Leyendas de Cataluña
La leyenda del castillo catalán que fue ‘okupado’ por brujas cuando entró en decadencia
Por los alrededores del castillo de Burriac se cuentan toda clase de historias sobre brujería
Entre Argentona y Cabrera de Mar encontramos el castillo de Burriac, o Sant Vicenç de Burriac. La primera referencia a su existencia es del 1017, cuando Ermesinda de Carcasona se lo regaló a su hijo Ramón Berenguer I, conde de Barcelona. A partir del siglo XI pasa a manos de la familia Santvicenç, que siempre fue feudataria de la casa condal.
En el castillo y sus alrededores se cuentan historias vinculadas con las brujas. Cuentan que, cuando el castillo entró en decadencia, fue habitado por cuatro mujeres. La casualidad quiso que, coincidiendo con su llegada, los campos empezaran a quedar arrasados por tormentas: los rayos mataban al ganado, o el mar entraba en cólera contra los pescadores.
Los vecinos de la zona culparon a esas mujeres, tildándolas de brujas. Se decía que la maldad de esas mujeres era tal que hasta el diablo les tenía miedo. Un joven, incrédulo, decidió subir al castillo, para desmontar toda aquella superstición y demostrar que era mentira.
Al llegar se encontró a las cuatro mujeres, delante de un caldero, haciendo un ritual. Al descubrirlo lo pegaron hasta quedar inconsciente. Al despertar, al día siguiente, se marchó a su casa, con magulladuras, prometiendo que nunca más sería una persona curiosa.
Otra historia nos habla de una chica que perdió a sus padres y a su prometido por culpa de una tormenta. Tuvo que ir a vivir con su tía, que habitaba cerca del castillo y tenía fama de ser un poco bruja. Tiempo después se fue a vivir a la Cova de les Bones Dones («Cueva de las Buenas Mujeres»), cuyo nombre nos recuerda a los cátaros.
El lugar, también conocido como Cueva de las Encantadas de Cabrera de Mar, o de las Malas Mujeres, de la Buena Mujer y Boca del Infierno, se encuentra en el Parque de la Cordillera Litoral. Se trata de un santuario ibérico abierto en la vertiente sur de la colina de Montcabrer, en la parte baja de una cresta rocosa que baja desde la colina hacia el mar.
Tiene dos aberturas en el exterior y una altura interior de unos dos metros. El techo y las paredes están surcados de unos alvéolos de erosión bastante singulares. Era la cueva oficial de las brujas en la mayoría de fábulas e historias de la región: hay infinidad de leyendas sobre las fechorías que hacían sus habitantes.
A esta chica que vivía en la Cueva de las Buenas Mujeres se la conocía como la bruja del peine de oro, y se dedicaba a proteger y salvaguardar aquel lugar de la magia negra. La primera semana de mayo, desde hace más de 15 años, se lleva a cabo la Fiesta de las Brujas en Cabrera de Mar, organizada por los diablos Macabres.
Historia del castillo
Al inicio del siglo XIV, por enfeudación de la casa real, el castillo de Burriac pasó a manos de Guillema de Montcada, casada en primeras nupcias con Pedro de Aragón y en segundas con Ramón de Cervelló. Con ninguno de ellos tuvo descendencia. Murió en el 1309 y la enterraron en el Monasterio de Santes Creus. El castillo de Burriac fue devuelto al dominio real y a los Santvicenç como primeros feudatarios.
Sobre Guillema de Montcada se explica una leyenda. Durante la batalla entre musulmanes y cristianos en la Catalunya Nova, cerca de Tortosa, su segundo marido fue secuestrado por los musulmanes y estos le reclamaron un rescate elevado y abusivo.
Ante las cláusulas del rescate, se dice que Guillema cogió las armas y luchó junto a los vasallos. El resultado de la contraofensiva fue favorable para los cristianos y pudieron rescatar a Ramon de Cervelló. La estupefacción de los contemporáneos de la época al ver a una mujer armada provocó que la bautizaran como La Invicta Amazona.
El 1352, con la muerte de Berenguer de Santvicenç sin descendencia, sus limosneros vendieron el castillo, junto con otras pertenencias, a Pedro Desbosc, escribano y consejero del rey y ciudadano de Barcelona, que en 1360 adquirió por 12.000 sueldos la plena jurisdicción de los castillos y terminos de Sant Vicenç y Vilassar. Desbosc estaba casado con una heredera de los banqueros Gualbes. El castillo lo heredó su hermano Miguel, en el 1385, al morir Pedro sin descendencia. La última propietaria fue Teresa Desbosc, que murió sin descendencia.
La baronía del Maresme
El 1471, después de la guerra civil, Joan II concedió el castillo de Burriac y de Vilassar, con los pueblos de Argentona, Cabrera, Vilassar, Premiá y Mataró a Pere Joan Ferrer y des Torrent, militar de la Diputación del General de Barcelona. Este dominio de Pere Joan Ferrer fue denominado la baronía del Maresme. Se cree que allí escribió Pensament, incluida en el Jardinet de Orats, y Sumari de batalla a ultrança.
Su figura sigue muy viva hoy en día porque existe un gigante en Mataró y Cabrera de Mar dedicado a él. A pesar de haberle concedido la jurisdicción civil y criminal sobre sus dominios del Maresme, en el 1480 fueron devueltos a la jurisdicción real por Fernando el Católico, como consecuencia de los abusos que cometió contra las personas que vivían en sus dominios.
La familia Desbosc continuó con la posesión del castillo de Vilassar y con derechos feudales sobre Burriac hasta el fin del siglo XVII, en que el linaje se extinguió. El castillo pasó a ser posesión de Agustín de Copons y Copons de Berardo, segundo marqués de Moja, casado con Gaietana Oms.
Estuvo en manos de esta familia hasta mediados del siglo XIX, cuando María de Sarriera y Copons falleció sin descendencia. El año 1931 el municipio de Cabrera compró las ruinas del castillo a los descendientes de la familia Desbosc. Desde el 8 de noviembre de 1988 es Bien de Interés Cultural.