Tom Gauld, en el festival Primera Persona de 2018, celebrado en Barcelona
Entrevista
Tom Gauld, el humorista favorito de los científicos: «Los chistes sobre IA hacían más gracia hace cuatro o cinco años»
El dibujante escocés visitó Barcelona como parte de su gira española para presentar 'Física para gatos'
Habrá muchos en internet que no conozcan el nombre de Tom Gauld, pero hay pocos que no hayan visto alguna de sus viñetas. Su inconfundible estilo –lacónico, sutil, a ratos melancólico– le ha granjeado a este ilustrador de Aberdeenshire (Escocia) un acérrimo club de fans que comparten sus creaciones en X u otras redes sociales, pero también en los laboratorios o en las bibliotecas públicas.
Aunque ha publicado varias novelas gráficas –en España se han publicado Un policía en la luna o Goliat–, el grueso de su trabajo lo conforman dos tipos de viñetas: unas sobre literatura que realiza semanalmente para The Guardian y otras sobre ciencia que publica en la revista New Scientist, y que luego recopila en volúmenes como En la cocina con Kafka, La venganza de los bibliotecarios o Física para gatos.
Portada de 'Física para gatos', de Tom Gauld
Este último es el más reciente, publicado por Salamandra Graphic, y el que le ha llevado a estar en Barcelona esta semana, como parte de una gira española que también le ha llevado a Madrid y Salamanca. En la capital catalana, atiende a El Debate para hablar sobre prejuicios científicos, el humor entre viñetas y por qué la inteligencia artificial (IA) resultaba más graciosa hace unos años.
–Cuando uno piensa en la imagen de un científico, viene a la mente una persona fría y analítica… pero los protagonistas de sus viñetas son pasionales, impulsivos y falibles. ¿Cómo lo reciben los científicos que le leen?
–La imagen del científico como una suerte de robot, factual y sin emociones, no es cierta, y a menudo la distancia entre lo que idealmente querrías ser y lo que eres es un gran lugar donde encontrar humor. Pero espero estar presentando un retrato más humano y más cálido de la ciencia, mostrarla como una disciplina humanística, y básicamente positiva. Mis personajes a menudo intentan hacer lo correcto, aunque les sale mal.
Una de las viñetas de 'Física para gatos'
Cuando empecé a hacer las viñetas para New Scientist estaba preocupado de que pensaran: «Y este tío que no ha estudiado ciencia desde el instituto, ¿por qué se ríe de nosotros?». Pero no ha sido así, y creo que es porque ven que soy un fan de la ciencia, y que los chistes están hechos con calidez.
–Cuando empezó a trabajar en New Scientist llevaba ya una década haciendo viñetas literarias para The Guardian. ¿Ve puentes entre ambos mundos?
–Al principio pensé que serían mucho más diferentes, pero la diferencia –que la hay– es sutil. Me he dado cuenta de que artista y científicos son menos diferentes de lo que esperaba: ambos intentan hacer cosas nuevas e interesantes, probablemente estén ligeramente obsesionados por su trabajo, intentan publicar, hay rivalidades… De todos modos, mirado científicamente, las viñetas en New Scientist giran más en torno a ideas y las de The Guardian, a historias.
–Muchos de los chistes emplean gráficos o infografías que a primera vista podrían ‘colar’. ¿Ve un filón cómico ahí?
–A veces alguien me cuenta algo divertido que ha ocurrido en un campo científico pensando que será una buena viñeta, pero no suele dar resultado, porque si algo ya es divertido de por sí no tengo nada que hacer… pero lo más banal y más serio –como los diagramas que citas o el lenguaje matemático, preciso y ligeramente extraño– reviste más interés para trabajar allí.
–En Física para gatos hay varios chistes sobre robots que cobran conciencia de sí mismos. ¿Estas viñetas cobran una nueva dimensión ante los avances de la IA?
–Piensa que algunas de estas viñetas tienen unos cuatro o cinco años de antiguedad, y la IA como idea parecía más divertida entonces. Ahora, sin embargo –sobre todo este último año– pienso distinto en una viñeta cuando involucra la IA. Esta misma semana estaba trabajando en una donde podría haber utilizado el término «inteligencia artificial», pero finalmente no lo usé, porque estas letras, IA, han pasado a significar algo que no es del todo bueno.
–¿En qué sentido?
–Desde el punto de vista de los científicos es muy interesante; el problema -por ponernos un poco serios- es el elemento capitalista de estas compañías que intentan obtener grandes beneficios robando trabajo para enseñar a los algoritmos. Mi trabajo, sin ir más lejos, ha sido apropiado por estas cosas.
Una de las viñetas incluidas en 'Física para gatos'
Pasa lo mismo con la IA en el arte: creo que puede ayudar a que los artistas sean mejores, pero parece que muchas de estas compañías están más interesadas en reemplazar a los artistas y sacarnos fuera del proceso. La IA es una máquina diseñada para ver todo un conjunto y hacer una nueva versión promedio, pero si algo queremos del arte no es esto, sino cosas sorprendentes.
–«Es un maestro en realzar el humor mediante la contención», decían de ud. en The Washington Post. ¿Es así su método de trabajo?
–No es un pensamiento consciente, pero creo que sí describe lo que hago. Al contar una historia, creo que cuanto más consigas que el público dé un paso por sí mismo en lugar de deletreárselo todo en la página, más le gustará. A menudo, el mejor humor viene de ese hueco que hay entre una viñeta y la siguiente, porque no ocurre en la página sino en la mente del lector.
–Para terminar, permítame saltar de la ciencia a la literatura. Aquí en España hubo una polémica recientemente sobre si leer te hace mejor persona, ¿qué opina?
–Evidentemente, a lo largo de la historia ha habido mucha gente terrible que leía muchos libros. Creo que hay algo maravilloso en la literatura, en ver las cosas desde otro punto de vista, pero no hay que fetichizar al libro como si fuera una suerte de objeto mágico, mejor o más puro que una película o la TV. En ocasiones, hay gente en internet que imagina que yo intento decir esto en mis viñetas, pero a menudo estoy vacilando precisamente a este tipo de personas, a quien tiene estos fetiches por la lectura o al coleccionista obsesivo.