema de interés para su país. El cónsul, queriendo ser hospitalario, preguntó a un ayudante si a Franco le apetecía un café. La respuesta fue que «el Generalísimo no toma café en la calle y mucho menos preparado por desconocidos». El cónsul consideró aquello un desprecio a su hospitalidad.
Francisco Franco, el 19 de mayo de 1939
En 1960, durante la celebración del centenario del poeta Joan Maragall en el Palau de la Música de Barcelona, asistió Franco. Se prohibió cantar Els Segadors, e incluso El Cant de la Senyera, un poema musicalizado de Maragall. Cuentan que, tras el discurso del obispo, Gregorio Modrego, Jordi Pujol y otros asistentes irrumpieron cantando El Cant de la Senyera a viva voz.
La realidad es que aquel 19 de mayo de 1960 Pujol fue uno de los coordinadores de los «Hechos del Palau», pero no estaba allí. Lo detuvieron el 22 de mayo, siendo condenado a tres años de cárcel y al destierro en Madrid.
La Copa del Generalísimo
En 1970, en el último de sus viajes, Franco entregó la Copa del Generalísimo en Barcelona. El campeón era el Real Madrid, que había ganado en Valencia. El nerviosismo era palpable, por parte de las autoridades y de la junta del club, temiendo algún gesto de hostilidad en el Camp Nou.
La policía secreta limpió el estadio de pancartas ofensivas y se instruyó a los presentes sobre la obligación de mostrar respeto. En el palco se colocaron altavoces, para asegurarse que los aplausos y vítores fueran audibles y se superpusieran a cualquier posible silbido o abucheo del público.
El séquito de Franco no se fiaba de la gasolina que pudieran poner cuando iban de viaje o en ruta. Por eso se cuenta que camiones llenos de gasolina de máxima calidad, traída desde Madrid o de bases militares, acompañaban a la comitiva para asegurarse que los vehículos oficiales nunca tuvieran que repostar en las gasolineras locales.
Las joyas de Carmen Polo
La esposa de Franco, Carmen Polo, era una aficionada a ir a las joyerías y tiendas de moda del Paseo de Gracia y la Avenida Diagonal de Barcelona. Cuando se anunciaba la visita de Carmen Polo a la ciudad, los joyeros y comerciantes cerraban sus puertas o escondían sus mejores piezas para evitar que se las llevara sin pagar.
Se dice que, al entrar en una tienda y escoger un artículo, el comerciante, o bien se veía presionado a regalarlo, o bien le enviaba la factura a El Pardo que, en muchos casos, nunca era abonada, o cuyo pago se dilataba indefinidamente.
La boda de Francisco Franco y Carmen Polo, en 1923
Durante una visita en 1963, Franco inauguró el nuevo Museo Militar en el Castillo de Montjuic. En el centro del patio de armas se erigió su estatua ecuestre de bronce, como homenaje de la ciudad. Esta estatua se convirtió en uno de los símbolos más visibles del franquismo en Barcelona y su retirada, mucho después de su muerte, se convirtió en un acto mediático.
Banquetes de la aristocracia
Relacionado con los homenajes, se cuenta que la alta burguesía y la aristocracia barcelonesa, que en gran medida había financiado y apoyado el levantamiento militar, organizaban fastuosos banquetes y recepciones en honor a Franco durante sus visitas. Estos eventos buscaban ostentar la lealtad y el privilegio de esta clase social, consolidando su posición económica y social tras la guerra civil.
Los policías de la época multaban a ciudadanos por hablar catalán en la calle, usando el argumento de que estaban faltando al respeto al idioma nacional. El ingenio popular difundió un método para rebatir la multa, que consistía en fingir no entender el castellano y responder: «No entenc... parla vostè el francès?» (No entiendo... ¿habla usted francés?), ridiculizando al agente.
Durante la Diada de Sant Jordi se siguió organizando la venta clandestina de libros en catalán. Se utilizaban tiendas de comestibles o pastelerías como tapaderas. La contraseña para pedir un libro era a menudo un simple «Un pastel de Sant Jordi, por favor», sabiendo que el pastel era el libro prohibido.