Fachada del Hotel Restaurante del Parque de la Montaña

Fachada del Hotel Restaurante del Parque de la MontañaBarcelofília

Historias de Barcelona

El día que los carlistas acabaron «a bofetada limpia» en un hotel de lujo de Barcelona

Crónica de una 'zamba' ocurrida en 1904 en el Hotel-Restaurante del Parque de la Montaña

En esta sección hablamos hace un tiempo de la Torre Rosales, que mandó construir Rafael Pérez Samanillo entre 1903 y 1904. Su hermano Luis era el propietario de lo que hoy es el Círculo Ecuestre. Pues bien, detrás de la Torre Rosales se construyó el Hotel Restaurante del Parque de la Montaña.

En un primer momento era un lugar de descanso y de veraneo, como si de un balneario se tratara. Esto se desprende de la publicidad en la prensa:

El Parque de la Montaña llena cumplidamente una necesidad que se sentía en Barcelona; y consiste en que las familias que no viajan durante el calor y que no quieren tener una espaciosa torre, allí encuentran por poco dinero una instalación tan bien acondicionada y tan saludable, que en vano se buscaría con mejores condiciones en todo el llano que circunda nuestra calurosa capital.

Este establecimiento, situado en el actual Paseo de la Bonanova, en la esquina con la calle Iradier, tuvo una primera etapa de 1879 a 1883. En esos años también tuvieron dos establecimientos, que se usaban de oficinas para contratar los servicios del Hotel-Restaurante. Uno llamado Las Colonias, en la calle de Fernando y otra llamada Casa Subiela, en la Riera del Pino, actual calle Cardenal Casañas.

El cruce del paseo de la Bonanova con la calle Iradier, a día de hoy

El cruce del paseo de la Bonanova con la calle Iradier, a día de hoyGoogle Maps

En 1883 el Hotel-Restaurante pasó a ser propiedad de Francisco Soler, el cual decidió reformarlo por dentro. Las dos oficinas cerraron y abrió una nueva en la calle Petritxol número 13, al lado de la actual Granja La Pallaresa. En la planta baja se encontraba el restaurante y en los pisos superiores había 40 habitaciones. En frente los jardines de la masía conocida como Mas el Pomaret.

A parte de poder veranear y descansar, aquel sitio se convirtió en un lugar ideal, para una clase social barcelonesa, para celebrar fiestas, celebraciones privadas, bodas, bautizos y comuniones. Cuando el Hotel-Restaurante fue clausurado en 1904, pasó a ser la Real Escuela de Ingenieros Electricistas.

A partir de 1925 pasó a ser la Escuela Técnica Eulalia. Posteriormente pasó a manos de los jesuitas, que cerraron el centro en época de la II República. El edificio aún existe hoy en día en el Paseo de la Bonanova número 64.

Carlistas a bofetadas

El 6 de noviembre de 1904 allí hubo una reunión carlista. Se podría decir que no eran buenos momentos, después de la III Guerra Carlista, la pérdida de las colonias de Ultramar, el fracaso del levantamiento de Badalona y algunos otros problemas más vinculados a la política que a la monarquía encabezada por Carlos VIII.

Sin embargo, aquella reunión no fue pacífica, tal y como quedó reflejado en la prensa de la época:

Por más que la plana mayor del carlismo ojalatero, del que hace buenas migas con los gobernantes, ha perdido y suplicado llorando a moco tendido que el bando trabucaire no las exteriorizara, la verdad es que se hacen públicas las graves disensiones ocurridas entre ambos bandos con motivo de la fiesta onomástica de su rey, de baraja, disensiones que acabaron a bofetada limpia en el comedor del Parque de la Montaña, bofetadas de las cuales alcanzó una morrocotuda a cierta cura evolucionista -¡lo que puede una canonjía!- a quien los trabucaires llaman mossen Goteras.

La zambra ocurrida el domingo en el Parque de la Montaña era de esperar. Con el objetivo de reunirse mayor número de parciales de don Carlos, los prohombres, todos ojalateros, consiguieron que los de La flor de Lis concurrieran al banquete, petición que fue concedida porque los trabucaires tenían el propósito de hacer una que fuera sonada que les acabara de dar la supremacía sobre el carlismo en las provincias. Y tan premeditado se llevaba lo que decimos, que el viernes, o sea el mismo dis de San Carlos, cenaron en el hotel Condal los jefes del carlismo de armas tomar, cobn el objeto de ponerse de acuerdo para poder dar mejor la puntilla a sus correligionarios los ojalateros. Allí, entre plato y plato y sorbo y sorbo, no tan solo quedaron acordadas las tendencias de los brindis, si qu también contra quienes debían dirigirse las alusiones.

Llegó el domingo, congregáronse en el Parque de la Montaña tirios y troyanos, entre ellos algunos curas pertenecientes a los dos bandos, incluso aquel curita que dirigió el ataque y toma de Santa Coloma de Gramanet, tan belicoso de suyo que antes del gaudeamus no pudo resistir la tentación de entonar, con otros trabucaires, en el pario del hotel, la sangrienta marcha de doña Blanca, a cuyos acordes en la última guerra civil fueron inmolados muchos prisioneros indefensos.

Caldeados los comensales, después de haber dado cuenta de los platos del menu y de gran cantidad de tinto, llegó la hora de los discursos, y como la tendencia del primero fuese evolucionista, ¡allí fue Troya! Los trabucaires protestaron, tachando de arrosaires a los ojalateros; cruzáronse palabras gruesas, se enseñaron mutuamente los puños, acabando algunos por sacudirse algunos mojicones, de los que ya hemos dicho que alcanzó uno al llamado mossen Goteras, disparado por el elemento revolucionario.

Como los ojalateros se dieron pronto por vencidos, dando explicaciones a los otros, restableciose la calma, a lo cual contribuyeron los oradores trabucaires ante el temor de que tuvieran que llevarse los discursos embotellados si la reunión terminaba antes de que los pudieran soltar. Así sucedió pudiéndose despachar a su gusto ponderado las excelencias de los procedimientos seguidos por Cabrera, el cura Lorente, mosen Benet, Savalls, Cucala y los curas de Flix y de Santa Cruz, a la vez que entonaron entusiáticos cantos a la lucha armada… sin carne de cañón, decimos nosotros, porque hay que advertir que todos los congregados en el Parque de la Montaña y pertenecientes al carlismo militar son generales, jefes y oficiales. Resumen de la zamba carlista: que los trabucaires, con su Flor de Lis, han triunfando de los evolucionistas ojalateros.
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